La dirección que nos dio Leb para encontrar a los rebeldes estaba después de la escuela, en una zona de la ciudad que había conocido bien de niña. La calle se curvaba y las casas estaban derruidas, tristes y, algunas más, cayendo a pedazos. Esta parte de los tugurios de Austin era más parecida a Rosa, aunque muchas casas estaban pintadas de colores brillantes y alegres.
Fuimos mitad a trote y mitad corriendo al otro lado del pueblo, apresurándonos a ir detrás de los edificios y árboles con cada sonido que escuchábamos. Estaba muy oscuro, pero el sol comenzaría a salir en cualquier momento, y quería llegar con los rebeldes antes de que hubiera más luz.
—Es esa —apunté a una calle de terracería. Reduje el paso al bajar por ella, miré a lo largo de una fila de casas color café. Según el mapa, era la última casa a la derecha.
Llegamos al final de la calle y caminamos arduamente sobre el pasto irregular y marrón hasta la puerta del frente. La casa no estaba pintada. Era de madera café, sin ventanas frontales, y más angosta que las casas de uno y otro lado, pero se extendía un poco más hacia atrás. Si la idea fue no destacar, lo habían logrado.
Miré el costado de la casa y vi una pequeña cerca de madera. Le hice señas a Addie y Callum para que nos acercáramos.
—Síganme —susurré, corriendo con rapidez. Saltamos la cerca y caímos en el piso terregoso de un diminuto patio trasero. Me acerqué con lentitud hacia la oscura puerta de la parte posterior de la casa, y con los nudillos toqué suavemente la madera.
Nada.
Volví a tocar, un poco más fuerte, mientras le lanzaba una mirada nerviosa a Callum. Lidiar con humanos me ponía inquieta. Detestaba depender de ellos para cualquier cosa, y podía ver, por la esperanza en sus ojos, que él esperaba que esta gente tuviera todas las respuestas.
—¿Qué? —dijo con calma la voz de un hombre desde el otro lado de la puerta.
—Somos nosotros —dije en voz muy baja—. Hmmm, nos mandó Leb.
Un silencio siguió mis palabras, después una ráfaga de ruido. Se susurraban unos a otros y corrían alrededor.
Solté la mano de Callum y extendí un dedo hacia la pistola en mi cadera. No desenfundaría aún. Les daría una oportunidad.
Les tomó por lo menos un minuto, pero, al final, la puerta se abrió para revelar a un chico con cara de sueño, rizos oscuros y desaliñados que me apuntaba con una pistola a la cabeza.
Darles oportunidades a los humanos era una estupidez.
Agarré mi pistola, pero el humano rápidamente levantó una mano indicándome que me detuviera. Temblaba.
—No la quiero usar —dijo—. Solo somos precavidos. Si quieren entrar, necesitaremos todas sus armas.
—¿Pero ustedes pueden conservar las suyas? —preguntó Callum.
Su tono tranquilo y relajado desconcertó al humano. Lo podía notar por la manera en que sus ojos nos veían a cada uno, tragando saliva mientras miraba a Callum de pies a cabeza. Era mucho más bajo que Callum —en realidad, casi tan bajo como yo
— y se veía ridículo apuntándole a él con la pistola. Era probable que tuviéramos la misma edad, aunque podría haber sido un poco más joven.
—Si quieren entrar tienen que entregar sus armas —repitió.
—Está bien —le extendí mi pistola. De todos modos no la necesitaba. Por la manera en que temblaba, podría tomar su pistola, romperle el cuello y bailar sobre él en dos segundos exactos.
Sonreí mientras se la entregaba.
—¿Algo más? —preguntó, y bajó la pistola. Miró a Addie enfáticamente.
—No tengo nada —dijo ella, y levantó las manos.
Saqué el cuchillo de mi bolsa y también se lo entregué. Lo tomó, mirando sobre su hombro. Pasó de un pie a otro, obviamente sin saber qué hacer a continuación.
Un hombre apareció tras él. Era mucho más alto, y aferró el borde de la puerta con una mano enorme. También parecía que se acababa de levantar; pasó una mano por su pelo encanecido y nos miró con ojos entrecerrados.
—¿Cuál de ustedes es Wren? —preguntó.
—Yo.
—Entonces… ¿Adina? —preguntó, y ella asintió. Enfocó a Callum—. Y tú eres Veintidós.
—Callum.
—Tony —dijo. Puso su mano en el hombro del chico—. Este es Gabe. Leb nos aseguró que no nos matarían. ¿Estamos todavía de acuerdo con ese plan?
La pregunta iba dirigida a mí.
Callum rio un poco, y una sonrisa surgió en la comisura de mis labios.
—Sí.
Tony hizo señas con la cabeza y Gabe dio un paso atrás, con la pistola apuntando todavía hacia nosotros mientras yo cruzaba la entrada. Los pisos de madera crujieron bajo mis botas y entrecerré los ojos en la oscuridad; Tony nos condujo por el pasillo hasta la sala. La luz provenía de un par de lamparitas. La única ventana, en la cocina, a mi izquierda, estaba cubierta por cortinas oscuras.
Había otro humano, este era desgarbado, con grueso pelo castaño que le llegaba a los hombros, sentado en un felpudo sillón café y frunciendo el ceño. Parecía tener casi la misma edad que Tony, y miró cada paso que di al entrar.
Mis ojos se movieron con rapidez hacia la cocina, pero, al parecer, eran los únicos humanos en la casa.
Tony cruzó la sala dando grandes zancadas y se detuvo en la mesa de la cocina.
Levantó un trozo de papel. Regresó a mí y me lo entregó.
—Lo prometido.
Era un mapa. Lo tomé y miré el dibujo de Texas y las instrucciones escritas abajo. La reservación de Reiniciados estaba a varios kilómetros al norte, no muy lejos de lo que solía ser la frontera de Texas.
—Podemos ayudarles parte del camino —dijo—. Pueden quedarse aquí hasta mañana en la noche, entonces…
Se detuvo. Sus ojos atentos estaban enfocados sobre Callum, giré para verlo recargado contra la pared, con una mano sobre su nariz y boca. Su cuerpo entero temblaba.
—¡Jesús! Lo inyectaron, ¿verdad? —preguntó Tony.
—Sí. Tú…
—Desmond, ve por una cuerda —dijo, y el chico desgarbado se puso de pie de un salto y se apresuró a ir por el pasillo. Un momento después salió con dos trozos de cuerda y se dirigió hacia Callum.
—¿Qué están haciendo? —pregunté y salté frente a él.
—Siéntate —le dijo Tony a Callum—. Las manos detrás de la espalda.
Callum dio un paso adelante como si fuera a hacerle caso a este humano, y lo tomé del brazo, jalándolo hacia mí.
Desmond siguió como si su intención fuera hacerme a un lado y proseguir; lo miré como desafiándolo a que lo intentara. Tony levantó su brazo para detenerlo.
—Es por nuestra seguridad —explicó Tony—. Los Menos-Sesenta no se pueden controlar con esas drogas desquiciadas que les da CAHR.
—Está bien, Wren —dijo Callum, y acarició mi brazo con su mano antes de dar un paso hacia ellos. Desmond le indicó que se sentara, y se deslizó sobre el suelo detrás del sofá. Puso sus manos a la espalda y comenzó a atarlo con la cuerda.
—Tú todavía estás entre rondas, ¿verdad? —le preguntó Tony a Addie.
—Sí —me miró de reojo—. Les dije que quizás existiera un antídoto, o algo que lo haga sentir mejor.
Desmond apretó las cuerdas en las muñecas de Callum y comenzó a atar sus tobillos.
—Hay uno. Pero no lo tenemos.
—¿Quién lo tiene? —pregunté—. ¿Está en CAHR?
—¿Te quieres sentar? —preguntó Tony, e hizo señas hacia la mesa de la cocina
—. ¿Quieres agua, café, o algo?
Hice una pausa. ¿Qué les pasaba a estos humanos? ¿De verdad querían tomar agua y café con un montón de Reiniciados?
Addie comenzó a ir hacia la mesa pero yo no iba a dejar solo a Callum atado en el suelo, mientras tomaba una taza de café. Me senté junto a él y me regaló una pequeña sonrisa.
—Solo quiero saber cómo conseguir el antídoto —crucé las piernas y enfrenté la mirada de Tony.
En realidad pareció triste por un momento y su compasión me hizo sentir incómoda. No sabía cómo manejar esa mirada con la mayoría de la gente, y menos con un humano.
—Está en los laboratorios médicos de CAHR. No hay… no hay manera. Lo siento.
No habría manera para él.
—¿No tienen gente adentro? —preguntó Addie—. ¿Como mi papá?
—Yo estoy dentro —dijo Tony, recargado contra la pared—. Llevo años trabajando como guardia de CAHR.
Adina lo miró confundida.
—¿Dónde? Nunca te he visto.
—Trabajo arriba, en los pisos humanos, las salas de control —volteó hacia mí—. Y te puedo decir que no hay manera de que nuestra gente saque el antídoto. No tenemos a nadie en la sección médica y revisan a todos antes de salir —de nuevo me volvió a dirigir esa horrible mirada de compasión—. Lo siento.
Si me volvía a decir que lo sentía, le quebraría el cuello.
—Está bien —dije—. Entonces voy a tener que entrar a la fuerza y conseguirlo yo misma.
Gabe se rio, y se detuvo abruptamente cuando volteé hacia él. Tragó saliva.
—Ah, hablabas en serio.
Tony y Desmond intercambiaron una mirada confundida. Tony giró hacia mí y pareció considerar sus palabras con cuidado.
—Cariño, estuviste en CAHR por cinco años, ¿sí?
—Sí. No me digas cariño.
—Mis disculpas. Así que, si acabas de estar ahí, conoces la seguridad. Quizá
podrías entrar. Y es un gran podrías. Pero jamás saldrías.
—¿Y en medio de la noche? —preguntó Addie—. Tienen un mínimo de personal.
—Aún así la superan por mucho. Y solo cerrarían las puertas. Las cámaras la verían.
—Encontraremos la manera de cortar la electricidad —dije.
—Hay generadores de respaldo —dijo Tony—. Se encienden en alrededor de un minuto. No lo podrías hacer a tiempo.
Entrelacé las manos; en ese instante se empezó a formar una piedra en el fondo de mi estómago. No me importaba lo que dijeran. Iba a encontrar la manera de conseguir
ese antídoto.
—Una bomba —dije—. ¿Qué tal si hiciéramos estallar una parte del lugar? Nadie lo extrañaría.
Desmond soltó un bufido.
—Esa idea sí me gusta.
—A mí no —dijo Addie, frunciendo el ceño—. Podrías matar a los Reiniciados.
—Sin mencionar que no estamos muy bien surtidos de bombas por acá —dijo Tony—. Escucha, cariño, disculpa, Wren… si pensara que existe alguna manera de que lo pudieras lograr, te lo diría. Pero no hay nada que puedas hacer —soltó un largo suspiro—. Quiero decir, quizá si tuvieras un ejército de Reiniciados. Pero sin eso, no tengo nada.
Me paralicé y mis ojos se movieron rápidamente hacia los de Addie. Pensamos en lo mismo.
—¿Cuántos hay ahí dentro? —pregunté.
—Como unos cien o algo así —Addie miró a Tony, sus ojos brillando por la emoción—. ¿Correcto? ¿Un poco más de cien?
—¿En las instalaciones de Austin, dices? Sí, hay alrededor de cien Reiniciados ahí. Pero no son un ejército; son prisioneros.
Volteé a mirar a Callum, quien tenía una ceja arqueada y una mirada de incredulidad. Puse mi mano en su rodilla y la apreté con suavidad antes de voltear a ver a Tony.
—Entonces iremos a sacarlos a todos.
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Reiniciados
Fiksi IlmiahReiniciados - Amy Tintera Cinco años atrás, la joven Wren Connolly recibió tres disparos en el pecho, ahora ha regresado como una Reiniciada «Reboot». Es una guerrera más fuerte, insensible y capaz de curarse a sí misma. A medida que los Reiniciados...