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— Mi propuesta es que, de salir un viaje al interior de Buenos Aires, lo cubras vos. Mejor dicho, nosotros. De necesitar personal para viajar al resto del país, va alguno de tus compañeros. Creo que es justo para todos, ¿no? — se explayó. Desde el nacimiento de mi hijo no viajaba para hacer auditorías y sabía que, en algunos casos, eso levantaba cierto resquemor entre mis compañeros —. Hasta que yo no tenga el expertise necesario, ni que sepa hasta el último detalle de las cosas, no quiero viajar solo — se permitió admitir, reconociendo su falta de entrenamiento en el tema. Me sentí favorecida, aunque no ciento por ciento.

¿Pero que podía pretender de una nueva dirección?, ¿que contemple todas mis excusas familiares?

Acepté pensando en que Iñaki ya tenía 5 años y un padre que bien podía cuidar de él sin inconvenientes.

— Bu...bueno...sí. Claro — acepté sin siquiera consultar con Julián e imaginando automáticamente en lo incómodo que sería viajar con este chico que parecía no recordar que habíamos tenido un encuentro más que fogoso varios días atrás.

¿Y si era cierto que no me recordaba? Aquel sábado yo estaba vestida con un vestido amarillo, de flores azules y rojas, más llamativo que este soso vestuario, maquillada hasta los dientes y con un peinado distinto...

Aunque herida en mi orgullo, confirmando que no mentía con respecto a su estado civil actual, salí del despacho de Graff con una tonta sonrisa que quedó estampillada por varios minutos en mi rostro.

¿Cuál era el balance? No me habían echado, ni cambiado de oficina ni quitado funciones. Debía sentirme satisfecha en los tiempos que vivíamos y no sólo eso: había tenido la posibilidad de ver más nítidamente a este chico que continuaba ocupando buena parte de mi cerebro.

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Al llegar a casa el desorden primaba cada ambiente. Dejando la bolsa de las compras sobre la mesada de la cocina, colgué mi cartera tras la puerta y recogí cada una de las prendas que Iñaki había dejado desperdigadas por el living. Trastabillando con Mate, el amigo de Rayo Mac Queen, insulté al aire.

— Hey, qué tarde— recriminó Julián, niñero de turno, paseándose en medias y con los dedos de las manos grasosas por estar comiendo unas Lays de paquete — ¿querés? — me ofreció sabiendo que me reservaba siempre una bolsa para momentos de ansiedad indomable.

— No, gracias — le di un beso tímido en la comisura de sus labios — ¿por qué no levantaste la ropa del chico? ¿Por qué la casa es un chiquero? Juli...¡dale, che! —gruñí, molesta por la poca cooperación del padre de mi hijo.

— No seas exagerada — repitió, tras su chasqueo de lengua — después paso una escoba y ya — minimizó la limpieza y continuó ensuciando las medias a cada paso que daba mientras que yo agradecí estar separada.

"A destiempo" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora