Capítulo 2 | El chico nuevo

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Ser el nuevo en un lugar, ser el nuevo en nuestro corazón, ser el nuevo en nuestra mente

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Ser el nuevo en un lugar, ser el nuevo en nuestro corazón, ser el nuevo en nuestra mente. Pero, sin importar que tan nuevos seamos en alguna parte, siempre un pedazo de nuestro pasado nos acompañara en nuestro futuro.

Era la mañana de un día domingo, todos los alumnos se preparaban para el inicio de clases, las cuales comenzaría la mañana siguiente. Mientras tanto, frente a una casa blanca había un camión de mudanza y un auto negro, ambos estacionados en la calle. Garry Peters, un joven rubio de ojos pardos; bajó del auto negro, fue hasta el camión de la mudanza y después sacó una caja que llevaba su nombre.

—¡Garry! —exclamó la voz gruesa de un hombre rubio, quien también salió del auto negro.

—¿Ah? —preguntó Garry, mientras cargaba la caja y se dirigía a la casa blanca.

—¡Este idiota! —exclamó el robusto hombre viéndose algo enojado.

—Jerry, querido, cálmate —pidió una esbelta y rubia señora, quien también salió del dicho auto negro.

—Se suponía que llevaría nuestras cosas de la mudanza —gruñó Jerry, el padre de Garry.

—Primero sacaré las mías —contestó Garry, posteriormente, se adentró a la casa blanca.

A Garry no le importó el regaño de su padre, más bien, jamás le importaban, él lo consideraba como el hombre más odioso y fastidioso del mundo. Una vez dentro de la casa, vio que la mujer que se las estaba vendiendo seguía allí. Garry solo dejó la caja en un lado y salió para buscar otra. Durante el transcurso de la mañana, solo se escucharon regaños del Sr. Peters, Garry no soportaba tanto. Luego, la Sra. Peters le dijo a Garry que al final del pasillo se encontraba su nuevo dormitorio, el cual podría decorar y personalizar a su gusto. Garry muy emocionado traslado todas las cajas con su nombre a dicho dormitorio, luego pasó horas desempacando.

Mucho más tarde, por la noche, Gabrielle Peters, la madre de Garry, terminaba de acomodar la cocina, la sala de estar y las habitaciones; ella era una señora sumamente pulcra.

De pronto, alguien tocó a la puerta, nadie abrió, lo que provocó que Garry algo fastidiado saliera de su dormitorio y fuera hasta allá.

—¿Sí? —preguntó Garry abriendo la puerta.

—¿Está el señor Peters? —preguntó un joven chico de estatura media y cabello pelinegro.

—Em... ¿de parte? —preguntó Garry desinteresado.

—Eso no es tu problema, por favor, llama al señor Peters.

«¿Quién se cree este imbécil?», pensó Garry.

—Luke, mi amigo, ¿cómo estás, pequeño? —acotó el Sr. Peters saliendo de su dormitorio—. Ya vete, muchacho, vamos —reprochó, mientras miraba y empujaba Garry.

El joven rubio se marchó inmediatamente disgustado por el comportamiento de su padre.

«Púdrete, anciano», pensó Garry, mientras lo miraba con desagrado.

Garry de alguna u otra forma detestaba demasiado al Sr. Peters, no solo por estupideces como regaños, toda la vida su padre lo había tratado como a un esclavo o como a un criado, cuando realmente era su hijo, su sangre.

Nuevamente en su dormitorio, Garry tomó uno de los libros que se encontraban en las cajas de la mudanza, posteriormente, se tiró a su cama y comenzó a leerlo.

«No sé qué esperanzas tenía de mudarme a este lugar, todo seguirá siendo igual», pensó.

La mañana siguiente, un día lunes, Garry despertó temprano, tomó una ducha en el baño compartido de la casa y luego fue nuevamente hasta su dormitorio. Allí tomó el uniforme de su nueva secundaria, el cual su madre le había entregado la noche anterior. Solo se vistió, sacudió un poco sus rizos dorados, tomó sus cuadernos y su teléfono. Seguidamente, fue para la cocina, donde no había absolutamente nadie. Decepcionado revisó su billetera que estaba dentro de su bolso.

«Supongo esto alcanzará para el desayuno», pensó Garry mirando algo de dinero en la billetera.

Los padres de Garry no se preocupaban por las actividades que realizaba, pocas veces estaban al pendiente de lo que él hacía.

Mientras guardaba su billetera en un bolsillo de su pantalón, Garry salió de la casa; se dirigió a la parada de buses.

Luego de varios minutos en un bus, Garry bajó e iba caminando por una plaza. De pronto, notó que varias personas se le quedaron viendo; solo intentó no darle mucha importancia.

«Garry, ellos no saben lo que pasó, tranquilo, ellos... nadie, aquí nadie sabe», pensó apresurando el paso.

Mientras se perdía en las calles, sacó su teléfono, seguidamente, buscó la dirección de la secundaria, tenía mucho miedo de preguntarle a alguien. Al encontrar la dirección, se dio cuenta de que estaba a una cuadra, así que decidió caminar más apresurado, no quería llegar tarde.

Cuando llegó, espero afuera de la dirección hasta que el director se dignó a salir. El tiempo que estuvo allí, desde lejos observó a dos chicos que charlaban en los casilleros, era una chica y un chico,ambos castaños. Pero, lo que lo impresionó fue el chico castaño, le pareció tan tierna la forma en como actuaba y como se expresaba. Cada vez que el castaño hacía una de esas «tiernas expresiones», Garry irresistiblemente sonreía, no podía dejar de obsérvalo, de cierta forma le pareció muy lindo.

 Cada vez que el castaño hacía una de esas «tiernas expresiones», Garry irresistiblemente sonreía, no podía dejar de obsérvalo, de cierta forma le pareció muy lindo

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Diversos tonos azules | Primer libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora