— ¿Podés dejar de pensar en el idiota de Kremble? — Érika mencionó al estúpido gerente del banco Buena Vista, uno de los clientes de la agencia.
— Mmm...si si...el idiota de Antonio...—mentí. Era menos patético que decir que estaba arrepentida de haber venido hasta acá y estar al borde de la borrachera.
— Che, chicas, miren a esos flacos que acaban de entrar —poco disimulada, Gisela me codeó señalando a un trío de chicos que caminaban con prestancia, de vozarrón grueso y que pedían unas cervezas en la barra —. ¡Dale Eri!, ¿nos hacemos las lindas para que nos inviten algo para tomar? — la más morena de las dos le guiñó el ojo a mi otra amiga y chocaron sus vasos de trago alto.
— Yo mejor me voy a casa — osé decir para cuando al unísono, ambas me dieron la siguiente orden: "vos te quedás acá".
Yo, con poco juicio les hice caso, al menos hasta que pegaran buena onda con los pibes y yo ya no les importara, disfrazando de ideal ese mismo momento.
Aún en mi mesa, revolví la cartera en busca de mis llaves para volar del bar y tomarme un taxi. Me daba seguridad tenerlas a mano y no hacer estas peripecias en la puerta del edificio de 10 plantas donde vivía, en plena madrugada y sin un alma (pura al menos) que caminara por la vereda.
— ¿Hay alguien acá? — una voz masculina hizo su mejor esfuerzo para sobresalir por sobre la música estridente de los Rolling Stones.
Yo elevé mi mirada, ya vidriosa, distinguiendo a uno de los jóvenes a los que mis amigas le habían echado el ojo.
— Ahora no, pero antes estaban esas impresentables de allá — las señalé con el dedo y poco disimulo. Tanto Érika como Gisela ya se habían ganado a los amigos de este muchacho que, en apariencia, era menor que yo por al menos, cinco años.
— Creo que ya encontraron otro lugar para sentarse, ¿no? — indicó con buen tino el chico de ojos azules y pelo bien recortado, en relación a mis amigas, quienes se contorneaban en torno a las banquetas de sus amigos y chocaban un largo vaso unos con otros. Su misión parecía cumplirse.
Yo solo sonreí de lado, me froté las sienes y di un bostezo de muy mal gusto.
— Perdón, soy una grosera — me rectifiqué al instante. Era una vergüenza andante.
— ¿Mucho trabajo? — evadió mi torpeza. Empinó una cerveza de la cual me ofreció un trago y me negué.
— Si, bastante. Además, no estoy acostumbrada a salir a estas horas — con ese comentario acababa de envejecer diez años.
— Para serte franco, a mí tampoco me gusta salir demasiado, pero mis amigos se pusieron densos.
— Chin chin — celebré la coincidencia chocando mi vaso casi vacío contra el vidrio de su botella.
Él se echó a reír con una carcajada contagiosa.
— Que conste que es cansancio. No estoy en pedo — aclaré bebiendo hasta el último sorbo de mi trago.
— ¿Tenés ganas de irte de acá...?
Pestañé ante su propuesta.
Mi corazón comenzó a repiquetear con fuerza.
¿Me estaba proponiendo sexo casual? ¿A mí? ¿La reina de las torpes y chinchudas?
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"A destiempo" - (Completa)
أدب نسائيUna salida con amigas. Una noche de hotel con un desconocido. Un inesperado giro laboral. ¿Qué hacer cuando el amor aparece en el momento incorrecto? *Desarrollada en Argentina. **Capítulos CORTOS **Registrada en SafeCreative