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—Lo dije —algo bajo la nariz me hace abrir los ojos, delante de mi, Caleb y Erik.

—¿Quieres dejarlo ya? —le espeta Erik.

—Estoy bien —gruño.

—Por suerte —me informa Caleb—. Te dije que debías descansar —Erik resopla, pero el responsable medico no se calla— ...comer y evitar el estrés.

—Bien, pues ve a coger algo de comida —vuelve Erik al ataque—, es mi mujer, me quedo con ella.

Erik celoso es todo un capullo, aunque supongo que todos lo somos.

Caleb es inteligente, tiene ganas de responderle y Erik le reta a que lo haga, pero tan solo se va con un "claro, enseguida vuelvo".

Erik me ayuda a levantarme y me sienta en la camilla donde Beth estará con su precioso bebé. El parto dura entre doce y dieciocho horas.

—Voy a decirle a Klaus que venga a buscarte e irás a casa a dormir.

—No, quiero quedarme.

—Ya, pero es que no te estaba preguntando.

—A mi no me hables así —le reprendo de inmediato—, quiero quedarme, quiero ver que todo ha ido bien, quiero ver al bebé.

—Mia, ve a casa.

La idea de estar allí sola me pone los pelos de punta. Es una casa enorme que no es mía. Están los chicos y también Oliver, por lo que debería sentirla algo más cercana, pero no es así, veo sombras por todas partes, amenazas donde no las hay y si no está Erik no quiero estar. Quizás eso me convierte en una cobarde, Alemania me ha vuelto cobarde.

—Ve a casa y duerme, insiste.

—Erik, no quiero dormir sola —sacudo mi cabeza—. Tengo miedo.

—Así que es verdad que te quedaste la noche en vela. Hilda me lo dijo al levantarme, pero no pensé que aguantaras.

—Tenía otras preocupaciones, como que me dejaras —comento—, o que acabaras con lo nuestro por haberle hecho eso a Dominik. Y tengo una idea para la captación de socios.

—Iremos a casa, me meteré contigo en la cama y dormirás.

—Es tu sobrino —me niego—. Quédate, dormiré con Oliver.

—¿Estás segura?

—Sí, la cabeza me está matando, así que sí.

Me mira fijamente, como decidiendo si es buena idea o no, lo cual es ridículo ya que es él el que me lo ha ordenado. Quizás quiera venir conmigo y no tener que ver a un recién nacido después de todo lo que le pasó a su hermana y... a mi.

—Te prometo que dormiré, aquí, contigo —miro el sofá que para nada parece cómodo, pero un sofá dos plazas será mejor que la silla.

—Mia, no...

Dejando que replique, me estiro en el sofá.

—Ven aquí, serás mi almohada.

—No cabemos —sonríe como un niño.

—Bueno, probémoslo.

Suspira como si lidiar conmigo fuera una larga y pesada tortura, pero esa sonrisa es totalmente divertida. A mi no me engaña.

Se sienta y apoyo mi cabeza en su regazo, es incómodo, pero estoy con él y es bonito que lo primero que hace es acariciarme el pelo y mirarme con una sonrisa ladeada con su cara apoyada en la otra mano, sujetada por el codo en el reposabrazos.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora