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Levemente más pálida que al momento en que entró a mi despacho, aceptó los términos propuestos.  Era obvio que no esperaba mis condiciones y mucho menos, que le expusiera que seríamos compañeros de ruta.

Esa misma noche, mientras tomaba un baño, me convencí de que lo mejor era hacer de cuenta que nada había sucedido entre nosotros y que no había motivos por lo que preocuparse; ella no lucía como una chismosa y trepadora.

A punto de finalizar, María Clara interrumpió mis pensamientos para ponerse tras de mí y empaparse como yo.

— Todavía no me vino, quizás es una señal. Mañana tengo médico y me gustaría que vayamos juntos.

— Amor, creo que tendríamos que dejar que las cosas...fluyan —giré para acunar su rostro bello entre mis manos.

— Vos no querés tener un hijo conmigo, ¿no? —nuevamente, se ponía a la defensiva.

— No volvamos con ese tema, Clara. Vos sabés bien que no es así —le insistí con el deja vù constante de repetir una y mil veces esta situación en la que ella afirmaba y yo, negaba.

— ¿Y si esta vez el test salió mal? ¿Y si esta vez quedé de verdad? —sus ojos tiernos y llenos de esperanza me rompieron el corazón. 

— Está bien. Mañana me hago un hueco en la oficina y voy a consultorio. ¿Me esperás directamente allá?

— ¡Si! —como una nena dio saltitos a los que advertí para que no se cayera.

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Un poco agotado, había logrado entrevistar a todos los empleados. Esbozando una lista de candidatos a cambiar de área, ya fuese porque no estaban desempeñándose correctamente o porque los creía más funcional en otros puestos, me sentí satisfecho.

En líneas generales era un buen equipo de trabajo.

Hablando con mi esposa sobre lo cauto que quería ser el obstetra, a través de dos hendijas de la persiana americana que cubría mi despacho, curioseé los cubículos próximos a mi oficina para observar la calma y el buen ambiente laboral, hasta que una risa jolgoriosa y estridente, atrapó mis sentidos: era la tan mencionada carcajada a la que Graff había hecho alusión.

Hablando con mi esposa sobre lo cauto que quería ser el obstetra, a través de dos hendijas de la persiana americana que cubría mi despacho, curioseé los cubículos próximos a mi oficina para observar la calma y el buen ambiente laboral, hasta que u...

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"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora