047 | Justicia

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Mi momento menos favorito del día son las mañanas alboreadas: amanezco despeinada, a veces sin tener la colcha sobre mí, tan desorientada que no reconozco el norte o sur y descubro mis músculos cigomáticos mayores con registro de baba inusualmente...

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Mi momento menos favorito del día son las mañanas alboreadas: amanezco despeinada, a veces sin tener la colcha sobre mí, tan desorientada que no reconozco el norte o sur y descubro mis músculos cigomáticos mayores con registro de baba inusualmente reseca, que no puedo poner un pie fuera de la cama sin resoplar.

Incluso no soy consciente, muchas veces, de cómo voy al baño a vaciar mi vejiga para luego bajar a desayunar o si me cepillo bien los dientes sin apenas mirarme al espejo luego de evitar tropezar con mis pantuflas mal puestas. En verdad, no sé cómo llego, pero llego.

Apelo a mi sentido de orientación porque es lo único que me ayuda cuando no puedo concentrarme selectiva o sostenidamente, lo que ahora no puede valerme estando somnolienta a medio camino de la cocina y con una cantidad considerable de bostezos.

Por suerte, bajo las escaleras sin percances y cruzo la sala sin problemas hasta la entrada de la cocina donde tengo que parpadear para asegurarme que no hay una columna de soporte al costado de la isleta de granito.

Todo el panorama es borroso y despejo mi vista de cualquier lagaña con ambos dorso de mis manos en lo que mi vista enfoca la silueta mal percibida por ilusión objetiva.

Cada bastón y cono procesan la luz que traspasa las cortinas blancas en la sala y ensalzan a la persona de pie al frente entre un halo blanquecino.

Lo reconozco. Y casi caigo de bruces al hecerlo.

Despierto de golpe, algo asustada.

Mi padre, envuelto en su viejo pijama de franela, sostiene a un inquieto y gran mapache mientras este amamanta desde un biberón. Popsy mantiene un agarre firme en aquel contenedor de leche que casi olvido por completo la figura de mi progenitor mirándome de reojo.

Aunque él lo niegue, sé que le encanta mimar a nuestra mascota. Este tipo de escenas delatan toda palabra antes dicha contra los animales que, según él, detesta.

Reprimo una sonrisa sin querer.

Hay pequeñas cosas que te hacen querer a una persona tanto que sientes como se estruja tu corazón con tan solo verla. Cada diminuto detalle es una minúscula pieza que va adquiriendo otras hasta ser una obra magistral. Algo así es el amor: fragmentos de tiempo con sentimientos acumulados y por acumular.

Inconscientemente contengo el aliento en una inspiración profunda; he querido tener una conversación abierta —lo más posible— con él para explicar todo lo que en un minuto no se puede cubrir. Quiero que entienda la situación y el contexto antes de crear escenarios indómitos sobre lo que pasó en mi universidad, con la beca y con Blyne.

Las vacaciones de invierno, después de tantas festividades, no me han dado el momento adecuado para abordar el tema o siquiera encontrar el lugar para comenzar a exponer mis puntos y escuchar los suyos. Mamá siempre decía que el momento ideal nunca llegará si no lo buscamos, pero ¿y si buscamos y no encontramos?, ¿y si es para mí el momento ideal y el suyo no? O, si quiera, ¿hay algo que buscar o encontrar al final?

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora