9: Esposada a un Idiota

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La clase de Anatomía fue bastante incómoda. El Doctor Hanks le pareció increíblemente genial hablar sobre las pequeñas partes de las pequeñas partes de la gran parte de la enorme parte.

Ajá, no se si me explico bien porque estoy con resaca así que se lo aguantan.

Tuve que escribir con la izquierda, cosa que no me sale con naturalidad obviamente. Tuve que prestar severa atención a lo que están hablando ya que estaba más concentrada en tratar de no rozar mi mano con la de Jonathan a que prestar atención.

Él fue más inteligente: grabó la clase con su celular, de seguro para escucharlo luego.

Quedan cinco minutos para que se termine la clase y el Doctor Hanks nos deja terminar de copiar lo que estaba en la pizarra. Aprovechó instantáneamente para sacar mis tejeras y mirar a Jonathan.

—Hay que cortar tu mano —le digo susurrando. Él me mira preocupado, sin entender nada de lo que estoy hablando.

—¿Por que mi mano y no la tuya? —critica en tono bajo frunciendo el ceño y juntando las cejas. Ruedo los ojos y lo miro.

—Porque tú tienes esposada la izquierda y yo la derecha. ¡Yo necesito mi mano derecha para sobrevivir, pero tu no la necesitas! —le aclaro como si fuera algo obvio, pero el parece serio.

—Gaby —me llaman haciendo que levante una ceja—, soy zurdo.

Mierda.

—Pues... tendrás que aprender a escribir como la gente normal desde ahora en adelante, Jonathan, aprende a ajustarte a la discriminatoria sociedad —reclamo abriendo las tijeras, pero en eso suena el timbre y no nos queda otra opción que pararnos.

Para que los demás no vean las esposas, me apego a él lo más que puedo hasta el punto que nuestras manos quedan completamente aplastadas. En eso, veo como Mika se acerca a nosotros sonriendo sujetando sus libros. Su felicidad hace que mi resaca empeore.

—Hola chicos... ¿todo bien? —nos pregunta acomodándose su gorro de lana gris y mirándonos confundida. Antes de que Jonathan dijera alguna excusa estúpida, lo interrumpo riendo.

—Todo excelente. Jonathan y yo ya nos vamos —le digo arrastrando al chico por la puerta. Ambos caminamos sumamente incómodos y tratando de mover nuestros cuerpo lo mínimamente posibles.

—¿Puedo acompañarlos? —pregunta Mika mirándome suplicante. Not the time, Honey.

—No —me niego rotundamente y salgo de la sala, corriendo junto al rubio a donde él conserje.

Al estar a unos metros, Jonathan se detiene haciendo que yo pare. Realmente esto de estar unidos me está incomodando por completo.

—Gaby sobre anoche... —empieza sonriendo, pero lo detengo antes de que diga algo más.

—Dios, no me digas que baile borracha en una mesa.

—No, tú...

—¿Llame a mi ex?

—No —ríe nervioso—. Nosotros... espera —se detiene él mismo mirándome confundido. De la nada, la sonrisa que lo acompañaba lo abandona—. ¿No te acuerdas de nada?

Pues claro que no por eso te estoy preguntando. Niego con la cabeza confundida mientras que él me mira serio, nervioso.

—Con lo que sea que me haya avergonzado, simplemente olvídalo, ¿ok? Ahora vamos donde el conserje a que nos quite estas cosas —le ordeno cansada del interrogatorio y camino (el dolor de cabeza sigue) hacia la oficina del conserje, donde esté está saliendo con una escoba y una pala. Tiene como alrededor de treinta años, posee un tatuaje de dragón en el cuello, su cabello es azul y tiene un piercing en el labio. Me cae bien—. Hola, ¿le podemos pedir un favor?

El hombre punk alza la mirada de su escoba y nos mira a ambos, que nos encontrábamos sonriendo para convencerlo de que nos ayude. Este, de seguro malinterpretando la situación, sonríe.

—Ya veo, ya veo —ríe apoyando su hombro en la escoba y mirándonos sonriendo—. ¡Claro que les dejo usar mi oficina! Toda pareja necesita un momento a solas.

—No señor no es para eso que —me interrumpo al escuchar la risa de Jonathan, cual hace que lo golpee en el estomago y comience a hablar nuevamente—... mi amigo y no tenemos una situación.

—Claarooo —me guiña el ojo—, una situación.

Antes de que diga algo más alzo mi mano derecha, cual se encuentra esposada a la mano de Jonathan. Él nos mira confundido y luego de ríe, pero luego ve que es en serio y vuelve a ponerse serio.

—¿Tiene algo para quitarnos esto? —pregunta Jonathan esta vez señalando las esposas.

El conserje asiente, agarrando unas pinzas de por lo menos un metro y cortando la pequeña cadena qué hay entre las esposas. Luego corta ambos cerrojos, liberándonos de la tortura. Ambos nos acariciamos nuestras muñecas y le agradecemos al conserje.

—Cuando gusten, y por si quieren lo otro también está a su disposición.

Niego con la cabeza y camino junto a Jonathan a las habitaciones de las chicas. Le obligue a acompañarme ya que él recuerda lo qué pasó anoche y yo no y necesito que me ayude a encontrar mis zapatos. Son mis zapatos favoritos.

Abro la puerta, reviso si está Mika (no está) y lo hago pasar cortésmente: tengo resaca, no estoy para ponerme a ser sarcástica ni nada de eso cosa que hago habitualmente.

—Me iré a bañar —le aviso agarrando ropa de las gavetas—. Tú quédate en el lado de Mika, rompe y juega con lo que quieras, que no sean mías. Esta conversación nunca ocurrió.

Entro al baño, inmediatamente comenzando a bañarme. El sentimiento que me provocó el agua fue algo que nunca había sentido. No fue como una simple ducha, fue como algo más. Se siente rico.

El pensamiento de Mika y Jonathan se me viene en la cabeza como un flash. No me los imaginaba a ellos dos juntos, pero el sentimiento de culpa al pensar eso me comenzó a comer viva. Dios, como paraba eso.

Al salir de la ducha, me seco y me visto, secando y acomodando mi pelo lo más presentable posible. La humedad de Los Ángeles no ayuda, por lo que me demoro por lo menos quince minutos en pasar la primera fase de secador, pero no hay tiempo.

Seco hasta que quede simplemente medio frío y salgo, logrando observar a Jonathan leyendo uno de los libros de colección de Mika. Mierda, de seguro se ablanda cuando le digo que se dobló la pagina por culpa de su crush.

—Deja eso —lo regaño como mamá a su hijo en el supermercado y procedo a buscar mis llaves y mi celular, para luego mirar a Jonathan cual me mira de pies a cabeza—. ¿Por que me miras así?

Esa pregunta activo un switch en él. Inmediatamente me dejó de mirar y caminó a la puerta, saliendo de la habitación y ordenándome en ir para buscar mis zapatos. Salgo después de él, y al verlo hay parado, con el pelo despeinado y sus ojos azul marino mirándome el remordimiento nuevamente me invade.

Me siento culpable por haber disfrutado tanto aquí beso, pero no puedo dejar que él lo sepa. Las mujeres se apoyan entre sí, y no voy a traicionar de esa manera a mi compañera de cuarto.

Mala Reputación [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora