Capítulo 26 | Temida creencia

614 78 3
                                    

Aprovechar el tiempo, disfrutar de los buenos momentos, apreciar a las personas que dan brillo a nuestras vidas; en resumen, vivir

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aprovechar el tiempo, disfrutar de los buenos momentos, apreciar a las personas que dan brillo a nuestras vidas; en resumen, vivir. Algunas veces solo debemos vivir la realidad, aprovechar los momentos sin importar que tan malos puedan llegar a ser, dejar atrás las temidas creencias que nos llegaron a atormentar.

Uno de aquellos hermosos días, cuando los meses parecían eternos entre juegos, cuando los pequeños infantes jugaban por horas, cuando no había ocupaciones, cuando no había un límite en el tiempo. Jacob despertó para ir a la primaria, aunque, nunca sentía ganas de ir, le parecía aburrido, él prefería las tardes junto a Connor, esa era la única razón por la cual soportaba el comienzo del día. Luego de colocarse el uniforme, su madre le peinaba el cabello con gel mientras él jugueteaba con sus dedos.

—¡Jacob! —exclamó la Sra. Harper—. Quédate tranquilo —regañó.

—Ay, ya, mami, así está bien —contestó el pequeño Jacob apartándose de su madre.

—Bueno, pero, ve a colocarte tu calzado, iré servirte el desayuno —Ella dejó el peine y el frasco con gel sobre una pequeña mesa de noche, luego salió del dormitorio.

Más tarde, la Sra. Harper dejó a Jacob en la primaria, él se encontraba en la primera clase. Había unas cosas en tercero de primaria que carcomían el cerebro de Jacob, eran las matemáticas, simplemente no las entendía; la multiplicación era lo más complicado para él. El curso casi acababa y aún no entendía casi nada.

—Jacob, ¿cuánto es nueve multiplicado por cuatro? —preguntó la maestra señalando al castaño frente a toda la clase.

—Eh... eh... ¿treinta y cuatro? —contestó Jacob dudoso.

—Incorrecto, pase a la pizarra, resuelva los ejercicios que le dictaré.

—Pero, maestra...

—Que pase a la pizarra —insistió la amargada profesora.

Jacob se levantó de su asiento con mucho miedo, miedo era poco, sentía terror, el terror de ser juzgado, esa fue la primera vez que lo sintió. Estando frente a la pizarra, el pequeño castaño sostenía una tiza en una de sus manos para resolver los ejercicios, su mano temblaba, no sabía que debía hacer, no entendía nada.

—¿Toda la mañana? —preguntó la maestra con desagrado desde su escritorio, mientras levantaba una ceja.

—¿Eh? ¿Qué? —Jacob la miró directamente, en su mirada se veía lo asustado que estaba.

—¿Tendré que esperar toda la mañana para que resuelvas el estúpido ejercicio? —preguntó la maestra enojada levantándose de su asiento.

—Eh... no... yo sé...

—Tú no sabes nada. —Tomó a Jacob del hombro—. Mejor vete a la esquina, en tu cuaderno deberás escribir «debo estudiar matemáticas» unas doscientas veces.

Diversos tonos azules | Primer libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora