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—Espero que esa maldita cabaña sea un lugar caliente —protesta.

En todo el camino ha intentado mantener al margen sus comentarios poco agradables. Sí que me apetece ir, pero me gustaría más quedarme en su casa, los dos solos, haciéndolo como animales en todos los lugares de la casa, incluido el cuarto de juegos. Si no se lo he comentado ha sido porque quiero y necesito que Nika y él estén bien, Erik lo necesita.

Mientras el coche avanza con más facilidad, yo me acurruco más en mi asiento y me deleito en mirar a mi hombre, sentado a mi izquierda.

Sus manos ahora manejando el volante son las mismas que anoche me azotaban, las mismas que son capaces de levantarme a pulso para hacerme conmigo lo que él quiera.

El coche donde iban los demás, está en la puerta ya. Ellos salieron por la mañana, nosotros esperamos hasta el día siguiente para que Erik hiciera su discurso con la delegación de San Diego.

Bajo del coche y el frío me atiza. Estamos en medio de la montaña, en Alemania, quizás el temporal ha empezado a hacer amagos en la ciudad pero aquí está deslumbrante.

—Vete dentro —me ordena al ocuparnos de las maletas.

—No vas a cargar esto tu solo.

—Clark, ve dentro, no quiero que enfermes.

—Eres un mandón —me alejo de él resoplando y como siempre en este tipo de situaciones puedo imaginarme sin siquiera verle esa mirada entre enfado y ganas de jugar.

Al entrar, Bree brinca del regazo de Nika y viene a saludarme.

—Por fin —dice sonriente.

—¿Dónde están? —pregunta Erik que acaba de aparecer cargado como una mula. 

—Sarah y papá arriba —explica con pausa—. Fred y Beth en su habitación descansando. Oliver creo que tenía una llamada y yo estaba con Briana.

—Bien —Erik le da un beso en la frente y con las maletas me mira a mi, pero no dice nada de todos modos.

—Os llevo a vuestro nidito de amor —canturrea Nika. Me coge de la mano y me lleva escaleras arriba—. Os he dejado la cama más grande —me guiña un ojo.

La cabaña tiene dos plantas, por lo que tengo entendido, abajo está esa pequeña cocina y el salón/comedor donde estábamos, la habitación de Oliver y la de Nika. Arriba hay cuatro habitaciones, la principal ocupada por esos dos adultos locos, y las secundarias para los hermanos Dagger y sus chicas.

Me acerco a la ventana y noto el frío del cristal acercarse a mi, empieza a nevar, y eso que la nieve ya está demasiado alta. Me apoyo en el marco de la ventana y me abrazo.

—Me podría acostumbrar a esto, tanto silencio.

—Me alegro de que te guste —escucho un suspiro.

Me giro. Erik, tumbado sobre la cama enorme con los ojos cerrados y los brazos abiertos.

No lleva el traje, y como siempre he dicho, eso le hace más joven. Lleva su jersey azul marino que descuidadamente le aprieta los brazos dejando ver sus músculos. Y los tejanos le hacen una justicia de infarto, tanto por delante como por detrás.

—Cualquiera diría que estás cansado —suelto una risita.

—Bueno, Clark. Puesto que no hemos dormido nada...

Me siento a su lado.

—¿Me acompañarás mañana a mi primera misión?

—¿Y cuál es? —frunce el ceño—. Si sigue nevando así será peligroso.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora