Capítulo 3

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Con disimulo le lancé otra mirada al verlo al final de la fila, al recoger mi charola para el almuerzo. Veintidós estaba ahí, inspeccionando la cafetería. Sus ojos se posaron en mí y volteé de prisa, al tiempo que empezaba a saludarme con la mano. Enfoqué mi atención en la humana detrás de la barra al ponerme un filete en la charola. Había tres empleados atrás del mostrador de cristal; dos mujeres y un hombre. Los Reiniciados también solían hacer los trabajos de servicio en CAHR,
hasta que los humanos comenzaron a ponerse inquietos por la falta de empleos y se crearon unos cuantos trabajos más para tenerlos contentos. Aun así, no parecía entusiasmarles mucho la idea de estar al servicio de los Reiniciados.

Dejé que llenaran mi charola, luego me dirigí al otro lado de la cafetería para
tomar mi lugar habitual junto a Hugo. Enterré mi tenedor en el filete perfectamente cocido y metí un trozo en mi boca. CAHR le echaba un discurso a los padres de los Reiniciados acerca de la manera en que estaríamos mucho mejor bajo sus cuidados (no era que los padres tuvieran otra opción). Seríamos útiles, decían. Podríamos tener algo parecido a una vida. Yo no sabía si estábamos mejor así, pero era cierto, estábamos mejor alimentados. Un Reiniciado podía sobrevivir con menos comida, pero nos desempeñábamos mejor cuando nos alimentaban regularmente, y bien. Si nos negaban la comida nos volvíamos débiles e inútiles, como los humanos.
-¿Me puedo sentar aquí?
Levanté la mirada para ver a Veintidós parado frente a mí, charola en mano. Había sangre en su camisa blanca, tal vez uno de los Noventa había aprovechado una segunda oportunidad para doblegarlo. Normalmente era así por un par de días, hasta que los guardias se cansaban de la conmoción.
-Los menores de sesenta están allá -le dije e indiqué la mesa de Ever, donde estaban hablando y riendo, mientras un chico gesticulaba aparatosamente con los brazos.
Volteó a verlos.
-¿Es una regla?
Hice una pausa. ¿Lo era? No, eso lo comenzamos nosotros.
-No -contesté.
-Entonces, ¿me puedo sentar aquí?
No se me ocurría una sola razón por la que no lo pudiera hacer, aunque me seguía pareciendo una mala idea.
-Está bien -le dije titubeante.
Se dejó caer en el asiento frente a mí. Varios de los Ciento-Veinte voltearon hacia mí, con una mezcla de confusión y molestia en sus rostros. Marie Uno-Tres-Cinco entornó los ojos y movió la cabeza viendo hacia mí y luego hacia Veintidós. La ignoré.
-¿Por qué lo hacen si no es una regla? -preguntó, señalaba el entorno de la
cafetería.
-Los números más cercanos tienen más en común -le dije y mordí un trozo de filete.
-Es una tontería.
Fruncí el ceño. No era una tontería. Era la verdad.
-No veo cómo la cantidad de minutos que estuviste muerto puede afectar tu
personalidad -dijo.
-Eso es porque eres un Veintidós.
Levantó una ceja antes de volver a concentrar su atención en su platillo de carne.
La picó como si temiera que, al morderla, esta brincara y le devolviera el favor.
Arrugó la nariz y miró mientras yo llevaba un trozo a mi boca.
-¿Está buena? -preguntó-. Se ve rara.
-Sí, está buena.
La miró con reticencia.
-¿Qué es?
-Filete.
-¿Entonces es vaca?
-Sí. Nunca has comido carne, ¿eh? -Era difícil conseguir cualquier tipo de carne en los barrios bajos, a menos que un humano trabajara para CAHR. Ellos controlaban las granjas, por eso, a menudo la cacería era un esfuerzo infructuoso.
Hacía años que el exceso de cacería había dejado las reservas sin la mayoría de sus animales salvajes. En ocasiones, aparecía un conejo o una ardilla, pero no los veía seguido.
Los Reiniciados comían mejor que la mayoría de los humanos, lo cual solo hacía que nos odiaran más.
-No -contestó Veintidós. Su expresión indicaba que no tenía el menor interés
en cambiar eso.
-Pruébala, te gustará.
Levantó un bocado hasta sus labios y lo metió con rapidez. Lo masticó 5o tlentamente y tragó con una mueca. Bajó la mirada hacia el trozo de filete restante que aún quedaba en su plato.
-No sé. Es muy raro.
-Solo cómelo y deja de gimotear -dijo Lissy desde su lugar. Le tenía poca paciencia a sus novatos. Veintidós no sería la excepción.
Él la miró brevemente, y de nuevo me vio a mí. Lissy frunció el ceño ante la total indiferencia de él hacia ella.
-Es un poco gruñona, ¿no? -me dijo en voz baja.
Siempre. Casi sonreí cuando miré por encima y vi a Lissy apuñalar su carne como si esta intentara escapar. Hugo levantó su cuchillo sobre su filete con una mueca, imitándola.
Ross Uno-Cuatro-Nueve le parpadeó dos veces, cosa que, estoy bastante segura, era su versión de una sonrisa.
-Todos dicen que será mi entrenadora -dijo Veintidós. Lissy levantó la cabeza
de golpe y le apuntó con el cuchillo mientras hablaba.
-Tienen razón. Así que cálmate y cómete eso.
El rostro desafiante de Veintidós era distinto al de cualquier otro que hubiera visto. Su sonrisa no desapareció; simplemente se transformó en una sonrisa grande, retadora y burlona. Soltó su tenedor y se reclinó en la silla. No tuvo que decir oblígame. Quedaba claro.
Lissy se metió en la boca la comida que aún quedaba y de un salto se puso de pie,
murmurando para sí. Pisando fuerte le lanzó una mirada a Veintidós al pasar junto a él.
-Espero que te mates rápidamente para que no te tenga que soportar por mucho tiempo -le gruñó.
-Creo que esa es la estrategia que toma con todos sus novatos -dijo Hugo con
una risa, mirándola mientras ella quitaba a Cinco-Uno de su camino y desaparecía a toda velocidad por las puertas de salida.
-Ella supone que los transforma en buenos Reiniciados -dije, pero el recuerdo de haber tenido que sacarle el cuchillo a la cabeza de Cuatro-Cinco aún revoloteaba en mi mente.
-Entonces quizá deberías hacerlo tú -dijo Veintidós, animado-. Te toca
escoger, ¿no?
-Sí. Y no entreno a números tan bajos.
-¿Por qué no?
-Porque no sirven.
Marie Uno-Tres-Cinco soltó una risa breve y Veintidós nos lanzó una mirada
divertida.
-Quizá porque no te tienen a ti. Además, me siento insultado -su sonrisa
sugirió que no lo estaba.
Piqué en mi plato con el tenedor. Podría tener razón. Los grupos más bajos de
novatos nunca tenían la menor oportunidad. ¿Era por su número? ¿O era por Lissy?,
quien los entrenaba a gritos. Levanté la mirada hacia él, sin saber qué decir. Nunca lo había pensado.
Su sonrisa se desvaneció, y claramente tomó mi silencio como un rechazo. Esa no fue mi intención, pero mantuve la boca cerrada y él comenzó a comer.
Vagabundeé hasta llegar al sexto piso después del almuerzo. A menudo me aburría en los días entre los ciclos de entrenamiento, sin saber qué hacer conmigo misma. No podía imaginar lo que era ser un Reiniciado de número bajo, uno de los muchos que no estaban hechos para ser entrenadores. Tenían poco para llenar sus días, en especial porque CAHR consideraba que casi todas las formas de entretenimiento eran innecesarias para un Reiniciado.
Me asomé a la pista interior y vi a varios Reiniciados corriendo; algunos trotaban o se perseguían unos a otros. Pasé al siguiente salón: el área de tiro, como siempre, estaba llena. Era de los pasatiempos favoritos. En cada cabina los Reiniciados apuntaban sus pistolas contra hombres de papel alineados contra la pared. En cada ocasión, la mayoría le daba al blanco previsto, la cabeza. CAHR no confiaba en nosotros como para darnos balas de verdad, así que las que usábamos dentro del área de tiro eran de plástico.

Metí las manos en los bolsillos de los pantalones cuando me dirigí a la última puerta, el gimnasio. La abrí y le eché una mirada a los grupos de Reiniciados.
Algunos solo hablaban, otros hacían intentos tímidos por luchar para evitar los gritos de los guardias.
Ever estaba en el rincón, y frente a ella tenía a uno de los hombres de papel del
campo de tiro pegado con cinta a la pared. Se balanceaba de un pie a otro y aferraba
un cuchillo en su mano. En ese momento estudiaba con seriedad al blanco frente a
ella. Una chica alta estaba parada junto, Mindy Cinco-Uno. Estaba atenta al cuchillo que volaba de la mano de Ever y llegaba a la pared, en medio de la cabeza del hombre de papel.
Cuando me dirigía hacia ellas, Ever se acercó a Cinco-Uno y se inclinó hacia ella para hablarle. Los Reiniciados solían jugar dardos en esta esquina del gimnasio, pero CAHR tuvo que ponerle un alto a eso. El lanzamiento de cuchillos también era un juego, solo que parecía una práctica. Yo no participaba, pero unos cuantos Menos Sesenta conservaban un registro de cuántas veces hacían blanco en la cabeza durante una sola sesión. Según lo último que supe, Ever estaba entre los tres primeros lugares.
Ever comenzó a pasar su mano por el brazo de Cinco-Uno, pero me sorprendió observando y rápidamente se alejó de ella, imprimiendo una sonrisa sobre su rostro cuando me acerqué.

-Hola -dije, mirando de manera fugaz a Cinco-Uno. Se estaba limpiando los ojos con dedos temblorosos y deseé no haberme acercado. Las emociones de los Menos-Sesenta me incomodaban. Di un paso hacia atrás, lista para pretextar algo e irme, pero ella dio unos pasos para alejarse de nosotras.
-Me tengo que ir -dijo-. Ever lleva cuarenta y dos lanzamientos.
Asentí con la cabeza y volteé hacia Ever, quien ahora sacaba el cuchillo sin filo del muro de corcho. Lo extendió hacia mí y negué con la cabeza. Volvió a su lugar y miró de reojo el blanco al tiempo que giraba el cuchillo en sus manos.
-Dejaste que Callum se sentara contigo hoy en el almuerzo -dijo, arqueando una ceja, justo antes de tirar el cuchillo. Cayó en la mitad de la frente.
-Puede sentarse dondequiera -dije, mientras la mirada desafiante de Veintidós dirigida a Lissy me pasaba por la mente.
Ever rio mientras arrancaba el cuchillo de la pared.
-Claro. Porque siempre comes con los Menos-Sesenta. Me encogí de hombros.
-Preguntó. Y no se me ocurrió una buena razón para decir que no.
Volvió a reír y tomó su lugar a unos cuantos metros frente al hombre de papel.
-Es lo justo -se le iluminaron los ojos y rápidamente volteó a mirarme-. ¿Te gusta?
-No.
-¿Por qué no? Es guapo.
-Aquí todos lo son.
Era cierto, de alguna manera todos los Reiniciados eran atractivos. Después de la muerte, cuando el virus se arraigaba y el organismo reiniciaba, la piel se aclaraba, el cuerpo se afilaba, los ojos brillaban. Éramos más bonitos, pero con un toque de desquiciados.
Si bien mi toque correspondía a una porción más generosa.
Ever me miró como si fuera un adorable cachorrito que se hubiera acercado para pedir atención. Nunca me gustó esa mirada.
-Está bien pensar que es guapo -dijo-. Es natural. Natural para ella. Yo no tenía sentimientos así. No existían.
Me encogí de hombros, evitando sus ojos. A menudo se afligía cuando le decía que no tenía las mismas emociones que ella. Encontré que era mejor no decir nada.
Volteó y se meció de un pie a otro, exhalando mientras se preparaba para volver a tirar. Permaneció quieta mientras se concentraba en el blanco, el cuchillo suspendido en el aire y listo para lanzar. Al soltarlo, una de sus botas se levantó del suelo y su cuerpo se deslizó hacia delante por el esfuerzo. Le sonrió al cuchillo enterrado en la pared.
La vi lanzar el cuchillo varias veces más, hasta que llegó a cincuenta y volteó a verme.
-¿De qué hablaron? -preguntó. Vi que trataba de entablar una conversación contigo, esa alma valiente.
Una sonrisa jaló las comisuras de mis labios.
-Principalmente comida. Nunca había comido carne.
-Ah.
-Y me pidió que lo entrenara. Ever bufó y me dio la espalda.

-Pobre tipo. No te puedo imaginar entrenando a un Veintidós. Probablemente lo partirías en dos.
Asentí mientras miraba el cuchillo volar por el aire una vez más. Ever solo era una Cinco-Seis, y era una buena Reiniciada. O, por lo menos, adecuada. Se había mantenido viva por cuatro años, siguiendo órdenes y completando sus asignaciones con éxito.
-¿Quién fue tu entrenador? -le pregunté. No le puse mucha atención a Ever cuando era novata, aunque estábamos en el mismo cuarto. Llegó a CAHR casi un año después de mi arribo, cuando yo todavía no era entrenadora.
-Marcus Uno-Tres-Cero -dijo.
Asentí. Lo recordaba vagamente. Murió en acción hacía varios años.
-Yo era el número más bajo de nuestro grupo de novatos, por lo que cargó conmigo -se encogió de hombros-. Pero era bueno. Por suerte Lissy todavía no llegaba. Tal vez yo habría muerto la primera semana.
Muchos de los entrenados por Lissy sobrevivían perfectamente el entrenamiento, pero una sucesión de malos elementos cimentaron su reputación como asesina de novatos. Quizá la merecía. Tal vez Veintidós sería la próxima víctima de aquella mala suerte.
Levanté la mirada hacia Ever cuando hundía el cuchillo en la pared otra vez.
-¿Cuántos van con ese? -preguntó.
-Cincuenta y dos.
-Maldición.
No pude evitar reír cuando ella le sonrió al blanco. Quizá no todos los Menos- Sesenta eran casos perdidos.

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