036 | Invierno

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Las llamadas del señor Jenkins se hacen más insistentes cada día, cada hora, cada minuto

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Las llamadas del señor Jenkins se hacen más insistentes cada día, cada hora, cada minuto. Termino con el buzón de voz lleno de solo improperios por ausentarme en pleno días de apogeo que la gente solitaria busca consuelo.

Las fiestas de calendario.

Liza manda un mensaje de voz átono de que llegará antes de lo planeado y se quedará hasta las últimas fechas de visita que nos queda con Millie.

Acabo de perder el dinero del salario mensual que tengo en Saint Point, pero firmado un contrato con K-house, una disquera naciente que se hizo conocida con el single de Mazz Clavend y la producción audiovisual.

Tyler y Ernie acaban de marcharse, después de dejar nuestras pistas y grabar dos canciones de cierre para el disco que sacaremos en Navidad. Dentro de una semana. A solo pasos del Soddaria.

A mitad de tiempo de las vacaciones.

Mi padre mantiene la cautela cuando me llama. Lo hace con mamá cerca, pero siempre procurando no mencionar el nombre de Millie o de alguna noticia de la universidad que incluye a la recientemente titulada "prodigio en la música sinfónica naciente en el sur de Arizona, Fareven" en la el periódico del condado.

No hay muchos enlaces o entrevistas ya que las clases en la FCU culminaron y el video inédito del profesor Noor hecho una tendencia en Twitter desencadenó más interés en esta nueva chica que tiene un pedazo de mi corazón pero parece no saberlo.

Aún esperan el inicio de clases y mi padre lo sabe. Sabe que en algún momento la presión mediática lo obligará a remitir su beca negada o, posiblemente, el conservatorio Gotherwall la reclute si no se ve alguna solución. Esta presionando y sabe la encrucijada en que se a metido. El profesor Noor ya me lo advirtió y tuve que mentir saber nada al respecto cuando, en realidad, sé que mi padre no dará su brazo a torcer.

No tan fácil. No tan rápido.

Glenda acaba de formar una oración reclamando atención y mi madre lo graba y manda en un mensaje para no perder ese momento. Mark me recrimina mi falta de atención y guardo el celular antes de que llegue el gerente de K-house. La puerta corrediza de vidrio se abre y me incorporo.

Mark sonríe audazmente y la mentira dibuja sus rasgos. Es su trabajo, y así como el sonríe para agradar, yo soy distante para proteger. Evitar el daño colateral que puedo generar con solo estar cerca de mí.

—Un gusto conocerlo, señor Jones —comienza Mark.

El señor de traje marrón acomoda su reloj y sonríe abiertamente. La piel olivácea que lleva, enmarca su sonrisa cuando estrecha su mano gentil y la otra la esconde en sus pantalones.

—Mark, el placer es mío —me saluda, le estrecho la mano—. Espero que esta joya que traes sea tan grandiosa como dices.

Mantengo mi expresión seria.

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora