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Durante toda la reunión estuve ausente.

Sonriendo de compromiso, dejando que el niño maravilla desplegara su encanto empresarial, mis actitudes estuvieron acotadas a lo que acababa de decirme este chico que, de golpe y porrazo, "recuperaba" la memoria.

Durante las pasadas semanas la duda me había protegido; que él se hiciera el olvidadizo o simplemente, que ni siquiera tocara el tema, me serviría para desestabilizar mi autoestima, pero al menos conservaría mi empleo.

Ahora todo era distinto.

Yo había tenido un affaire, un enredo de sábanas con mi jefe.

Aunque era válido decir que nada había sucedido con él en este cargo.

Para cuando Arturo Peters y Camilo Arismendi se pusieron de pie para retirarse del comedor del hotel, se deshicieron en elogios para con nosotros dos.

— Nos alegra que sean parte de la familia, aunque más no sea por un rato — halagó el más joven de los dos, Peters, sin soltar mi mano.

— A nosotros nos llena de orgullo tenerlos como clientes — Astor no dejó de chuparles las medias.

A poco de dejar la mesa, quedamos mi jefe y yo. Tomé la copa de agua helada y la bebí hasta el final.

— Gracias por no tirarme por el hueco del ascensor — Astor bromeó. Me fue imposible no echarme a reír y casi, escupirlo de arriba a abajo —. Soy un idiota; vomitarlo todo antes de una cita tan importante, es propio de un inexperto.

Limpiándome los labios, acepté que estaba en lo cierto.

No sólo era lindo, sino, además, gracioso y sincero.

— Astor, por favor, hagamos de cuenta que nuestro vínculo arrancó cuando Graff te presentó en el auditorio de la empresa. No quiero tener problemas con tu esposa, ni con el trabajo, ni con Graff...

— Yo tampoco necesito de problemas. Pero era un peso que necesitaba sacarme de los hombros — sus ojos azules, no fueron azules.

Observándonos fijamente, con la concesión bilateral de una cercanía peligrosa, descubrí unas extrañas chispas de color marrón en ellos.

Sus ojos eran enigmáticos, mansos. Bellos en toda su expresión.

Una tosecita de su parte rompió ese encantamiento juvenil que nos estaba envolviendo para regresarnos a la realidad. Él terminó el vino blanco en su copa y extendió su mano.

— Astor...su nuevo jefe y compañero de viaje.

Yo hice una mueca simpática y respondí con el mismo gesto:

— Magali Carranza. A sus órdenes mi patrón.

Y ambos dimos una carcajada cómplice.

Y ambos dimos una carcajada cómplice

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"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora