Capítulo 15

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Le eché una mirada furtiva a Ever en el momento en que me ponía un suéter sobre la camiseta. Hoy parecía más normal. Equilibrada, en calma, mientras se ataba las botas.
Demasiado calmada.
No pensé que hubiera dormido anoche. Estaba despierta cuando regresé al cuarto y encaramada en la orilla de la cama cuando desperté. Cuando regresé de correr con Callum, seguía en la misma posición, con la mirada clavada en la pared.
-¿Estás lista? -pregunté, mientras avanzaba poco a poco hacia la puerta. Me estaba asustando. Sus ojos eran duros y glaciales, casi esperaba que se levantara de un salto y me arrancara la garganta.
Se levantó con lentitud, soltó un pequeño suspiro mientras nuestras miradas se encontraban.
Después dio un paso adelante y me abrazó.
Me puse tensa, esperando la trampa, la verdadera razón por la que me abrazaba, pero solo se aferró con más fuerza.
Levanté mis brazos alrededor de su espalda lentamente y presioné mis manos con delicadeza contra el algodón suave de su camisa. Estaba tibia, no tibia como Callum, pero sin duda más tibia que yo, aunque su cuerpo temblaba con la intensidad de alguien que se congelaba.
Se apartó y respiró profundo, al tiempo que trataba de sonreír entre las lágrimas que se le formaban en los ojos.
-Lo siento -susurró.
Escuché primero el crujido. Caí al suelo antes de advertir que me había estrellado su pie contra una rodilla y me había despedazado la rótula.
-Ever, qu... -apreté los labios para evitar un grito. Entre tanto me tomó del tobillo y me rompió la otra pierna con un horrible giro.
Hice el dolor a un lado y lo relegué a una parte de mi cerebro que no reconocí. Me cosquilleaba y se rehusaba a ser del todo ignorado, pero yo era una maestra en desensibilizar mi cuerpo.
Ever me lanzó una mirada de arrepentimiento y salió corriendo por la puerta. Era ella. ¿Por qué haría eso si era ella misma?
Aferré el borde del colchón y me puse de pie con dificultad. Un gruñido escapó

de mi boca mientras una nueva agonía recorrió mis piernas, y tuve que agarrarme al borde de la cama para quedar sentada.
Un disparo.
Mi cabeza giró hacia la puerta para ver cómo los Reiniciados que pasaban por ahí se congelaban a medio paso.
Silencio.
Aquí el silencio nunca era algo bueno.
Solté la cama y de inmediato caí estrepitosamente al suelo, sin que mis piernas rotas lograran sostener mi peso. Apoyé mis dedos en el azulejo frío y me fui arrastrando hacia el pasillo, volteando hacia un lado y otro.
El guardia al final del pasillo estaba muerto, despatarrado en el suelo, con una bala en la cabeza. La funda de su arma estaba vacía.
-¿Quién hizo eso? -dije con un grito ahogado, aunque sabía la respuesta. Una joven Reiniciada parada a unos cuantos pasos de mí me miró con tristeza.
-Ever.
Le aferré la mano y saltó, con los ojos muy abiertos por el miedo; la usé como apoyo para ponerme de pie con dificultad. Mis huesos estaban comenzando a sanar, pero todavía me tambaleaba.
Abrí la boca para preguntar si me ayudaría a caminar cuando sonó otro disparo.
Desprendió su mano de la mía y corrió en dirección contraria.
La pared no tenía nada que me permitiera sujetarme, así que me recargué en ella, arrastrándome por el pasillo. Los Reiniciados pasaban volando junto a mí; todos se alejaban de los disparos. Sonaron más mientras abría la puerta hacia la escalera. Podía caminar más rápidamente si agarraba el barandal firmemente, y bajé cojeando tan rápido como pude.
-Oye -agarré el brazo de Hugo, cuando subía por las escaleras-. ¿Dónde está?
-Se dirigía a la cafetería -dijo, bajando las cejas mientras me examinaba-.
¿Qué te pasó?
Sentí cómo se acomodaba en su lugar una de mis rótulas con un chasquido, poco a poco sanaba por completo, y bajé corriendo por las escaleras, arrastrando la otra pierna.
-¿A dónde vas? -gritó Hugo tras de mí-. Está matando guardias. ¡Te van a disparar!
Su advertencia se desvaneció cuando atravesé corriendo la puerta del séptimo piso. El tiroteo estalló en mis oídos y miré de izquierda a derecha frenéticamente.
Había dos guardias muertos en el suelo. Ever estaba frente a la puerta de la cafetería, con un casco de guardia en la cabeza. Varias balas la habían rozado y su camisa blanca estaba cubierta de sangre.
Un guardia dio la vuelta a toda prisa por una esquina y Ever giró para enfrentarlo, apuntando la pistola. Disparó una ronda directo a su pecho antes que él pudiera

reaccionar. Su rostro era duro, sus labios estaban fruncidos; sus ojos examinaban el área en busca de otra amenaza.
No obstante, seguía siendo ella misma.
Levantó una mano y se quitó el casco, dejándolo caer al suelo mientras empujaba la puerta de la cafetería para entrar.
¿Qué estaba haciendo? La matarían en el instante en que entrara.
Mis dos piernas habían sanado y corrí hacia ella en el momento en que abrió la puerta, trataba de gritar su nombre. Mi voz no salió.
-¡Wren! -Sentí que alguien jalaba mi brazo y volteé para ver el rostro preocupado de Callum. Jalé mi brazo y salté corriendo tras Ever cuando entraba a la cafetería.
-¡Wren, detente! -Las pisadas de Callum me siguieron.
Crucé las puertas para ver a Ever subir a una mesa. Arrojó la pistola a un lado e hizo señas hacia los oficiales que estaban en la pequeña habitación sobre la cafetería, como diciendo: ¿Qué están esperando?
Corrí hacia ella, traté de alcanzar su mano.
-Ever, deten... -mi voz se perdió entre una ráfaga de disparos. Sentí que su sangre me salpicaba el rostro.
Su cabeza se hizo hacia atrás.
Y luego yo estaba en el suelo, los brazos de alguien me rodeaban, era su cuerpo el que escudaba al mío. Creo que hablaba, pero en mis oídos sus palabras sonaban confusas. Su aroma me era familiar.
Callum.
«Despejen la cafetería», el sonido en el intercomunicador me hizo brincar, una aburrida voz humana atravesaba la neblina.
Sus brazos me soltaron, pero no me podía mover.
Despejen la cafetería. Tenía que caminar. No podía caminar. No me podía mover.
Callum me agarró por los brazos y me jaló para que me pusiera de pie. Al sentir una tela contra mi rostro abrí los ojos y lo vi usar su camisa para quitarme la sangre de Ever.
-Camina -dijo.
Parpadeé y traté de poner un pie frente al otro. Me tambaleé.
Callum pasó un brazo alrededor de mi cintura y me sujetó contra él, me arrastró por las puertas hasta el pasillo.
Me jaló hacia el baño de los chicos y me colocó junto a un lavabo, lentamente quitó su brazo de mi cintura. Me recargué contra la fría pared de azulejo y cerré los ojos, aferrada al borde del lavabo para apoyarme.
Sentí algo tibio y mojado en mi rostro y cuello; abrí los ojos y vi que me limpiaba con un trapo.
-¿Traes puesta la camiseta?

No entendí la extraña pregunta. Me toqué la camisa y mi mano se retiró mojada, roja. Contuve el aliento bruscamente.
Levantó mi camisa para revisar, pues no respondí. Llevaba una. Siempre.
Me quitó la camisa negra de encima y la tiró, y limpió mis dedos llenos de sangre hasta que quedaron limpios. Tiró la ropa en la basura.
Extendió su mano hacia mí y lo empujé a un lado. Pensé que podría gritar si me abrazaba, si me estrechaba como lo había hecho Ever hacía unos minutos.
Nada de gritos. Esa era mi propia regla.
En vez de eso, puso sus manos en mis mejillas y me hizo mirar sus ojos negros.
-Lo siento -susurró, al borde de las lágrimas.
Yo debería haber estado al borde de las lágrimas. Ever lo habría estado. Un humano estaría sollozando.
Llorar era lo normal. Ella merecía lágrimas.
Me quité sus manos de encima y presioné la palma contra mi boca para evitar el grito que crecía en mi pecho. No podía desmoronarme frente a él.
Salí corriendo del baño, la mano contra mis labios mientras subía saltando por las escaleras y me dirigía a mi cuarto. Me acurruqué en mi colchón y jalé las mantas sobre mi rostro para no ver su lecho vacío.
Pero aun así, las lágrimas no llegaron.

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