Era un domingo un par de semanas después de todo. Llovía fuerte y cada tanto había una serie de relámpagos y truenos que retumbaban por el lugar.
Ya era de noche y Alec estaba por cerrar parado junto a la puerta. Cuando giro el letrero lo vio.
Era Magnus desde la vereda de enfrente, cruzó la calle corriendo por la lluvia y enseguida Alec abrió la puerta para que entrara.
- Te mojaste todo! - recalcó la obviedad Alec.
- Lo se...
- Estaba ya cerrando ¿Necesitas algo? - Dijo con indiferencia.
- ¿Podemos hablar? - susurro y se sentó en una de las mesas.
- Si claro... Sentate - dijo con un Magnus ya sentado y acomodado. Alec se sentó frente a él mirando la mesa, nervioso.
- Recuerdo la primera vez que vine a este lugar... - Dijo Magnus a lo que Alec levanto la cabeza.
- Magnus... - susurro.
- Me sentía tan solo, todos mis amigos tenían parejas y salían entre ellos. Empecé a pensar que nunca nadie me amaría... Había tantas cosas que me ponían mal. Pero había algo que no... Mi mamá. - Alec lo miro extrañado por la repentina mención de su mamá - Ella murió cuando yo era chico pero recuerdo que me hacía unos pastelitos muy ricos que nunca más vi... Ese día en especial la extrañaba muchísimo, así que decidí comer algo dulce. Pasee por el barrio y de la nada vi una casa de té. Me reí porque era tardísimo, me dije a mi mismo, es una señal... Y vine.
- Magnus yo... - Pero este le ignoró y siguió su relato.
- Cuando entre y te vi, supe que teníamos mucho en común. Estabas tan solo y cansado de estar solo como yo. Pese a las locuras que decías me quedé. Porque quería estar en tu compañía. Me gustan tus locuras... Me gustas vos.
- A mi tambien me gustas.
- No se que es amar... Pero bueno, tal vez tengas un té que nos haga entender que es ¿No?
- Tengo muchos, si.
- Bueno, estoy dispuesto a hacer un tratamiento ¿Que propones?
- Lo mejor sería todos los días pero si te parece mucho... Tres veces a la semana...
- Vamos viendo que sale... ¿Que decís?
- Si, si quiero.
- Si, yo tambien.