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—¿¡Cómo que el bebé está estable!? —Los médicos me miran perplejos— ¡No estoy embarazada!

—Señorita... si lo-lo está —titubea.

—¡Es imposible! ¡Tomo la puta píldora! ¡Y el otro día un jodido desgraciado me dio una píldora abortiva! Hagan pruebas otra vez, porque a no ser que el bebé sea superman NO ESTOY EMBARAZADA.

—Señorita, está embarazada de diez semanas.

—¡Pero si ni siquiera estoy gorda!

—No tiene porque, cada cuerpo, cada crecimiento es distinto ¿Quiere que llame a alguien?

—¡No! ¡Lo que quiero es irme!

A ninguna de esas tres personas les da tiempo de reaccionar. Me levanto de la camilla y un dolor agudo y mortal me atraviesa hasta el corazón. De bruces contra el suelo grito de dolor.

—Llama a su contacto de emergencia —grita alguien.

—Hay que sedarla.

Quiero gritar que no, pero el dolor no me deja responder y ni siquiera me deja otra opción.

Soy consciente, pero no abro los ojos.

—Por favor... que solo haya sido un sueño. Que solo haya sido un sueño. Que solo haya sido un sueño...

—No lo ha sido —Fred me coge la mano.

—¿Fred? ¿Erik está aquí?

—No, supuse que no debería.

—Supusiste bien.

—Pero tu no eres mi contacto de emergencia.

Niega.

—Es... Katherine, pero ella está en Nueva York así que contactó conmigo por Instagram, al parecer le has hablado bien de mi y por suerte no se lo ha contado a Nika, es lo último que necesita después de perder a su bebé.

—¿Cuanto tiempo llevo aquí?

—Un par de horas.

—Vale, Erik no habrá acabado la reunión.

Me quiero incorporar y él me lo impide.

—No puedes moverte. Me han dicho no se que de que la placenta no para de moverse, por eso no paras de sangrar.

—Pues llama a un médico y dile que quiero abortar.

—¿Abortar?

—Fred ¿Qué crees que pasaría si Erik se entera de esto?

Hace silencio, no puede darme una respuesta tranquilizadora, Erik puede reaccionar de mil maneras distintas y el noventa y ocho por ciento serán reacciones histéricas.

Tapo mis ojos con el antebrazo.

—Este feto sabía que sentía miedo —comento—. Lo he visto, al tipo que nos hizo esto a Nika y a mi. Lo vi, en el coche, tranquilo, sonriéndome. Está aquí.

—Mia, no puedes moverte de la cama, tenemos que avisar a Erik.

—Tu hermano no va a enterarse de esto ¿Me oyes?

—Es el padre.

—Fred, en cuanto lo haga se irá —seco una lágrima con rabia—. Dijimos que nada de esto, nada de hijos.

Dijimos que la píldora era una norma para ser su sumisa, y ninguno de los dos quiere hijos, se va a ir.

Pulso un botón al lado de mi cama, una enfermera aparece y le ordeno que venga mi médico.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora