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— ¿Hay alguien acá? — pregunté con las estrofas de "Satisfaction" de fondo, señalando la silla.

La chica, más grande que yo en edad, pero bastante bien llevada, me miró por un buen rato, enfocando su vista vidriosa. Era obvio que había bebido más de lo que estaba acostumbrada.

— Ahora no, pero antes estaban esas impresentables de allá — su comentario me sacó una sonrisa. A punto de preguntarle su nombre, opté por jugar a no ser quien era y en ese contexto, mientras menos supiéramos uno del otro, mejor.

— Creo que ya encontraron otro lugar para sentarse, ¿no? — le dije, también perspicaz. A esa altura se podían distinguir a las dos parejitas cerca de la barra, bebiendo y riendo a carcajadas y también, con alguna mano inquieta cada tanto.

Le ofrecí de mi botella de cerveza a esta desconocida; no era muy elegante de mi parte porque ya la había empezado, pero fui cortés. Se negó y aun de pie, continúo revolviendo su enorme cartera negra con flecos.

Empatizando por preferir mayor tranquilidad a la hora de salir, charlamos escuetamente del bullicio hasta que, llevado por un no sé qué, le pregunté:

— ¿Tenés ganas de irte de acá...?

Si me decía que no, estaba en todo su derecho; yo solo le proponía ir a un sitio en el cual pudiéramos hablar con mayor tranquilidad. ¿De qué? ¡No tenía idea! Pero prefería pasar el rato en una heladería que en un lugar como este, sin lugar para caminar, con la música ensordecedora y en donde si no te mostrabas "disponible" parecías quedarte afuera de todo.

Ella dudó y finalmente, excusándose con un fuerte dolor de cabeza, prefirió tomar un taxi.

— Te acompaño hasta el auto —yo necesitaba salir de acá, tomar aire fresco.

— B....bueno...— aceptó, sin imaginar que caminaría a mi lado por más de diez cuadras, doce para ser preciso, sin siquiera detener un auto.

Manos en bolsillo caminé junto a ella quien simpática y jovial, hablaba de lo mucho que le gustaba ir al cine pero que no lo hacía con frecuencia, que esta salida con amigas había sido casi a la fuerza y de lo mucho que le frustraba ir a comprarse ropa por su delantera prominente. Haciendo gala de su atuendo nuevo, en una de las esquinas en la cual esperábamos el verde del semáforo, giró haciendo volar con inocencia la falda de su vestido azul.

La noche pareció cobrar vida finalmente.

Ella reía sin parar, pero lejos de estar borracha, las copas de más le jugaban a su favor: una gran sonrisa, perpetua en su rostro, la acompañaba con cada expresión.

Sin embargo, al acercarme más, su perfume, su semblante y sus ojos chispeantes me atraparon de un modo inusitado: yo estaba en pareja hacía cinco años con una mujer espléndida, que no merecía este engaño, pero que inevitablemente, iba a ocurrir.

Sin embargo, al acercarme más, su perfume, su semblante y sus ojos chispeantes me atraparon de un modo inusitado: yo estaba en pareja hacía cinco años con una mujer espléndida, que no merecía este engaño, pero que inevitablemente, iba a ocurrir

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"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora