43

909 173 6
                                    

Citados en el Mar del Plata Golf Club, el primero de esta clase fundado en Argentina, era imposible no perderse entre las instalaciones de esa inmensa casona de estilo Tudor, el verde césped de las canchas y los detalles tan cuidados de su arquitectura y diseño.

Boquiabierta ante la magnitud de este sitio, bajé del taxi y subí pestañé como cien veces, deleitándome las vistas. Eso, sin tener en cuenta a Astor Martínez Diez, vestido de punta en blanco para la cena.

Limitándose a hablar de su experiencia poco grata como golfista, pudimos pasar el rato en ese coche sin problemas; de golpe, nos olvidábamos de todo lo que había ocurrido en su habitación durante la noche anterior y el atropello de unos minutos atrás.

Una blusa holgada color aguamarina, zapatos bajos a tono y un pantalón liviano, blanco, fueron mi outfit.

— Si sabía adonde veníamos me hubiera venido con vestido de gala — le susurré antes de bajar.

— No seas exagerada. Con tu sonrisa, te basta y sobra — fue gentil y generoso, y en un acto desprevenido me tomó la mano y la besó.

Sentados en unos cómodos y anchos sillones en la entrada, nuestros clientes nos esperaban. Desde dentro, las vistas al mar eran escandalosas y sin desentonar con el exterior, el mobiliario acompañaba a la impronta general.

— Tomen asiento por favor — indicó Peters al arribar a una de las mesas del restaurante; caballero, retiró mi silla y me permitió sentar. Astor se colocó a mi lado.

Repasando números, siendo más precisos al momento de explicar de dónde partían sus sospechas con respecto a la estafa a la que estarían siendo sometidos, nos permitieron ir más a fondo y tener más herramientas para abordar nuestra investigación contable.

Sirviendo mi copa a menudo, el alcohol se iba al torrente sanguíneo más rápido de lo debido; la reunión era amena, ellos verborrágicos y el salmón con roquefort, un manjar.

Para las 11 de la noche estuvimos de regreso en el hotel. Al día siguiente, teníamos reservada una mesa en ese mismo club, pero para almorzar sólo nosotros dos con todo pago de parte de los empresarios. Entre copas, Astor remarcaría sus ansias por jugar al golf y lo bueno que era ese deporte para relajarse.

— ¿Quisieras que te enseñe algunas movidas?

— Para hacerme tan mala jugadora como decís que sos, no, gracias— me reí toscamente mientras caminábamos por el corredor, yendo a nuestras habitaciones.

— Me falta práctica, es solo eso. Creo que tengo potencial.

— ¿Y por qué no practicas más a menudo?

— Porque no tengo tiempo. Porque cada vez trabajo más y disfruto menos — con cierta nostalgia, repasó y no conforme con eso, prosiguió: — vivimos atados a un celular, atados a contar cuántos números crece nuestra cuenta bancaria y todo ¿para qué? ¿Para irnos a Europa y patinarnos la guita en visitas a museos y fotos con la torre Eiffel? Allá también estamos pendientes del telefonito — agitó su I -Phone —. Al final del día tenés lo mismo de siempre: un vacío en el pecho difícil de llenar — tragando con angustia se permitió expresar.

Preferí no indagar y respirar profundo justo antes de entrar en mi cuarto.

— Hasta mañana — dije extrañando sus ojos azules recorriendo mi cuerpo con hambre. Arrebatándome un beso con su boca, fue acaso el único acercamiento que tuvo, desintegrando su prometida noche.

— Hasta mañana — con ese andar ladeado, puso la tarjeta magnética en su habitación y continuó mascullando lamentaciones mentales.

"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora