Capítulo 22

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Callum me miró desde el agujero; el alivio y la felicidad se extendieron por su rostro. Tenía un brazo alrededor de sus rodillas y el casco colocado en la tierra frente a él. Estaba tan feliz de verlo que ni me preocupé por señalarle que debía de tenerlo puesto.
-Lo conseguiste -miraba con genuina sorpresa el casco acomodado bajo mi brazo.
-Sí -salté dentro del agujero y se lo di-. También tomé su camisa. Espero que no apeste.
Se la llevó a la nariz.
-Nah, está perfecta. Le extendí el pan.
-Esto es para ti.
Lo desenvolvió y me miró con asombro.
-¿En serio? Das miedo por lo buena que eres a veces.
-Te lo puedes comer todo, no tengo hambre -mentí. Frunció el ceño mientras lo ponía en el suelo.
-No seas ridícula. No hemos comido desde anoche -metió los brazos por la camisa, la dejó desabotonada en tanto partía el pan en dos y me ofrecía una parte.
-Tómalo, estoy bien por ahora -dije mientras me deslizaba hasta el suelo.
-Wren. Cómelo. En realidad sí soy un poquito rudo, sabes. No me tienes que cuidar.
El tono de su voz me hizo hacer una pausa.
-No quise decir...
Me interrumpió con un beso, que le devolví, aliviada de no tener que terminar la oración. Apretó el pan en mi mano y lo tomé, sonriéndole mientras se apartaba.
-¿Dónde lo conseguiste? -preguntó mientras daba una mordida.
-En una casa -mascullé-. ¿Quieres dormir un rato? Yo puedo vigilar.
-Nah, no tengo sueño -dijo mientras se terminaba su pan.
-Pero no dormiste en toda la noche.
-No duermo todo el tiempo. No puedo.
-Ever no dormía mucho -pasé mis dedos por la tierra-. ¿Eso es común con los Menos-Sesenta?

-Sí, eso me han dicho. La última semana estuve durmiendo más, pero me siento muy despierto de nuevo.
-¿Te sientes bien? -pregunté.
-Me siento perfecto. Le dieron las inyecciones a Ever, ¿no? Las que nos vuelven locos.
Asentí, mantuve la mirada sobre la tierra.
-Qué pasaría si...
Levanté los ojos para ver su rostro preocupado, ansioso.
-¿Qué pasaría si te las dieron a ti? -indagué.
-Sí.
-Que tú sepas, no lo hicieron, ¿o sí?
-No. Pero mi compañero de cuarto y yo no hablábamos mucho. No creo que me lo hubiera dicho.
-Pero ¿te sientes bien?
-Sí, excepto por... -bajó los ojos hacia sus manos temblorosas.
-Probablemente solo tengas hambre. Nunca comiste lo suficiente. Y estás cansado. Deberías tratar de dormir.
-Supongo. Pero ¿qué pasará si no es solo eso? ¿Entonces qué?
-Ya estás fuera -le dije con una confianza que no sentía-. No te pudieron haber dado tantas inyecciones. Probablemente pierden su efecto.
Asintió, recargado contra la tierra.
-Sí. Estoy seguro de que está todo bien. No estuve ahí tanto tiempo.
Se trataba de convencer más a sí mismo que a mí, pero le sonreí y asentí.
-Exactamente.
-Trataré de dormir -cerró los ojos. Después entreabrió uno y me extendió su brazo-. ¿Te quieres acercar más?
-No puedo. Uno de nosotros tiene que quedar despierto y vigilar.
-Un abrazo. Quizá dos. Quince, máximo.
-Callum -le dije riendo-. Ya duérmete.
-Está bien -me dijo con un suspiro exagerado, entre tanto una sonrisa surgía en sus labios.
Horas después, cuando me asomé fuera del agujero, la noche lucía engañosamente tranquila. Una suave brisa soplaba por el campo y hacía murmurar a las pocas hojas que quedaban en los árboles. Se sentía tan agradable que me pasó la breve y enloquecida idea de solo acostarme bajo los árboles con Callum.
Se incorporó junto a mí, miró alrededor. Había intentado dormir, o fingió hacerlo, por bastante tiempo, hasta que se dio por vencido y se quedó mirando la orilla de la zanja. Me recordaba tanto a Ever que se me hizo difícil respirar. Sentía como si tuviera a alguien parado sobre mi pecho.
Extendí el mapa frente a nosotros, le indiqué el área donde Leb nos dijo que deberíamos escapar.

-Correremos por aquí -tracé la ruta con mi dedo-. Espero que nos podamos acercar bastante a la valla antes que los guardias nos vean. De ahí nos dirigiremos hacia los árboles e iremos al norte hasta perder a los humanos. Después damos vuelta y volvemos al sur.
Callum asintió.
-Entendido.
Me impulse fuera del agujero y Callum hizo lo mismo. Las luces del tugurio seguían brillando mientras los oficiales de CAHR peinaban la zona para encontrarnos, pero el campo estaba oscuro.
Comencé a ir hacia los límites de la ciudad y Callum me siguió. Tomó mi mano mientras caminábamos, entrelazando sus dedos con los míos. Íbamos un poco más lento de lo normal. Mis pies se sentían pesados y me rugía el estómago, pues exigía comida. Casi me tentaba la idea de detenernos y encontrar algo, pero no quería arriesgarme a atraer a los oficiales de CAHR en esta dirección otra vez. Necesitábamos acercarnos lo más posible a los linderos de la ciudad sin que nadie lo notara.
Callum parecía estar en mejor condición. No había mencionado que tenía hambre, y cuando me volteó a ver parecía firme y tranquilo.
-¿Sabes quién les disparó a ti y a tus padres? -preguntó.
-No. De todos modos no importa. Hizo una pausa, me lanzó una mirada.
-¿Extrañas a tu mamá y tu papá?
-No lo sé -era la única manera honesta de contestar esa pregunta.
-¿No lo sabes?
-No. No lo sé. No me acuerdo mucho de ellos, y lo que sí recuerdo, no es muy bueno. Pero, a veces, me siento... extraña.
-¿Extraña?, ¿tal vez triste?
-Supongo.
-¿No quisieras verlos de nuevo si pudieras?
-Callum, jamás lograrás hacerme decir que es una buena idea. Y no, no los quisiera volver a ver.
Permaneció callado unos minutos y seguimos caminando por el vecindario, nos mantuvimos cerca de la parte trasera de las casas mientras nos acercábamos más a los límites de la ciudad.
-¿Qué hacías? -preguntó-. Cuando eras humana.
-Tenía doce años. Iba a la escuela y trabajaba.
-¿Dónde trabajabas?
-En un bar. Lavando platos. Muchos de los chicos querían el trabajo, pero les agradó el que yo fuera pequeña. No ocupaba tanto espacio.
-¿No había reglas sobre la edad laboral en los barrios? -preguntó.
-No. Si podías hacer el trabajo, lo podías solicitar. ¿Tienen reglas de edad en el

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