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— ¿Cómo que vas a viajar?

— Son tres noches nomás. El viernes a las 7 a más tardar ya estoy acá. Vamos en auto.

Julián frunció la cara mientras cerraba la puerta de la habitación de Iñaki, quien después de un día de furia, había caído rendido en su cama.

— No me fío de tu jefe nuevo — se cruzó de brazos, en mitad de pasillo.

— Es un pendejo que no tiene idea de cómo hacer su trabajo y necesita a alguien de experiencia que le dé una mano.

— ¿Y por qué te la tiene que pedir a vos?

— Porque soy la única que puso peros al momento de viajar y sabés que esa es una espina que tengo, que he escuchado protestas porque yo no voy a ningún lado. Arreglamos que, de salir un viaje al interior de Buenos Aires, iba yo — comencé a caminar rumbo a la sala, separando la ropa que necesitaba que Gladys me planche para el viaje.

— ¿Tanta ropa por tan pocos días?

— El clima es cambiante y tendremos reuniones importantes.

— Seee....

— Julián, ¡cortála! Nosotros ya no tenemos...nada— me puse firme si pretendía que no siguiera indagando.

— Mmmm...no me fío de los jefes jóvenes, inteligentes y que se hacen los santurrones.

Tomándolo por el rostro, le besé la punta de la nariz.

— No seas boludo, che, viajo por trabajo y necesito que te quedes con Iña. Después de todo es tu hijo también, ¿no?

———

Sin ánimos de complicar las cosas, opté porque el encuentro fuera en la oficina.

Llegando apenas pasadas las 6:30 a.m. nos esperaban varias horas hasta llegar a destino. Mi corazón palpitaba fuerte de solo pensar en el tiempo que compartiríamos la misma cabina de auto.

— Allá nos esperan a almorzar — confirmó Astor mientras apoyaba mi bolso en los asientos traseros de su coche. De su cuello colgaba un sweater liviano azul oscuro, el cual combinaba con sus ojos.

— Perfecto.

— ¿Sos vegetariana o algo así? — frunció el ceño, abrió la puerta de su BMW blanco y me invitó a subir.

— No.

— Mejor. Mi esposa lo es y salir a comer con ella es un quilombo.

Mi decepción debió de haber atravesado mi cara porque en seguida preguntó si me pasaba algo.

— ¿Pensaste que era gay? — Astor se sonrió de su propia broma.

— No. Más bien que eras lo contrario— confesé con el sonido del gruñir de sus dientes contra mi oreja.

— Un dandi —afirmó saludando al hombre de seguridad que nos levantaba la barrera del estacionamiento.

— Algo así.

Y yo no acoté más que un rato de silencio.

"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora