Capítulo 27 | En las estrellas

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El amor verdadero jamás se desvanece, siempre seguirá allí

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El amor verdadero jamás se desvanece, siempre seguirá allí. Aunque intentemos borrar de nuestros pensamientos a alguien especial, debemos aceptar que eso no sucederá, que ese alguien dejó una marca permanente; una marca que en ese caso será plasmada en las estrellas, donde siempre veremos a dicha persona.

Una fría brisa corría por las calles, todo estaba sombrío, las nubes cubrían completamente el resplandecer del sol. Jacob y Marie caminaban por las calles tranquilamente mientras se dirigían al cementerio «Angerfall». Durante el camino, ambos iban charlando.

—Marie... ¿sabías que últimamente has estado muy distinta? —preguntó Jacob.

—¿Ah?

—No lo sé, es que jamás te he conocido completamente, siempre soy yo quien te habla de mi vida y mis problemas, pocas veces tú lo haces conmigo.

—Ahm... exceptuando las peleas de mis padres, casi no tengo problemas.

—Sabes que no puedes mentirme, ¿no es cierto?

—Ahm... Jacob, no quiero opacar nuestra amistad, siempre me ha gustado que todo sea feliz, al menos algo el intento, por eso siempre te ayudo y escucho. Mis problemas no son tan graves, solo soy una chica más.

—Eres una chica con sentimientos y emociones, Marie.

—Sinceramente no necesito ayuda con eso, yo misma puedo resolver mis problemas.

—Eh... de acuerdo. —Jacob se mostró incómodo.

Una cuadra después, los jóvenes se encontraban de pie frente a la gran entrada de aquel lugar, la entrada donde todo llegó a su final, donde Jacob se despediría, donde todo verdaderamente llegaría a su final. No había regresión, no había marcha atrás.

—Jacob, tu puedes, siempre has sido muy fuerte, estoy orgullosa de ti —apoyó Marie a su mejor amigo mostrándole una sonrisa triste, luego entraron al cementerio.

Desde lejos se pudo ver a las personas en el funeral. Una niebla abarcaba todo el lugar, era provocada por el invierno, al igual que el opaco cielo. Jacob caminó junto a Marie hasta acercarse a las personas que yacían con tristeza frente al ataúd.

—Solo respira profundo, mantente calmado —susurró Marie.

—Eso intento, pero, no lo logró —contestó Jacob con un nudo en su garganta.

Únicamente estaba la familia cercana de Connor, quienes vieron con melancolía a Jacob y Marie. Minutos más tarde, el sacerdote indicó que podían acercarse para despedirse uno a uno. Cuando llegó el turno de Jacob, él se acercó al ataúd, no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran al ver aquel hermoso rostro con los ojos cerrados y la piel tan pálida.

—Connor... no hay vuelta atrás. En verdad no sé por qué pasó esto, no debió ser así, tú siempre fuiste alguien grandioso. Eres muy importante para mí. Y... jamás, jamás ni en ningún momento de mi vida... te olvidaré. Yo... yo te amo, Connor Evans, siempre te amaré. Quisiera jamás despedirme, eras mi alma gemela, ambos fuimos almas gemelas que jamás pudieron estar juntas, pero, que hasta el último latido de sus corazones, amarán al otro como si lo estuvieran. Jamás te olvidaré, Connor —susurró Jacob, mientras cubría sus ojos llorosos frente al ataúd.

Diversos tonos azules | Primer libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora