020 | Epíteto

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Sin querer terminé haciendo algo que mi corazón no dictó

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Sin querer terminé haciendo algo que mi corazón no dictó. Y sin quererlo, todos lo hacemos.

A veces no escuchamos a nuestro corazón y posteriormente terminamos cuestionando todo lo que hemos hecho. Siempre con el picor del arrepentimiento y el dolor de no haberlo hecho.

Solo que esta vez, si escuchaba los paulatinos latidos de aquel órgano, no habría sucedido esto.

Sí, no es la mejor forma pero la desesperación busca cualquier camino. Esta vez escogió un camino muy intransitable y, sabiendo lo que pueda ocurrir más adelante, igual me arriesgo con tal de lograr mi objetivo.

Mi padre ya me advirtió del transtorno repercutivo que esto genera en mí, y no voy a negar que bien hubiera querido evitarlo a toda costa. Muy pronto estaré luchando contra un amalgama y no sé muy bien como soportaré la acumulación de varias cosas.

Lo único que por el momento me es importante, es hacer que Holly me reconozca. Un minuto o un segundo, pero que se acuerde de mí o de su infancia.

Esto es un grito desesperado en medio de la oscuridad. Y color negro absorbe los colores de mi vida.

Acabo de pasar gran parte de estos años buscando un rastro de la primavera que dejó detrás de ella y a veces creía que estaba buscando una persona con un grupo sanguíneo AB en medio de una población que, la mitad de ella, es del grupo O. Difícil de hallar pero no imposible. Toma tiempo y esmero y por eso aún me mantengo aquí, viendo cómo la oportunidad apareció sin quererlo e hice lo imposible por retenerlo.

Solo por ella.

—¿Por qué lo haces?

Tengo la respuesta atada en mi lengua, tengo la interrogante flotando en mi mente y todo siempre acaba girando en torno a Holly. Esto es un poco obsesivo, más de lo soportable para mis lamentos, pero lo abrazo con mis recuerdos.

—No entenderías —respondo mirando el techo.

¿Qué otra respuesta puede abarcar todos mis sentimientos y acciones?

Ella suspira lánguidamente y vuelve a trazar una curvatura en el lienzo, suave y delicado, como una pluma en la seda, que con la luz de la luna entrando por la ventana, es un digno escenario para dejar que la tristeza explore en todos los rincones. Para dejar tendido el sufrimiento y bañarse en ello.

—¿Qué nos pasó para acabar así? —cuestiona de repente. Aleja la paleta de pintura, junto con el pincel, y deja que sus hombros caigan hacia adelante. Es una súplica silenciosa de que el abatimiento se detenga y que toda esta catástrofe, algún día, llegue a su fin. Yo la acompaño en la plegaria, con los ojos cerrados— ¿Por qué...?

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