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Esta noche vuelvo a casa, pero se me hace bastante tarde y no tengo dinero para poder coger un taxi. Pedirle dinero a mis padres está descartado. Al llegar a casa, a las dos de la madrugada, salgo a pasear a los chicos y consulto mi teléfono. Decir que al ver la llamada perdida de Erik mi estado de ánimo no ha cambiado, sería mentira.

—Buenas noches, señorita Clark.

Está contento... bueno, su tono es mas bien juguetón.

—Buenos días para ti, señor Dagger.

—¿No es un poco tarde?

—Para ti nunca es tarde —exagero el dramatismo. Suelta una risa breve y sincera—. ¿Como va por Alemania?

—Bien —no me dará mas información— ¿Y tú?

Hago una lista mental de los acontecimientos.

—Pues ayer hablé con tu carísimo abogado, vamos a meter a Mark en la cárcel, está seguro de ello.

—Me alegro.

—No he vuelto a ver a Dominik... mis dos mejores amigos siguen pidiéndome disculpas... mañana voy a desayunar con Aaron... me iré a vivir con mis padres... —he intentado sonar distraída, como si no supiera que ahora me va a preguntar hasta que me muera de aburrimiento.

—Vale. Lo de Aaron no me hace ninguna gracia, pero ahora volveremos a eso ¿Te vas a vivir con tus padres?

—En realidad estaré en la casa del jardín. Es una casa de invitados.

—Mi pregunta es por qué.

—No me hace ninguna gracia —aclaro.

—Eso lo sé. Por eso pregunto.

—Querían internar a mi hermano, así que iré para echarlo un ojo. No quiere venir conmigo a casa, aunque intentaré convencerlo...

—¿Podrás cumplir los días del trato?

No es un reproche. No es una reprimenda. Nada de eso, al revés, es totalmente comprensivo. Me gusta cuando Erik se comporta como una persona normal y se comporta así... incluso con dulzura, me conoce. 

—Sí.

—Deja de morderte el labio... —murmura. Lo suelto de inmediato como si de verdad estuviera delante de mi.

Reanudo el breve camino a casa con los chicos todavía al teléfono con Erik. Me encantaría tenerlo aquí conmigo, me encantaría que pasara conmigo la noche entre las sábanas. 

—Me gustaría que estuvieras aquí —digo con aire coqueto.

—Tenemos que hablar del policía, señorita.

—Solo pretende ser amable... hemos quedado como amigos, es un desayuno, Erik. Confía en mi.

—Confío en ti, en él no.

—Esa excusa es mala.

—No si consideras como te mira.

Mi medio alemán de hielo está aquí.

—Erik, si yo no quiero.

—Ya, lo sé. Y mas le vale. Pero ese tío quiere tus bragas, y tus bragas son mías. Solo mías. 

No es normal como reacciona mi cuerpo ante ese comentario tan simple. Pero hemos pasado de un sexo increíble a dos días separados sin él.

—Son tuyas, Erik. Pero tengo amigos, no solo amigas.

—Y no te voy a prohibir ver a esos amigos, no se me ocurriría, pero ese en concreto, quiere colarse entre tus piernas...

Colarse entre tus piernas...

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora