030 | Wundt

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Eddana escribe un mensaje a Liza diciendo que llegaremos tarde o, probablemente, a la mañana siguiente

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Eddana escribe un mensaje a Liza diciendo que llegaremos tarde o, probablemente, a la mañana siguiente.

Yo impacto la palma de mi mano en mi frente. Esto es peor que decir que la baterías del celular no hace electrólisis, cuando en realidad sí lo hacen.

—Voy a vomitar —anuncio y rápidamente Eddana toma una copa de esas que reparten y vacía el contenido a la suya, llenando casi a rebasar, para utilizarlo como un envase para mis desechos ácidos—. Oh, santo arcoiris, este olor es nauseabundo. Aléjalo, déjame poner a trabajar mi diafragma.

Veo la cabellera del pelirrojo y vuelvo a cerrar y contraer mis dedos sobre mi rostro.

Resulta que tuve que mentir. Una mentira más que se van acumulando en mi estante de supervivencia.

Lo hice con papá y mamá cuando oculte mi relación con Fohr durante dos meses; luego con Trisha cuando dije que no tenía problemas con la evolución de la enfermedad; lo hice después con Marcell, cuando regresé de la casa de Fohr con mis manos llenas de sangre y los ojos llorosos.

Me siento peor que intentar leer el libro de Gregor Mendel en un idioma desconocido para mí. El Versuche über ptlanzenhybriden, ahora parece ser más sencillo que mantener esta mentira.

Más si Eddana aún sigue preguntando porque estamos en un bar, por poco, nudista.

—Tranquila, respira —toca los pelos esponjosos de la capucha de mi abrigo y sonríe cuando retiro mis manos y la observo—. Debiste sacarte el abrigo. Hace un calor horrible y eso que llevo solo una blusa. Tú estás demasiado envuelta.

Bajo la vista a mi gabardina, a la que le cosi una capucha para protegerme del frío, y niego con la cabeza. Estoy usando una camiseta que pensé que nunca más tocaría y mi falda de tull, no es una falda: después de tiempo, utilizo algo que se adhiere a mis piernas y con cada roce de tela produce un recuerdo.

Me gustaría encogerme en mi refugio cálido y aguardar a que este caos invernal, pase. Aguardar a que mi alma se recupere.

—Estoy bien —siento mi piel pegajosa y creo que él no haberme bañado desde ayer en la tarde, es el problema. No el lugar—. Uh, solo, es que esto es muy dionisiaco.

—¿Megan ya te hablo de Nietzsche?

Estoy por negar con la cabeza, pero temrino asintiendo. En realidad, ella no lo hizo, a penas sé que es uno de sus filósofos favoritos y que Tyler estaría encantado de hablar con ella sobre eso, pero Kevin es a quien debo atribuir la información.

Tal vez a mí también, ya que yo lo ayude con la línea de tiempo de filósofos contemporáneos.

—Um, ¿sí? Bueno, algo, supongo.

Su risa calma el nerviosismo que crece desde el vientre de mi estómago hasta pasar por mi columna vertebral y llegar a convertirse en algo cálido para mis orejas. La causante no es ella, es la persona que se acerca y de la cual no puedo evitar dirigir mi mirada a su muy bien trabajado abdomen.

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora