22. La pareja perfecta para echar un baile

2.2K 204 143
                                    

- ¡Potter!, ¡Weasley!, ¿queréis atender?

La irritada voz de la profesora McGonagall restalló en la clase de Transformaciones, y tanto Harry como Ron se sobresaltaron.

La clase estaba acabando. Habían terminado el trabajo: las gallinas de Guinea que habían estado transformando en conejillos de Indias estaban guardadas en una jaula grande sobre la mesa de la profesora McGonagall, y habían copiado de la pizarra el enunciado de sus deberes.

Ron y Harry habían estado jugando con unas varitas de broma que les habían dado Fred y George, y Lucy, sentada a su lado, se reía a más no poder.

- Ahora que Potter y Weasley tendrán la amabilidad de comportarse de acuerdo con su edad - dijo la profesora McGonagall dirigiéndoles a los dos una mirada de enfadado -, tengo que deciros algo a todos vosotros. ¡Weasley, atiende, por el amor de Dios!

Lucy se sobresaltó y soltó la merluza de goma que tenía en las manos que le había arrebatado a Harry (que anteriormente era su varita de broma). La pelirroja se aclaró la garganta.

- Sí, sí, profesora - dijo -. Prosiga, por favor, prosiga.

McGonagall suspiró y continuó.

- Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiem po una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven... Será obligatoria la túnica de gala - prosiguió -. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... - La profesora recorrió la clase muy despacio con la mirada -. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire - dijo, en tono de desaprobación.

Lavender se rió más fuerte. La profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño muy apretado, no parecía haber echado nunca una cana al aire, en ningún sentido.

- Pero eso no quiere decir - prosiguió la profesora McGonagall - que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio.

Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro. McGonagall llamó a Harry, así que Lucy, Ron y Hermione le esperaron fuera.

Un baile.

A Lucy le encantaba bailar. Pero en fiestas de ese tipo... Nunca había asistido. Ya le había mandado a la abba Gadea sus medidas para que le hiciera el vestido, pero aún no le había dicho el color siquiera.

- ¿Y cómo piensan asignar los colores? - preguntó.

- ¿Asignar colores? - repitió Hermione.

- Claro; cada vez que hay una fiesta, se le asigna un color a cada familia y deben ir vestidos con ese color. Pero aquí hay muchísimas familias. ¿Cómo piensan organizarse?

- Aquí no hay de eso - dijo Ron.

- ¿Cómo que no? Y entonces, ¿cómo vais vestidos cada uno?

- Vas con lo que te apetezca - explicó Hermione -. El color que tú elijas y los zapatos y el vestido que quieras.

Lucy sonrió con sorpresa. Podría decidir el vestido que más bonito le pareciera.

- Entonces, ¿puedo decidir el color y el estampado que quiera?

- Claro - dijo Ron -. Todo lo que quieras. Mientras sea formal...

Lucy sonrió aún más. Ya tenía pensado cómo quería su vestido: negro, a la altura de las rodillas y con estampado de estrellas. La tía Evanna aparecía con uno muy parecido en una de las fotos de la boda de sus padres, y a Lucy le había gustado siempre.

Lucy Weasley y el Cáliz de Fuego ✔️ [LucyWeasley II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora