El mal, lo condenado en la sociedad. El bien, lo premiado en la sociedad. Aunque, lo que muchas personas no saben es que algunas veces es necesario el mal para hacer el bien, muchas veces es necesario arder en las llamas para luego brotar como un diamante desde las cenizas, únicamente para proteger alguien, únicamente para salvarlo de un profundo furor.
Él miraba el cielo con la esperanza de que nada de lo sucedido fuera verdad, deseaba que todo haya sido solo un mal sueño, pero, no era así. No pudo hacer nada más, hizo todo lo que tuvo a su alcance, estaba hecho. En la fría noche de un día miércoles, Garry se encontraba recostado sobre una cama mientras sostenía un libro en sus manos y miraba a través de una ventana. Los recuerdos y el sentimiento de culpa bombardeaban su mente.
—¿Tú eres...? Eres Connor, ¿no es cierto? —preguntó Garry tocando el hombro del chico de ojos color azul topacio.
—Hola, sí, soy yo, ¿te conozco? —preguntó Connor algo confundido.
—No, pero, es un gusto conocerte, soy Garry. —Estrechó su mano con Connor—. Me gustaría hablar contigo un momento.
«Solo olvida eso, no fue tu culpa, hiciste lo que pudiste», pensó Garry aun mirando el cielo a través de la ventana.
—¡Demonios! —exclamó el rubio levantándose de la cama—. No pienses en eso, no pienses en eso —susurró mirando el suelo mientras caminaba de un lado para otro en la desconocida habitación.
—Sí, no tardo —contestó Jacob, mientras se alejaba.
«Jacob», pensó Garry, mientras su respiración se aceleraba y él seguía caminando de un lado para otro en la habitación.
—¡Eres un maldito, Luke! —gritó Garry en medio del pasillo.
—¡Sabes que no es culpa mía! —respondió Luke enojado guardando algo en su bolsillo.
—¡Te pudrirás en el infierno cuando te mate, imbécil! —exclamó Garry muy enojado, después brincó sobre Luke y comenzó a golpearlo muy fuertemente.
—¡Basta, Garry! ¡Detente! —suplicó Luke con su boca ensangrentada.
«Ya no más, no más», pensó Garry.
—¡Demonios! —exclamó, luego golpeó fuertemente la pared de cemento que rodeaba la habitación—. ¡Mierda! —Se lanzó a la cama, comenzó a derramar lágrimas mientras se quejaba en susurros.
—Devuélveme el teléfono —ordenó Garry—. Lo romperás, Luke.
—Quítamelo tú mismo —contestó Luke con una risa, mientras se alejaba de Garry—. ¿Qué cosas guarda Garry Peters en su teléfono? ¡Woah, no tiene contraseña!
—¡Qué me lo des!
—Nah —expresó despreocupado.
—Dame ese maldito teléfono, Luke —mandó Garry enojado, mientras corría hacía Luke.
—Jódete —respondió Luke con una sonrisita, luego arrojó el teléfono contra una ventana de la secundaria.
La noche se tornaba más fría mientras Garry era atacado dolorosamente por los recuerdos de su pasado, los mismos recuerdos que lo carcomían lentamente. Él mordía su labio inferior mientras enterraba sus uñas en sus manos, su piel se notaba enrojecida y sus ojos llorosos.
—Este marica no servirá para esto, Luke —dijo la arrogante voz de Jerry Peters, el padre de Garry.
—Sí, sí serviré... —contestó Garry enojado acercándose a su padre.
—Tranquilo, Garry —agregó Luke colocándole una mano en el pecho al joven rubio.
—Sirvo, serviré para muchas cosas —afirmó Garry decidido, mientras levantaba la mirada con poderío.
A la mañana siguiente, un día jueves, Garry despertó algo desorientado, luego de eso, se colocó de pie para ir hasta donde estaba una cafetera. Minutos después, bebía café desde una taza mientras miraba por la ventana de la desconocida habitación.
«Me odiará, pero, no tanto como me odio yo por no actuar a tiempo», pensó Garry, después le dio un sorbo al café.
—¡Vamos, imbécil! ¡Levántate! —exclamó Luke golpeando a Garry.
—¡Púdrete! —gritó Garry con pocas fuerzas, mientras yacía en el suelo.
«Ya no tengo a nadie, qué asco», pensó Garry.
Después de eso, el rubio se dirigió hasta el baño para ducharse. Al salir, tomó algo de ropa, fue hasta la cama y se sentó, aún seguía en toalla. Luego de unos minutos, solo tenía puesto un pantalón mientras secaba su húmedo y rizado cabello. Garry se perdía fácilmente en sus pensamientos, la mayoría de ellos eran sobre él.
«Jacob», pensó Garry colocándose una camiseta gris.
—No sabes cuánto te extraño, prince —susurró con la mirada aun abajo.
—Pues, eh... Garry... tú... tú y yo... ¿tú y yo qué somos? —preguntó Jacob nervioso.
«¡Demonios! No sé cómo haré esto, pero, debo lo hacerlo», pensó Garry ante ese recuerdo.
El joven rubio iba por las calles muy decido, el semblante en su cara aún seguía apagado, en el fondo estaba muy triste por lo que iba hacer. Algunos minutos más tarde, se encontraba sentado en uno de los asientos traseros de un bus mientras apreciaba la ciudad a través de una ventanilla.
«Es cuestión de entrar, decirlo y luego adiós. ¡Demonios! No puedo hacerlo, no puedo», pensó Garry, mientras apretujaba sus manos.
El mundo se detenía para Garry, durante todo el transcurso que estuvo en el bus, él contuvo las lágrimas, intentó no soltarse en fuertes sollozos. Pensó que tal vez todo sería para mejor, que nunca fue bueno para Jacob, que solo fue un pequeño pasatiempo; eso fue lo que más le dolió. Aún quería recuperar el amor de Jacob, pero, el destino no se lo permitiría, por esa razón debía dejarlo ir.
Garry bajó del bus sin esperanza alguna, caminaba por las calles mientras observaba todo a su alrededor, por alguna extraña razón, él se sentía vigilado. Pero, en su interior, se sentía atrapado, sentía como el oxígeno en sus pulmones se adentraba y emergía cada vez más rápido. La angustia lo asfixiaba, los nervios lo mataban, no sabía cómo expresaría algo que verdaderamente no sentía, porque en el fondo, él lo único que sentía era un profundo furor, uno que lo atormentaba.
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Diversos tonos azules | Primer libro
Teen FictionJacob Harper anhela ser feliz, pero debe lidiar con su segundo enamoramiento hacia un chico, que es nuevo en el suburbio. También, él tendrá que aprender a aceptar el hermoso y trágico pasado para intentar resistir ataques de pánico; causados por al...