Capitulo 30

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Giré hacia la puerta del frente para ver que entraba otro humano. Durante la última hora habían entrado en un flujo constante, y la cocina comenzaba a llenarse. Todos estaban reunidos alrededor de Tony, y podía escuchar trozos de conversación mientras debatían si ayudarme o no. Parecían divididos entre referirse al plan como
«idiota» o «genial».
Tony y Desmond se alejaron tan pronto como propuse la idea de liberar a todos los Reiniciados de Austin. Tuvieron una acalorada discusión en el cuarto de atrás que terminó cuando Desmond salió hecho una furia, solo para volver con los primeros rebeldes.
Casi todos eran hombres, pero variaban en la edad. Algunos parecían de dieciséis o diecisiete años, como Gabe, otros ya tenían canas. Pensé que Gabe era hijo de Tony, pero no lo llamaba papá, y escuché a Gabe decirle a Addie que creció en un orfanato. No estaba segura sobre qué tenían en común estas personas, más allá de un odio evidente hacia CAHR y un raro impulso de prestar ayuda a los Reiniciados.
Eran un grupo extraño.
Desmond me sorprendió mirándolos fijamente entre sus cejas. Se recargó contra la pared de la cocina y cruzó una bota negra sobre otra, pero no se intimidó cuando enfrenté su mirada. Había sido el más franco en su oposición a que me ayudaran los rebeldes. Sus palabras exactas fueron «no voy a morir por ellos» y podía entender su postura. Aun así, en esa habitación era uno de los humanos que no parecía mínimamente temeroso de nosotros, y no sabía cómo interpretar eso.
Un hombre bajito se detuvo frente a mí y Addie, colocó las manos sobre sus caderas cuando dirigió la vista hacia nosotros.
—¿Te agarraron mientras salías a una misión anoche? —le preguntó a Addie con una media sonrisa.
—Sí —dijo, me lanzó una mirada cautelosa.
—¿Estabas en la Calle Primera? ¿O uno de tus compañeros?
—Sí —dijo con sorpresa—. Me enviaron ahí, pero mi asignado no estaba en casa. El hombre rio entre dientes.
—Sí, ese era yo —levantó sus brazos en señal de victoria—. ¡Volví a eludirlos!
—¿Eres Henry? —preguntó Addie, riendo también.
—Claro que sí —le dirigió una amplia sonrisa antes de dirigirse a la cocina con

los otros rebeldes.
Addie lo miró mientras se iba.
—Estos humanos son extraños —colocó un codo en su rodilla y recargó su cabeza sobre su mano—. Pero no podemos sin ellos, tú sabes.
—¿Podemos? —pregunté, arqueando las cejas. Todavía estábamos sentados en el suelo atrás del sofá; Callum en silencio, sin moverse, junto a mí.
—Por favor, no me digas que crees poder entrar a CAHR tú sola —dijo.
—No me había dado cuenta de que querías ayudar.
—Todos mis amigos están ahí. Por supuesto que quiero ayudar —miró a los rebeldes en la cocina con los ojos entrecerrados—. Desearía que mi padre hubiera podido venir hoy. Me habría gustado hablar con él.
—Dudo que pudiera salir de Rosa.
—Sí —frunció el ceño ligeramente—. No puedo creer que trabaje para CAHR. Quiero decir, sé que está con los rebeldes, pero de todos modos. Es algo raro.
—¿No lo estaba la última vez que lo viste? —pregunté. Soltó un bufido.
—Definitivamente no. No lo he visto desde que morí hace seis años, así que supongo que todo cambia, pero detestaba a CAHR. Morí en casa debido al KDH y después de que Reinicié me mantuvo con él. Dijo que no iba a dejar que CAHR se apoderara de mí.
—Estás bromeando. ¿Por cuánto tiempo? —Eran pocos los padres que quisieran conservar a sus hijos Reiniciados, aunque no me sorprendía del todo que Leb fuera uno de ellos.
—Solo un par de semanas. Con el tiempo se aclararon las cosas y me di cuenta de que no me podría esconder para siempre. Lo atraparían. Así que un día cuando fue a trabajar simplemente partí. Fui al centro médico y les dije que era huérfana.
Eso explicaba cómo Leb podía trabajar en CAHR, aun cuando tenía una hija Reiniciada. No lo sabían.
Un gruñido de Callum me hizo voltear. Estaba recargado detrás del sofá y miraba la pared con ojos vacíos. Puse mis dedos alrededor de su brazo y le tomó varios segundos parpadear y voltear a verme. Sus ojos no enfocaban del todo bien.
—¿Estás bien? —pregunté—. ¿Quieres algo de comer?
No respondió. Su mirada se dirigió hacia mí y luego hacia los humanos; entrechocaba los dientes soltando un gruñido bajo. Rápidamente retiré mi mano y me alejé cuando comenzó a forcejear con las cuerdas. Los humanos voltearon por la conmoción y Tony salió de entre la multitud, con las manos en las caderas.
—¿Por qué no lo llevas al cuarto de atrás? —sugirió—. No debería de estar aquí con todos nosotros.
Addie agarró los pies atados de Callum y yo enganché mis brazos bajo sus hombros. Se retorció en nuestras manos y Addie dio unos pasos apurados por el pasillo hacia la parte posterior de la casa, y abrió la segunda puerta a la derecha.

El cuarto no tenía nada más que una cama y una cómoda. En un rincón había una pequeña pila de ropa y unos cuantos libros, pero no vi mucho que Callum pudiera dañar si se revolcaba por el cuarto en un esfuerzo por liberarse de las ataduras.
Lo pusimos en la cama y Callum paró de forcejear cuando pasé mi mano por su frente y su cabello. Me regaló una sonrisa débil antes de cerrar los ojos, y deseé poder meterme con él en la cama.
Addie salió del cuarto y Tony apareció ante la puerta, indicándome que lo siguiera. Salí al pasillo y cerré la puerta tras de nosotros.
—Así está la cosa —dijo con calma, dando un vistazo rápido tras de sí, hacia los humanos en la cocina—. Tienen mucha gente ahí que los quiere ayudar.
No lo habría imaginado por las conversaciones que escuché; sin mencionar la manera en que me veían.
—Pero este tipo de asunto sería más eficaz si tuviéramos un par de semanas para planearlo —prosiguió—. Podríamos encontrar la mejor manera de entrar y de salir, quizá tratar de meter algunos de los nuestros en posiciones clave, la noche que lo hiciéramos. Pero… —echó un vistazo a la puerta del cuarto—. No quieren que te diga esto, pero siento que no sería lo correcto.
—¿Decirme qué? —pregunté, mientras mi estómago se retorcía en nudos.
—El antídoto tiene un inconveniente. Si esperas demasiado será inútil, y Veintidós está demasiado afectado.
Tragué el nudo en mi garganta, y cuando hablé mi voz sonaba rara.
—¿Cuál es el…? ¿Cuánto tiempo tengo?
—Definitivamente no tienes un par de semanas —dijo—. Y por eso no quieren que te lo diga. Diría que probablemente estás dentro del rango aceptable, pero no tienes mucho tiempo. ¿Cuánto lleva así?
—Comenzó a sentirse raro y a temblar hace como tres días, creo. Pero apenas ayer comenzó a perder el conocimiento y el juicio.
Tony hizo una mueca de dolor y pasó una mano por su pelo.
—Sí. No tienes mucho tiempo.
—¿Cuánto?
—No lo sé. Es un programa nuevo; el mismo equipo médico aún lo está tratando de entender. Están dejando que algunos sigan hasta el final para ver qué pasa, y no son buenas noticias. Pero diría… tal vez, no más de un día. Quizá tengas más, pero sería arriesgado.
Presioné una mano contra la pared porque el mundo comenzó a balancearse un poco y me preocupaba caer.
—Así que tendríamos que ir esta noche.
—Sí.
Cerré los ojos brevemente.
—¿Qué sentido tiene todo esto? ¿CAHR está tratando de deshacerse de nosotros?
—Oh, no. Los necesitan. Pero los necesitan como soldados agresivos, mecánicos.

No están consiguiendo eso, en particular de los Menos-Sesenta. Esta es la solución. O lo será, si alguna vez logran que funcione bien.
Básicamente necesitaban a más como yo. Alguien como yo, con mucho menos libre albedrío. Inhalé profundo y asentí hacia Tony.
—Está bien, voy esta noche, me ayuden o no. Les puedes decir eso. Una sonrisa cruzó por sus labios.
—Sí, fue lo que supuse.
Volteó para irse y sujeté una esquina de su camisa para detenerlo. Crucé los brazos sobre mi pecho e hice mi mejor esfuerzo por no mirarlo con suspicacia, pero podría asegurar que fracasé.
—¿Por qué están liberando a los Reiniciados? —pregunté—. ¿Qué te pasa? Rio frotando una mano sobre su boca.
—¿Qué me pasa?
—Sí. Han estado sacando a los Reiniciados y dejándolos ir, ¿verdad?
—Sí, lo hemos estado haciendo. En realidad era la única solución.
—¿Solución para qué?
—Para deshacernos de CAHR. Para realmente tener la oportunidad de porciones iguales de comida y medicina, y todo lo que CAHR le da a la gente que está al otro lado, porque creen que somos un caso perdido. No tenemos la menor oportunidad contra CAHR si los tienen a todos ustedes de su lado.
—Pero CAHR los mantiene seguros —dije el mantra que escuché cientos de veces durante mis cinco años como Reiniciada—. De nosotros, de los virus, de los criminales…
—Eso es debatible —dijo Tony, arqueando una ceja—. Quizá comenzaron así, pero, indudablemente, ya no lo están haciendo. Muchos de los criminales —entornó los ojos cuando dijo la palabra— que ustedes persiguen son uno de nosotros. O solo gente que quería hacer algo loco como, qué sé yo, conservar a su hijo de ocho años que murió y resucitó. Todos creyeron el cuento que nos contó CAHR sobre cómo todos ustedes eran criaturas desalmadas. La mayoría de los humanos ni siquiera ha hablado con un Reiniciado en su vida.
Supuse que tenía razón. La mayoría de los humanos solo nos veía cuando teníamos una asignación, cuando los estábamos cazando. Rara vez se nos permitía decirles una sola palabra.
—Vamos —dijo Tony, hizo señas con la cabeza hacia la cocina—. Si vamos a hacer esto esta noche tenemos que empezar a planear.
Abrí la puerta un poquito; Callum estaba tranquilo, con los ojos cerrados. Me quería quedar con él, pero Tony tenía razón. No podía solo entrar a CAHR por la fuerza y esperar que todo saliera bien. Necesitábamos un plan.
Seguí a Tony hasta la cocina, le indiqué a Addie que nos siguiera también. Los humanos estaban ante la mesa, sentados en la barra, parados en grupitos, y dejaron de hablar cuando entramos.

—Esta noche, o no se hace —dijo Tony. Puso su mano sobre mi hombro y me sobresalté, chocando contra Addie—. Ese es el trato de Wren.
—Bien —dijo Desmond—. No hay trato. Era una idea tonta de todos modos; vámonos todos a casa.
Tony le lanzó una mirada y Desmond suspiró, se recargó contra la pared y masculló para sí. Luego, otra vez, comenzaron a hablar todos al mismo tiempo; Tony levantó las manos.
—¡Oigan! —gritó—. Cálmense por un segundo. ¿Qué es lo esencial? ¿Qué tiene que pasar para que logremos esto?
—Tienes que cortar la electricidad para que entren sin que los vean —manifestó un hombre bajito que se estaba quedando calvo.
—Pero dijeron que había generadores de respaldo —dijo Addie.
—Los hay —contestó el humano—. Pero se tardan un minuto, y tienen más oportunidad de entrar mientras no haya electricidad.
—Correcto —dijo Tony—. Es probable que pudieran entrar al edificio antes que la electricidad volviera.
—Primero tendríamos que abrir las habitaciones de los Reiniciados, ¿verdad? — preguntó Addie—. Todos estarán encerrados a esa hora de la noche.
—Sí —dijo Desmond—. Primero la sala de control del cuarto piso; habrá guardias armados ahí. Les sugiero que vayan juntas a abrirla. Después Addie puede subir corriendo al octavo piso para sacar a los Reiniciados, y Wren puede ir al séptimo, a los laboratorios médicos.
—¿Y a dónde iríamos todos una vez que nos escapáramos? —pregunté—. ¿Solo vamos a correr y esperar que todo salga bien?
Desmond soltó un largo y exagerado suspiro para darnos a entender lo que pensaba de esa idea.
—¿Sugerencias, Des? —preguntó Tony con una media sonrisa.
—No pueden solo correr —levantó los brazos con molestia—. Aunque algunos lo logren, CAHR subirá a sus transbordadores y matará a la mitad desde el aire.
—Buen punto —dijo Addie, mordisqueándose el labio—. ¿Podemos deshabilitar los transbordadores?
—Si tenemos a unos cuantos voluntarios dispuestos a hacerlo, sí —dijo Tony—. Podríamos entrar a escondidas por el hangar y meter mano a los motores, lo suficiente como para retrasarlos, por lo menos. Tendríamos que movernos con rapidez, pero creo que podríamos hacerlo con casi todos.
Los transbordadores. CAHR tenía grandes transbordadores de transporte que, en general, se utilizaban para mover a grupos grandes de criminales humanos de un lado a otro. La reservación de Reiniciados estaba a cientos de kilómetros, pero si lográbamos conseguir uno de esos, estaríamos ahí en cuestión de horas.
—¿Y qué pasaría si solo tomamos los transbordadores? —pregunté.
—¿Perdón? —preguntó Tony.

—¿Qué tan difíciles son de operar? ¿Y si tomáramos un par de los grandes, como los de transporte, y simplemente saliéramos volando de ahí?
—Eh… bueno, podrían hacerlo, supongo —dijo Tony—. No son difíciles de pilotar. Les podría dibujar un diagrama muchachos y tendríamos una lección rápida. Me imagino que chocarían al aterrizar, pero en realidad esa no sería una preocupación para los Reiniciados.
—¿Tienen un sistema de rastreo? —preguntó Addie.
—Sí. Pero no es difícil de remover. Yo lo podría hacer cuando todos estuvieran listos para salir —sus ojos atisbaron el cuarto—. Pero necesitaré ayuda.
El tiempo pasaba en silencio y Desmond cruzó sus brazos sobre su pecho, frunciendo el ceño. El resto de los humanos parecían resueltos a evitar mi mirada, excepto Gabe, que se relajaba contra la pared junto a un rubio que parecía como de nuestra edad.
—Yo puedo ayudar —dijo Gabe.
Tony torció el rostro como si fuera a objetar, pero el rubio interrumpió antes que pudiera hacerlo.
—Vamos. Dijiste que no podíamos entrar al edificio. Nunca dijiste nada sobre el hangar.
Desmond soltó un bufido.
—Sí, eso dijiste.
Tony entornó los ojos y miró a los chicos, divertido.
—Perfecto. Gabe y Zeke, ustedes van conmigo —volteó hacia Desmond—.
¿Estás dispuesto a cortar la electricidad? Lo podrías hacer a varias calles de distancia.
—Sí. Yo lo hago —pero no le emocionaba hacerlo.
—Está bien —Tony juntó las manos—. Bien. Tengo a un tipo que nos va a traer el diagrama del edificio, así que revisaremos eso cuando llegue. ¿Quieren descansar o algo? ¿Comida, quizá?
Mi estómago saltó con solo la mención de comida.
—Estaría bien un poco de comida, si tienen.
—Claro —señaló la mesa—. Tomen asiento.
Addie y yo nos sentamos ante la mesa de la cocina y casi todos los humanos salieron y se fueron a sentar a la sala, o desaparecieron por la puerta trasera para enviar mensajes. Seguí vigilando la puerta de Callum, pero nadie se acercó a ella.
Tony colocó unos sándwiches frente a Addie y a mí. El pan estaba suave y fresco, la crema de frijoles y las verduras que tenía adentro, deliciosas. Parecía contento cuando le di unos mordiscos gigantes, y logré darle las gracias mientras masticaba.
—De nada. El de la barra es para Callum, si se lo quieres llevar después —puso un par de vasos de agua en la mesa y se encaminó hacia los humanos de la sala—. Avísenme si necesitan algo.
—Extraño —masculló Addie, y me lanzó una mirada confusa.
—¿Verdad que sí? —¿qué le avisemos si necesitamos algo? Rarísimo—. No

creerás que se traen algo entre manos, ¿o sí?
Negó con la cabeza.
—No. Mi papá no nos habría conducido a una trampa —volteó y frunció el ceño a los humanos—. Creo que de verdad nos quieren ayudar.
Volteé y seguí su mirada hasta donde estaban parados Tony y Desmond, con las cabezas muy juntas mientras hablaban.
—Creo que más bien se quieren ayudar a ellos mismos —dije a media voz—, pero con eso me conformo.

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