Cuando, Donde y Como el Amor Quiera

Es tu turno

Un año después - Casa Jauregui Cabello – Sábado en la mañana

- Gracie… Gracie… - Camila llevaba más de quince minutos tratando de despertar a su hija menor que estaba ocupando el otro lado de su cama – Grace… cariño… es hora de despertar – la pequeña de un año y medio tenía la cabeza en el estómago de su madre mientras con su brazo derecho abrazaba a Uno, en realidad Camila ya no sabía muy bien qué número de hipopótamo era, pero era uno de los peluches de Sofi que habían pasado por todas las manos de sus hermanas – Vamos chiquitita mía, despierta para mamá – pidió.

- No… - la pequeña daba vuelta en la cama negándose a cumplir los deseos de su madre.

- Vamos cariño – La fotógrafa acariciaba suavemente su espalda. Años de despertarse con los besos y las caricias de su esposa, le habían enseñado, que no hay mejor forma de lidiar con un "madrugón Cabello" que haciéndolo con cariño.

Es por eso, que generalmente tenía que empezar a despertar a sus hijas media hora antes de lo previsto. No era un tarea que alguna de las madres tuviera asignada específicamente, lo hacían según quien estaba disponible, y en este momento que su esposa estaba en el último entrenamiento antes del receso de verano, era la morena la que tenía que comunicarle a sus hijas la dura noticia de que había que despertarse.
Años atrás, Camila hubiera empezado por Sofi, la mayor de sus hijas era la peor de todas a la hora de levantarse. Con decirles que durante todo el primer año de universidad, el cangurin hizo que Lauren, la única que se levantaba temprano, la llamara antes de irse a correr para que no llegara tarde a sus clases.

Luego seguían las mellizas, Michelle era la más fácil de todas, un beso en su frente y la pequeña ya estaba lista para empezar su día. El gran problema era con Karla. Karla directamente no se despertaba, había que cambiarla dormida, bajarla a desayunar dormida e inclusive viajaba al colegio semi dormida, al día de hoy ni la morena, ni la ojiverde entienden como la niña es una de las primeras en su clase.

La siguiente en la lista para despertar era Luna, no era que al lechucín costara despertarla, sino más bien, daba miedo despertarla. Cada vez que una de sus madres entraba a la habitación para hacerlo, encontraban a su hija en diferentes posiciones, con las piernas colgando de la cama, con la cola hacia arriba, durmiendo hacia un lado, hacia el otro y hasta a veces dormida en el piso sobre sus dos almohadas. Una vez que se superaba el golpe de encontrarla durmiendo en alguna forma rara, había que enfrentarse a la ira de haber tenido la "osadía" de interrumpir algún sueño que la niña estaba teniendo. Los retos de Luna a esa hora de la mañana no era algo que alguien quisiera vivir.

Justo cuando pensaron que despertar a su última hija no podía ser más difícil o diferente que sus otras hermanas, viene Grace y adopta una nueva modalidad. Cuando Lauren se levanta y antes de irse a correr, revisa las habitaciones de sus hijas, Grace la está esperando con los brazos abiertos, para que la ojiverde la lleve a terminar de dormir con su
otra madre. Es entonces cuando, luego, alguna de las dos tiene que despertarla con las habituales modalidades usadas con alguna de sus hermanas. Pero es después de despertarla donde se complica la cuestión, por el ritual mañanero que tiene el lobito. Grace necesita pasar un rato arriba de los brazos de su mamá Camila, para después desayunar en las piernas de su mami Lolo.

- Gracie… despierta… vamos a desayunar con tus hermanas – Camila acarició su cabecita y besó su mejilla varias veces.

- ¿Nos despertamos? – insistió. La pequeña morenita se movió quedando boca arriba y le estiró sus brazos a su madre para ser recogida, los ojos no se abrieron por nada del mundo. Sonriendo, Camila, levantó a su niña y ambas marcharon en busca de las otras dormilonas.

- ¡Buenos días! – con Grace en brazos, la fotógrafa entraba en la concina y saludaba a sus otras tres hijas.

- ¡Buen día! – saludó Michelle mientras comía sus cereales.