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Erik se ha quedado totalmente dormido después de acabar, conmigo a su lado y su brazo sin dejarme escapatoria.

Con mi dedo jugueteando al rededor de su ombligo. No veo absolutamente nada, la tormenta ha empeorado, pero me sé su anatomía entera con los ojos cerrados. Me atrevo a subir los dedos, hasta esa cicatriz prohibida, es la primera vez que la toco y está tan dormido o mis dedos son tan sutiles, que no encuentro impedimentos. El relieve es mas notario de lo que pensaba, debió ser algo profundo.

Suelta una pequeña queja y separo mi mano, sigo poco a poco hacia arriba con dedos delicados hasta el bello en su pecho, mis dedos se mezclan entre ellos y pienso.

Edith, si se atreve a venir a mi boda haré que se trague la tarta nupcial de un  puñetazo.

Nada de eso, no la quiero en mi boda... seremos Erik y yo junto con mis pequeños... y... Katherine será mi dama de honor junto con Liam, aunque él no llevará vestido. Quizás él quiera invitar a Samara o a Bruno...

Me gustaría que nada de familia, pero es su decisión.

En cuanto a Dominik, haré que llore, pienso hacerle llorar para que suplique como hizo suplicar a Erik, más, suplicará aún más. Por haberme tocado, por haberme castigado de esa manera delante de él. Por haber hecho que sintiera dolor, por haber hecho que ambos nos quebráramos de una forma u otra.

Liebling —murmura.

—Siento haberte despertado.

—No pasa nada.

—Tranquilo, duerme.

—¿En qué piensas?

—No es nada... no puedo dormir. Solo eso.

—Vamos, yo también sé cuando mientes.

—Me has llamado cariño —murmuro— liebling —repito.

—Eres mi esposa, puedo hacerlo —mis dedos se curvan hacia arriba con esa sonrisa.

—Duerme, liebling.

Está amaneciendo.

—Por eso, tengo una reunión.

—Tenemos, pues —digo de inmediato— ¿Por videollamada?

—No, están aquí, todos.

—¿Aquí donde?

—En Alemania —sale de la cama— es una reunión urgente, a pesar de la ayuda de Edith tenemos que prevenir mil cosas más.

—Soy tu secretaria, tengo que ir ¿Cuándo esperabas decírmelo?

—No vas a venir, vas a quedarte aquí a descansar. Edith me acompañará.

Me ve la cara de pocos amigos.

—Mia. Es necesario, me está ayudando con los temas de prensa.

—¿Se dedica a eso?

—Tiene uno de los mejores periódicos de Alemania, además de muchos contactos, Mia.

—Vale, pero yo también puedo ir.

—¿No quieres...?

—Erik, si enserio crees que prefiero quedarme con la loca de mi madre en casa, tu padre y con cariño, tus hermanos. Es que estás loco, prefiero trabajar, lo echo de menos, y sigo teniendo un sueldo por ello.

—Como quieras, pero que sepas que será estresante.

—Por favor.

Salimos de su casa vestidos para la ocasión, me gusta poder salir por fin de allí, hemos estado encerrados por el miedo y solo hemos ido a la cabaña, que no había resultado muy buena idea.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora