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Abro la puerta sin hacer ningún otro comentario. Podríamos habernos quedado en su casa, podríamos haber probado algo nuevo, podríamos... Vamos ha hacerlo. Mi interior salta de alegría. Me muero de ganas, me da igual el sitio, me da igual todo, lo quiero a él.

En cuanto abro la puerta de casa y entramos, sus labios se echan encima de mi con una autoridad segura. Pero sus manos no hacen nada y eso me fastidia. Me fastidia más cuando se separa de mi. Me mira fijamente a los ojos.

—Voy a desnudarte, quédate quieta —asiento— dilo.

—Sí, señor.

Sus manos van a mi camisa y desata cada botón poco a poco, los nervios florecen en mi interior, se mezclan con el deseo, las ganas, y todo lo que él me provoca. Saca la camisa de mi falda y me la quita lentamente rozando mi piel con su mano cuando la desliza por mis brazos. Todo mi cuerpo reacciona ante eso, mi piel se eriza y me estremezco. Los pezones se me ponen duros y luchan contra la fina tela de color rosa pálido de satén. Coge un tirante y lo baja por mi hombro.

—Me estás matando.

—Shhh —dice de inmediato.

Me baja el otro tirante. Va detrás de mi y me quita el sujetador con lentitud. Mi interior grita, mi clítoris palpita con fuerza y me pide que lo calme, que Erik acabe ya con esto.

Me quita el sujetador lentamente por los brazos y pasa hacia adelante. Se pone delante de mi y me mira a los ojos. Baja su vista lentamente y para en mis pechos. Cruzo mis brazos.

—No —los coge y me hace ponerlos al lado de mi cuerpo sin antes rozar levemente mis pechos— eres perfecta. Quiero admirar a mi sumisa.

Lleva una mano a mi cintura, se acerca a mi y su pecho rozan mis pezones. Cierro los ojos e intento controlarme, mantener algo de calma. Baja la cremallera lentamente y baja la falda por mis piernas, se arrodilla delante de mi y me estremezco al notar su aliento en mi entrepierna.

—Levanta un pie, luego el otro —le hago caso y coge la falda para tirarla al otro extremo del apartamento. Se levanta y se pone delante de mi. Llevo mis bragas y mis tacones— ahora quiero que me desnudes poco a poco —llevo mis manos rápido a su pecho para arrancarle los botones— poco a poco —repite— o me iré ahora mismo.

Le desabrocho los botones intentando que la lentitud sea la adecuada. Como no dice nada, sigo con ese ritmo. Cuando su camisa está desabrochada se la quito con la misma lentitud. Me inclino y pego mi pecho desnudo con el suyo. Mis pezones se endurecen más, pero consigo quitarle la camisa.

Llevo mis manos ahora temblorosas a su cinturón y lo desabrocho observando la erección que tiene guardada todavía. Desabrocho el botón y bajo su cremallera. Bajo la cintura de su pantalón y me arrodillo delante de él hasta bajarlo por completo hasta sus tobillos. Se quita los zapatos y se aparta dando un paso a la derecha de sus pantalones y zapatos. Lo miro des de abajo y su enorme erección está delante de mi. Mark no la tiene tan grande, ojalá fuera una exageración.

Me levanto y en cuanto lo hago sonríe.

—Lo has hecho bien.

—¿Vas a castigarme, señor?

—Debería hacerlo —afirma suavemente—. Pero aquí no tengo lo que quiero y unos azotes no serían suficientes —avanza hacia a mi y me obliga a retroceder hasta que mi espalda choca contra la mesa del centro. Se arrodilla delante de mi y vuelvo a notar su aliento en mi monte de Venus— por otra parte, señorita Clark. Ha tenido una paciencia que no esperaba por su parte —mientras dice esas palabras baja mis bragas lentamente. Me levanta una pierna y luego la otra para acabar tirando mis bragas al otro extremo de la habitación. Solo me quedan los tacones— y tengo que demostrarle que no necesitará a su amigo a pilas... ¿Pero que tenemos aquí?

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora