29. El infarto del Abuelo

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Capítulo 29.

—Quedate aquí, vuelvo enseguida —dice, veo como su silueta se pierde detrás de la puerta cuando la cierra.

Poco a poco voy entrando en calor, me a prestado un abrigo luego que hemos llegado a su habitación. No a dicho más que pedir disculpas por lo que pasó con esa mujer en la sala antes de irse. Sin embargo, siento cierta incomodidad estar aquí, no por que sea su casa, si no porque quiero estar en un lugar tranquilo y por el sonido que hay en la parte de abajo es donde menos quiero estar.

La puerta se abre y la persona que asoma la cabeza por ella me sorprende.

—Hola, ¿Puedo entrar? —pregunta con un dejo de timidez, Israel. Asiento y el se acerca con una tasa en sus manos—. Mi abuela me pidió que te trajera esto, es muy bueno para los nervios.

—Gracias —Agarro la tasa en mis manos, el humo del agua caliente se cuela por mi nariz y me hace saber que es un té de yerbabuena—. Eres Israel, ¿cierto?

El asiente y toma un hombrecito del estante, es un Vegeta de goma. No me había dado cuenta que Joel tiene la colección completa de Dragón ball Z. Israel afirma con un sonido de labios cerrados.

—Todos estábamos ansiosos por conocerte, pedíamos a Joel que nos enviara una foto pero se negaba —dice, enfocado en mover las extremidades del juguete. Israel es alto, quizá el más alto de los cuatro, delgado y su rostro tiene un parecido con el de Joel, a excepción de que todavía no tiene barba—. Se que no debería decirlo pero, no se demoren en darme un sobrino pronto.

Su comentario hace que me atragante con el agua caliente. Empiezo a toser sin parar, sin darme cuenta he derramado el líquido en el abrigo de Joel.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! Yo no quería... —Mi cuñado se disculpa, toma una toallita de por allí cerca y me ayuda a limpiar el desastre.

—Tranquilo, no me lastime —le informo, para calmarlo.

—Espero que a mi hermano no se le ocurra entrar ahora mismo, porque de seguro se enoja.

Y como si lo hubiéramos invocado, la puerta de la habitación se abre. Joel aparece y se queda quieto en su lugar, mirando todo el desastre. Su hermano limpia rápido las últimas gotas que cayeron al suelo y se pone de pie de un brinco.

—Bueno, yo me voy —dice, me da una última sonrisa de disculpa y sale.

Miro a Joel, es más de media noche y el aún se ve impecable. Sus rizos están cómodamente peinados y las mangas de su camisa están enrolladas, una mancha de vino se asoma en la parte de su pecho. Debí mancharlo cuando me trajo hasta aquí.

—¿Qué pasó? —Reacciona después de unos segundos, a paso rápido se acerca y me examina de arriba, abajo—. ¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? ¿Te quemaste?

Meneo mi cabeza.

—Estoy bien. —le digo, llevo mi mano hasta mis ojos y los restriego. Esta empezando a pesarme los párpados, debería irme a mi casa.

Joel se pone de pie y va hasta su armario, empieza a buscar algo entre su ropa. No puedo saber que es, porque me está dando la espalda, luego de un rato saca un suéter, unos pantalones holgados de dormir y los tiende a un lado de la cama.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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LA PROMESA  (Joel Pimentel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora