Capitulo 31

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Addie decidió descansar después del almuerzo, así que Tony la dejó usar su cuarto y sugirió que también yo tomara una siesta. Rechacé la sugerencia. No había manera de que pudiera dormir, no con Callum amarrado en el otro cuarto y mi estómago hecho nudos.
En lugar de eso me dirigí por el pasillo con el sándwich de Callum y me asomé dentro del cuarto. Estaba de lado, con los ojos fijos sobre la pared frente a él. Sus brazos y piernas aún estaban atados.
—¿Estás incómodo? —pregunté, crucé el cuarto y le puse el plato en el buró—.
Si quieres te puedo desatar mientras comes.
No contestó, así que me arrodillé junto a la cama y le pasé los dedos por el cabello.
—Callum.
No se movió un centímetro. Sus ojos estaban vacíos y cuando pasé mi mano frente a su rostro ni siquiera parpadeó.
¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si ya habíamos perdido tiempo?
Mi corazón latía con demasiada fuerza. Estaba golpeando mis oídos, era el único sonido en el silencioso cuarto.
—Callum —mi voz era desesperada; le sacudí el hombro. La cama crujió bajo su peso cuando lo moví.
Nada.
Esa mirada fija dirigida hacia la nada era demasiado horrible. Lo sacudí con más fuerza, repitiendo su nombre, mientras el dolor de mi pecho crecía. Tenía lágrimas en las mejillas antes de advertir que iba a llorar, entonces apreté mi mano contra mi boca para ahogar un sollozo. De cualquier modo, este sobrevino e hizo eco por la habitación, seguido rápidamente por otro. Había imaginado que el llanto sería como una liberación, pero las lágrimas casi me dolían. Quería volver a meterlas. Mi cuerpo se rehusaba a escuchar.
Solté su hombro y me hundí en el suelo. Tal vez debí haber corrido para llegar hasta Tony, o Addie, y preguntarles si él estaba bien, pero tenía demasiado miedo. No quería que me asestaran esa mirada de compasión otra vez.
—¿Wren?
Levanté la cabeza de golpe al escuchar la voz de Callum. Parpadeó hacia mí,

frunció el entrecejo y torció sus manos contra las cuerdas.
Salté sobre la cama y en segundos le desaté las manos, apretando mi cabeza contra su cuello mientras él rodeaba con sus brazos mi cuerpo. Acarició mi piel con su mejilla, su aliento tibio me hizo cosquillas en el cuello.
—Lo siento —le dije, inhalé profundo.
—No tienes que disculparte por llorar.
—No, por todo esto. Por dejarte atacar al humano y por iniciar la fuga en un momento verdaderamente malo. Debí verificarlo antes. Sabía que le hacían esto a los Menos-Sesenta y ni siquiera pensé en revisar eso.
—Sí —dijo, su voz estaba teñida de diversión— la próxima vez que arriesgues tu vida salvándome, ¿podrías planearlo mejor?, para empezar. Esto me parece inaceptable.
Me reí, lo estreché con fuerza en un brazo.
—No tienes por qué disculparte —dijo, sus labios rozaron contra mi oreja—. Más bien debería agradecerte.
—Por favor no lo hagas. Me harás sentir terriblemente mal. —Apenas rio, pasó sus dedos bajo mi barbilla hasta que volteé mi rostro hacia él. Me besó, cosa que se sintió más o menos como un agradecimiento, pero ese en particular no me molestó. Cuando se apartó me vio con una sonrisita triste.
—Tan solo no me dejes así, ¿ok?
Sollocé bajando la mirada para no tener que verlo.
—No quiero que me transformen en esta… —bajó la mirada hacia su cuerpo— esta cosa loca —plantó un suave beso en mi mejilla—. Sería como si ellos hubieran ganado, ¿sabes?
Sería eso exactamente, como si ellos hubieran ganado.
—No quiero matar a más gente —frunció el rostro—. O peor, comerme a alguien.
Así que, si esto no sale, solo no me dejes estar así, ¿de acuerdo?
Asentí, presionando mis labios para detener las lágrimas.
—Está bien.
Callum calló por un momento, sus cejas se juntaron mientras pensaba.
—Y aunque no consigan el antídoto, tienes que ayudarlos —señaló con la cabeza hacia la puerta—. Ve a la reservación y haz que también los otros Reiniciados les ayuden.
—¿A los humanos?
—Sí. No puedes dejar que CAHR gane. No después de todo lo que han hecho.
Así que aunque yo no… no lo logre, creo que los deberías ayudar.
Sabía que me interesaba muy poco ayudar a los humanos. Lo único que quería era que él estuviera mejor para poder alejarnos de ellos y no volver nunca. No quería pensar en lo que haría si Callum no lo lograba, pero quedarme por acá para unir fuerzas con los humanos no era una prioridad en mi lista.
—Ese no será un problema. Vas a estar bien.

—Wren, por lo menos piénsalo. No deberías desperdiciar el hecho de que eres una cabrona.
A pesar de todo, conseguí reír.
—Lo pensaré.
Era mentira. Ni siquiera iba a pensar en ningún escenario que no lo incluyera.
Al final, Callum se desvaneció de nuevo, aunque pude ver que trataba de luchar contra ello. Me senté en el suelo por largo rato, hasta que no pude soportar más esos ojos vacíos. Me rehusaba a sentir pánico por ello, así que lo até y lo llevé a la sala, donde pasé la tarde y el anochecer caminando de un lado a otro.
Apenas se había puesto el sol y estaba ansiosa por dirigirme a las instalaciones, pero Tony insistió en que lo mejor era hacerlo muy temprano por la mañana. Las instalaciones tenían menos guardias entre las cuatro y las seis, y el mejor momento era cerca de las seis, pues a esa hora habría unos cuantos miembros del personal de laboratorio aún en servicio. Nadie me podría decir cómo se veía el antídoto, así que quizá necesitaría que un humano me lo indicara.
Tony estaba a la mesa con unos diez humanos, analizando con atención el esquema de las instalaciones CAHR de Austin. Un grupo mucho más grande del que esperaba había aceptado ayudarnos. Algunos se habían ido, argumentando que estaban seguros de que estaríamos muertos al siguiente día, pero los demás parecían emocionados de tener un plan tan ambicioso después de años de tratar de derrotar a CAHR.
Gabe entró por la puerta del frente con Zeke, el chico rubio. Gabe llevaba contra su pecho una bolsa blanca de lona y asintió hacia Tony.
—Las conseguí —tiró la bolsa en el sofá y hurgó dentro después. Sacó varias pistolas y tiró unas balas amarillas de forma extraña sobre la mesa. Fruncí el ceño, agachándome para tomar una.
—¿Qué es esto? —pregunté, mientras volteaba la bala amarilla de plástico entre mis dedos. Una pequeña aguja sobresalía de ella.
—Dardos tranquilizantes —dijo Gabe—. Tony no quiere que maten humanos cuando estén adentro.
Volteé a mirar a Tony con las cejas arqueadas, y se recargó hacia atrás en su silla para enfrentar mi mirada. Le mostré el dardo amarillo.
—Estas cosas ¿de verdad funcionan? ¿Rápidamente?
—En un par de segundos. Apunta al pecho, o brazo, o pierna.
—¿Por cuánto tiempo estarán sin sentido? —pregunté.
—Por horas. No te tienes que preocupar por eso. Te devolveré tu pistola real; pero no quiero que la uses ahí. La mayoría de esos tipos solo están haciendo su trabajo. Incluso algunos de ellos están con nosotros.
Asentí y eché el dardo en la mesa.
—Perfecto.
—¿Encontraste cascos? —preguntó Tony.

—Sí, Henry los traerá pronto —contestó Gabe.
Addie tomó una de las pistolas de tranquilizadores de la mesa y le introdujo un dardo; la estudió con curiosidad. Gabe corrió detrás del sofá y ella resopló.
—Ah, relájate, humano. Sé cómo usar una pistola.
—Soy Gabe —la corrigió, e hizo una mueca cuando apuntó contra la pared, detrás de Zeke.
—Sal detrás del sofá, Gabe. No voy a disparar. A menos que te lo merezcas. Se deslizó fuera de su escondite con cautela para llegar a la pistola.
—Solo voy a tomar eso.
Addie entornó los ojos mientras se la entregaba, y le lancé una mirada divertida.
—Oigan —volteé al escuchar la voz de Desmond. Metió una cucharada de algo en un tazón—. ¿Quieren cenar?
—Sí, gracias.
—Entonces vengan y coman.
Me apuré a ir a la cocina y me asomé para ver el contenido del tazón. Era una especie de estofado. Le dirigí una mirada de agradecimiento y me metí un poco en la boca con la cuchara. No esperaba que me volvieran a alimentar.
—¡Pensé que los números más bajos eran más amables! —Escuché a Gabe exclamar desde la sala, y cuando miré hacia allá vi a Addie apuntando una pistola tranquilizadora contra su pecho.
—Adina, deja de torturar a Gabe —le dijo Tony riendo entre dientes.
Casi me rio, pero Desmond tenía la mirada clavada sobre mí como si estuviera planeando mi muerte. Tragué la comida y me limpié la boca. Él había estado callado y malhumorado toda la tarde; era claro que no estaba a favor del plan.
—¿Por qué estás ayudando si no quieres hacerlo? —le pregunté.
—Dije que lo haría, ¿no? —preguntó. Había peinado su pelo café en una cola de caballo corta, y los bordes filosos de su rostro se veían duros. No era un hombre atractivo, ni siquiera cuando estaba contento.
—Y pareces tan feliz al respecto.
Lo único que recibí como respuesta fue que me fulminara con la mirada. Consideré llevar mi comida al otro cuarto, pero tenía demasiadas preguntas. Aunque no parecía tenerme miedo, parecía odiarme solo un poquito menos de lo que me odiaba el humano promedio.
—¿Pero por qué ayudarnos si nos odias? —insistí. Soltó un suspiro largo y se recargó contra la barra.
—No los odio. Simplemente no confío en que no regresarán después y nos matarán a todos.
Preocupación válida, en mi opinión.
—¿Así que decidiste liberarnos y jugártela?
Hizo una pausa y deslizó sus manos en los bolsillos de sus jeans.
—Hubo una discusión hace unos años. Cuando decidimos que necesitábamos que

se fueran los Reiniciados para tener cualquier tipo de éxito contra CAHR; algunos pensamos que debíamos matarlos.
—¡Ah! Y consideraste esa posibilidad. Se aclaró la garganta.
—Quizás un poco. Pero luego Tony dijo: «Solo hay que conocer a uno. Vamos a rescatar a uno y hablar con ellos sin que CAHR esté mirando y veamos lo que piensan». Así que rescatamos a una.
—Y la Reiniciada era… ¿qué? ¿Amable?
—No. Oh, demonios, no lo sé, se sentó en la sala y sollozó. No nos dirigió una sola palabra.
—Probablemente pensó que la iban a matar.
—Sí. Pero en realidad ninguno de nosotros esperaba esa reacción. Pensábamos que se resistiría, o nos atacaría. Cuando no lo hizo y llegó la hora de la verdad, no la pudimos matar. Habíamos oído rumores de que había Reiniciados al norte, así que la llevamos lo más lejos que pudimos y la soltamos. Le pedimos que hablara con cualquier Reiniciado que encontrara sobre la posibilidad de que aceptaran a cualquier otro que rescatáramos. Ya sabes, para ver si estarían dispuestos a trabajar con nosotros. Y lo estaban.
—¿Por qué no la pudieron matar? —pregunté—. CAHR nos elimina todo el tiempo. Tony debe haberlo visto.
—Estoy seguro de que sí. Pero es distinto cuando estás sentado con una quinceañera que no parece muy distinta de ti —se encogió de hombros—. Siempre he pensado que tomamos un riesgo terrible al liberarlos, pero era la mejor de dos opciones de mierda. Así que aquí estoy. Esperando que los tuyos sean lo suficientemente agradecidos como para no regresar y destruirnos a todos.
—Si esto te ayuda, no tengo ningún interés en regresar y matar a ninguno de ustedes.
Un esbozo de sonrisa apareció en su rostro.
—Agradezco eso.
—Des, ya detén eso. No son asesinos —Tony puso sus manos en mis hombros; me sobresalté y casi suelto la cuchara. Era extraño que no le molestara tocarme.
Pero a mí sí, por lo que, esquivé sus manos y fruncí el ceño. O no se dio cuenta, o no le importó, porque solo me sonrió. Miré a Desmond de nuevo. Quizás era el único cuerdo aquí.
—Wren, ¿quieres venir a revisar el mapa de nuevo conmigo? —preguntó Tony—.
Quiero asegurarme de que mi gente sepa a dónde va, pero te estarán siguiendo.
Asentí y lo acompañé a la mesa, parada detrás de los humanos. En ese momento Tony volvía a describir la ruta que tomaríamos para entrar. Ya había oscurecido, y tuvo que acercar una lámpara a la mesa para que lo pudiéramos ver.
—Y luego ustedes saldrán por aquí —terminó Tony, pasando su dedo por el vestíbulo de CAHR—. O por donde quieran, supongo. Después de soltar a unos cien

Reiniciados, lo más probable es que puedan escoger sus salidas.
Una sonrisa me levantó las comisuras de los labios. Él no tenía ni idea.

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