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Es típico e incluso normal lo que hacemos las personas cuando hablamos de una situación complicada sin tenerla delante: "le voy a decir esto" "le voy a mandar a la mierda", pero cuando estás delante de esa persona no puedes apenas reaccionar, te sientes enfadada pero también confusa y dolida, y el daño hace que no puedas ser tu misma.

—¿Qué te ha pasado?

Me pregunta por segunda vez Erik.

—Anoche me metí en un lío.

Le miro a los ojos.

—Erik, quiero hablar contigo.

—Dime quién fue ¿Porqué no respondiste a mis llamadas?

—Quiero que dejemos esto, bueno, ya he tomado la decisión.

No dice nada, me mira perplejo y poco a poco cambia su cara a una de enfado.

—¿Qué pasa?

—Solo quiero que dejemos esto, no nos va bien a ninguno de los dos.

—Dime que ha pasado.

—Y quiero presentar mi dimisión, por supuesto me iré después de el viaje de las delegaciones, no quiero condicionar todo y dejarlo a medias, no os haré esa faena.

—Dime que pasa, joder.

Ahora, está tan nervioso como yo. Se afloja la corbata y se inclina sobre la mesa.

—Erik, por favor —trago saliva con dificultad—. No me lo pongas más difícil.

Se separa un poco con los ojos bien abiertos.

—No entiendo nada ¿Quién te ha hecho esto? ¿Porque quieres dejarme?

Suspiro, no sé si es buena idea explicárselo, hasta que punto debería hacerlo.

—Ayer Dominik vino a mi fiesta.

—¿Él te ha hecho esto?

—Sí.

—¡Voy a matar a ese cabrón!

—Le pegué yo primero, se me insinuó y porque... —entrelazo mis manos—, porque me enseñó unas fotos tuyas con Elizabeth, de anoche.

Se recuesta en el asiento, con la mirada dura y la espalda bien cuadrada. Quiere que siga hablando.

—...en el restaurante donde me llevaste a mi y en el local donde me llevaste a mi —sonrío con dolor—, lo que pasa que ahora vas con ella.

—Mia, puedo explicarlo.

—Sí. Seguro que puedes, pero lo que yo siento no puedo. No pudo explicarte lo mucho que me ha dolido, ni siquiera te puedes hacer una idea.

—¿Entonces quieres dejarlo?

—Sí.

—¿No quieres saber que pasó?

Le miro. Como puede hacerlo.

—Qué pasó, Erik.

—Fui a jugar con ella.

En lo más profundo quería que dijera que era mentira, que de ningún modo me traicionaría, quería que dijera que Dominik se lo había inventado, pero no esperaba esto.

—Vale.

—Me la tiré muchas veces, a ella y otras mujeres.

Me levanto de la silla con el corazón encogido e intentando regular mi respiración.

—Y he buscado una nueva sumisa. Me complace más que tú.

Salgo del despacho y voy a la azotea lo más rápido que puedo, subo las escaleras de incendios y cuando estoy arriba, suelto un grito tan intenso que se me quiebra la voz. Grito tres veces más, con todas mis fuerzas, con ferocidad y luego, me derrumbo. Los sollozos se escuchan menos que los gritos, pero me parecen más intensos. Me apoyo en la pared y abrazando mis piernas, me encojo.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora