039 | Desventaja

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—No quiero

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—No quiero.

—Pero ya es momento, ¿hasta cuándo vas a postergarlo?

Trisha bufa desde el otro lado de la línea mientras mi frente se apoya en la pared, cerca a los espejos, del baño. Soy el pan con levadura desinflándose.

—Uh, un poco más...

—Mañana es año nuevo...

—No quiero, Trish. ¿Qué, qué puedo decir? —cierro mis ojos y suspiro. Mis pulmones se mantienen quietos mientras mi corazón bombea sangre hasta que vuelvo a respirar—. Am, sí, perdí mi beca y no fue por mi culpa. Sin más comentarios respecto al tema. No doy más declaraciones —imito una voz monótona—. Los periodistas no tendrán suficiente. Ningún periodista tiene suficiente para su reporte. Siempre hay más, y más, y yo no quiero hurgar en un vacío que tiene final.

Escucho que la puerta de los servicios higiénicos, se abre. No es de importancia, solo me mantengo cuerda con el teléfono entre mis dedos, sin dejar que se caiga.

—Es una buena declaración. Es lo suficientemente para detener lo que está pasando.

—Eso no fue mi culpa —me excuso.

Las cosas que están bien, pueden estar mal. El archipiélago que parece un minúsculo punto desde la vista de un astronauta circundado la Tierra, es una formación divergente de placas que se separan para dar en nacimiento a dorsales marinos y muchas de ellas emergen y se vislumbran con vegetación en la superficie. Ocupan miles de kilómetros y puedes pensar que son diminutas cuando en realidad no lo son.

Pero ahora me gustaría estar estudiando las fuerzas externas o internas en vez de hablar del grave problema que tengo con aquel pelirrojo; solo que esa opción no está disponible en el monito imaginario que conduce mi vida.

Debería existir el botón de eliminar y llevar a Blyne al icono del contenedor de basura y que sea su hogar.

—Pero igual, Holly —refuta algo malhumorada—, ¿acaso cuando limpias la mesa antes de cenar objetos que tú no la ensuciaste y por eso no la limpiaras?

Me doy el lujo de sonreír porque soy culpable.

Antes de limpiar la mesa intentaba persuadir al niño vegetariano a que lo haga, ¿por qué? no lo sé a ciencia cierta, pero era graciosos verlo ser un acróbata con sus cuadernos, un paño de mesa y una bolsa donde colocaba las pequeñas basurillas. Aunque eso dejo de suceder cuando cumplió los siete años.

—Uh, pues...

—Entiendes el ejemplo, eso es lo importante —desiste luego de bufar—. Ahora debes aceptar esa entrevista e ir esta tarde ¿o es mañana?

—Es hoy —aporto.

—Ya te digo, ¿qué te cuesta ir y responder unas preguntas? De paso puedes desahogarte y dejar en mal al señor Harp.

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora