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—¿¡Pero tú que te has creído!? —Oliver se sobresalta y se levanta de un brinco.

—Que pasa.

—¿¡Zorra envidiosa!? ¡Me han suspendido el sueldo!

—¿Qué? —se queda sorprendido.

No tenía ganas de discutir con él, estaba de buen humor, Erik hoy ha estado encantador... pero sé que si no me pongo histérica no me tomará en serio, Oliver funciona así, ve la gravedad del asunto si es extremo.

—Creen que he sido yo —espeto.

—Mia, solo quería ayudarte.

—¿Ayudarme?

—Tu no podías vengarme, por eso lo he hecho yo.

—Oliver, mis asuntos, mi opinión.

—Es que me hubieras dicho que no.

—¡Pues claro! ella es mi jefa.

—Es una zorra envidiosa.

—Lo es, sí, pero no por eso... mira, da igual —desisto. Erik me espera abajo.

—¿Te vas? ¿Con ese alemán? ¿Otra vez?

—Sí.

Recojo algo de ropa para mañana y cojo el anillo que tengo en el joyero. Lo miro y me lo pongo, es precioso. Erik tiene un gusto tremendo...

—Mia —dice Oliver ceñudo—. Quiero hacer cosas contigo.

—Cielo... ¿Hacemos algo mañana? —le sonrío con dulzura. Se encoge de hombros—. Tengo que irme...

—Claro, supongo que haces tu vida —vuelve al sofá—. Soy el intruso.

—No. Ni se te ocurra hacerme chantaje emocional.

—Anda, vete ya.

—Pórtate bien —le doy un beso en la cabeza—. Y llámame con lo que sea.

—Vete ya, estaré bien.

—Te quiero, Oliver.

—Y yo, Mia.

Me dirijo hacia la calle, Erik habla por teléfono serio, apoyado en su coche y todavía con su traje... hoy ha conseguido que me vaya con él, pero evidentemente nos hemos ido juntos des del aparcamiento, no quiero que nos vean.

Me espero un momento antes de ir. No me ha visto, tiene la mirada clavada en el suelo y habla con demasiada seriedad para importarle una mierda lo que pasa a su al rededor.

Me lo como con la mirada, no se puede llamar de otro modo lo que hago. Es guapísimo... es sexi, atractivo, sensual... es Erik Dagger. Alza la mirada y sonríe ladeando la cabeza. Cuelga de inmediato y nos quedamos así, mirándonos.

Mueve su dedo índice indicando que me acerque juguetón.

Voy hacia él, cuando estoy delante me coge de la cintura y me pega a él.

—¿Que tienes pensado esta noche? —murmuro quitándole una mota de polvo invisible de su hombro.

—¿Con ganas de jugar, señorita Clark?

—Muchas —asiento.

—Primero cenaremos algo...

—No quiero cenar fuera ¿Podemos ir a tu casa?

—¿Por qué?

—Erik... no quiero que sigas invitándome —suelta un bufido y rueda los ojos—. ¿Tu puedes hacer eso? a mi me castigas.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora