¹ 𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎 ━━ PDC ✔

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CAPÍTULO 4

❝ NAUFRAGIO INESPERADO ❞

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— ¡Hombres! Todos a sus puestos, estamos muy cerca. Estén atentos —Esa voz lejana le parecía familiar o quizá todavía tenía mucho sueño para razonar. ¿Sueño?

Mariam se sorprendió con la claridad del día —o no tanto—, el cielo estaba grisáceo, formado por nubes cargadas. El viento sacudía las velas con intensidad mientras la madera rechinaba. Una tempestad se acercaba. Ella no entendía cómo pudo permanecer inconsciente y escondida por tanto tiempo. ¿Por qué se durmió? ¿Habría sido un desmayo? Varias preguntas aparecían en su mente, pero nada impedía su miedo a cada balanceo que daba la embarcación.

Los hombres gritaban y corrían de la popa a proa asustados con el cambio tan repentino del clima. El viento era más intenso y las aguas más agitadas, dificultando el equilibrio del gran barco.

— ¡Vamos a naufragar! —Gritaba uno de los oficiales tratando de mantenerse en el mástil principal con mucha dificultad.

— ¡Coraje hombres! ¡Nosotros vamos a conseguirlo! —El hombre que dominaba el timón gritó.

Mariam lloraba mientras pedía a los Dioses proteger a todos en el barco. De repente los barriles se desprendieron y comenzaron a rodar, revelando la tripulante clandestina a bordo. Ella se levantó agarrando una de las cuerdas cerca de las velas y siendo vista por algunos hombres. La tempestad empezaba a caer y la desesperación se apoderaba de los tripulantes del Royal Ocean. Jamás habían presenciado algo como aquello.

El ruido era ensordecedor con todos esos rayos y tormentas, pero todos pudieron oír parte del mástil comenzar a partirse. El barco considerado el mejor creado estaba a un paso de desaparecer en las profundidades del océano. La amarra que la muchacha sostenía se rompió y entonces ella cayó y rodó involuntariamente hacia la popa del barco. Golpeo su espalda contra la madera causando un dolor nunca sentido por ella. Con dificultades el oficial que conducía el barco avistó a la muchacha. Rápidamente dejó el timón y fue a su encuentro.

— ¡Srta. Bradley! ¿Por los Dioses, pero que hace aquí? —Él agarró uno de los brazos de la joven mientras intentaba apoyarse.

— ¡Almirante Marshall!

— ¿Por qué está aquí? —Insistió el hombre.

— ¡E-Erick! —Ella respondió pero pronto se dio cuenta de que Marshall no sabía a quién se refería—. ¡El cuidador de caballos!

El Almirante no tuvo tiempo para pronunciar sus palabras. El mástil se había partido y venía hacia ellos. Entonces para librarlos, el almirante empujó a la joven y se esquivó de la gran madera. Mariam intentó mantener el equilibrio pero fracasó. En un balanceo brusco de la embarcación la muchacha fue contra el mar.

— ¡Mariam! —Gritó a Marshall desesperado.

Mariam sintió una gran fuerza al chocar con el mar. Ella se debatía luchando contra la marea agitada. En aquel momento no había tierra, el viento no le tocaba la piel, sus ojos no alcanzaban la luz. Todo lo que sentía era el gusto salado en su boca y el peso del agua aplastándole. Sin ninguna posibilidad de socorro, ni una chispa de esperanza, sólo el mar abrazando aquel ser tan pequeño en la oscuridad del océano. Por fin esa horrible pesadilla se hizo realidad. El océano la engullía cada vez más, sacando de sí el último aire que tenía en sus pulmones. Nada le quedaba nada más que el manto negro de la muerte cubriéndola.

El tono anaranjado en el cielo y reflejado en las aguas daba una vista surrealista. Todos trabajaban alegremente en aquel fin de tarde. Uno de los hombres subió las escaleras con una botella de ron vacía, haciendo varias expresiones extrañas.

— ¡Maestro Gibbs! —Llamó al hombre.

— ¡Señor!

— ¿Puede decirme por qué está botella está vacía o mejor, porque bajé a la bodega y no encontré una sola gota de ron? —El hombre articulaba las manos con varios anillos.

—Porque... porque todos bebimos señor. Estamos muchos días en el mar abier... —Gibbs intenta explicarse pero es interrumpido.

—No. El motivo por el cual no tenemos ron es porque eres una tortuga peluda de dos cabezas —El hombre observó sin entender muy bien lo que el otro a su frente decía—. Traza el curso hacia Tortuga.

—Sí Capitán —Gibbs respondió—. ¡Al trabajo hombres! ¡Tenemos mujeres bonitas y ron esperando en Tortuga! —Gritó.

La tripulación se quedó eufórica con la noticia. Entonces el capitán del barco volvía a su cabina cuando uno de los marineros gritó "Hombre al mar". 

Al instante él se acercó para ver a ese hombre, pero pronto percibió que se trataba de una mujer. Ordenó que la rescataran y así lo hicieron.

Colocaron a la joven a bordo acostada sobre la madera vieja del barco. El bullicio creció hasta que el capitán pidió espacio y se acerca a la joven. Ella no estaba respirando y él la socorrió con respiración boca a boca. Luego ella se levantó dejando salir de su boca una buena cantidad de agua. Abrió los ojos lentamente aturdida.

—El barco... Vamos a morir... la tempestad... El mar... —Mariam estaba confundida y asustada.

—Eh, tranquila señorita, está a salvo. No hay tormenta hace 3 días —Gibbs dijo intrigado tratando de calmar a la joven.

El capitán miró las manos de la chica y notó algo peculiar.

— ¿Cómo se llama? —preguntó un hombre calvo y barbudo.

—Ma-Mariam Bradley... ¿Dónde estoy? —La joven estaba muy débil y aturdida, ni se había dado cuenta que aún estaba en alta mar.

—La señorita está a bordo de El Perla Negra —Respondió el Capitán.

— ¿El perla negra?... Jack... Jack Sparrow... —Tan pronto como terminó de pronunciar el nombre del capitán del famoso buque de velas negras, Mariam se quedó inconsciente.

—Capitán, capitán Jack Sparrow.