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Jacob

Abrí los ojos y resulta ser que me encuentro en la cama con una prostituta. Me senté en la cama y miré a la mujer dormida. Sonreí ante la vista, pues ella no estaba nada mal. Me levanté de la cama y me puse mi ropa que se encontraba tirada en el suelo de aquella habitación del motel.

Qué bajo he caído.

Pero la verdad es que el sexo es una manera de satisfacernos, es simplemente una diversión; sentir nuestros éxtasis por completo. . . .

Ya con mi ropa puesta, ella despertó y se cubrió con las sábanas. Me miró con una sonrisa. No era nada más que una rubia con cuerpo de Barbie. . . .

Solté un gran suspiro y saqué mi billetera

—¿Cuántos quieres? —le pregunté sin darle importancia

—500 dólares, lindo. Ayer estuviste muy bien y debo de admitir que fuiste dinamita —dijo con una sonrisa que demostraba su perfecta y falsa dentadura.

Saqué cinco billetes de cien dólares y se los tiré en la cama.

Sin decir nada, salí de la habitación y me dirigí al elevador. Este abrió sus puertas y entré, presioné el botón número 1, que era para ir al primer piso, y así largarme de aquí de una vez por todas. Ya había terminado mi misión, como siempre, no sentí nada, ni una sola chispa de amor.

¿Cómo puedo saber que no sentí amor? Simple, "si la ves directamente a sus ojos y no sientes nada, es solo una diversión".

Cuando por fin el ascensor terminó su recorrido y abrió sus puertas, salí lo más rápido posible.  Cuando pasé por recepción una mujer se quedó mirándome, y era otra más, otra barbie.

¡Diablos! ¿Pero es que no pueden dejarme ni un momento?

Un señor que supuse que era el que cuidaba mi apreciado BMW color negro se acercó a mí y me entregó las llaves del auto. Le entregué un billete de 20 dólares. ¿Eso no era lo que él quería? Entré al auto y lo encendí de inmediato. No quería llegar tarde al trabajo.

Para ser honesto, soy muy bueno en lo que hago, pues la constructora no sería nada sin mí. Soy unos de los mejores arquitectos de Nueva York. Soy admirado no solo por mis compañeros, sino por empresarios sumamente importantes. Lo tengo todo, excepto el amor. . . .

Siempre pensaba en lo mismo cuando conducía. Tengo autos caros, casas, apartamentos, dinero, celulares de última tecnología, ropa de las más caras, soy atractivo. . . Pero nada de eso me hace feliz. Algo me faltaba, o mejor dicho, alguien. No conozco el amor desde hace mucho tiempo; se me había olvidado cómo se sentía casi por completo. Hasta que una idea se cruzó en mi cabeza, buscar el amor.

Fui primero a mi apartamento para darme una ducha y quitarme el olor a barbie de mi cuerpo. Cuando por fin llegué a mi oficina, me senté frente a mi escritorio y miré los planos que me había dejado mi dulce secretaria.

Alguien entró a mi oficina sin mi autorización. Lo miré y era nada más y nada menos que mi mejor amigo.

—Daniel, te he dicho que no entres así a mi oficina—ya me estaba estresando.

—Jacob, ¿cómo pudiste ser tan egoísta y no invitarme a la fiesta de anoche? Mi amigo quiere entrar a una cueva —Puso su mano sobre su miembro dándome por entender a lo que se refería.

—Yo no sabía nada, fue de improviso. Pero no te preocupes, habrán más ocasiones. Puedes esperar si quieres —le dije con toda sinceridad y seriedad.

—Bien. Después del trabajo iremos a algún lugar. ¿Cómo van esos planos?

—Como siempre, idiota. Mañana tenemos una reunión con la empresa Sanders. Nos propondrán algo interesante.

—Como digas. ¿Vas hacer algo en la noche, verdad?

—No —dije estresado

—Te invito a la disco pues. Invitaré a las gemelas ¿Quieres que te busque pareja? —preguntó con una sonrisa.

—No. Sabes que me enferman las gemelas —Me levanté y recordé que tenía una junta.

Llevaba 10 minutos de retraso. Maldije mil veces y salí molesto. Vi a mi inútil secretaria poniéndose su lápiz labial.

—Señor Robertson —habló nerviosa.

—Tengo 10 minutos de retraso en una junta y tú lo que haces es ponerte esa tontería. ¿Sabes qué? Estás despedida, ¿te digo algo más? No eres nada en esta vida. Hagas lo que hagas siempre serás una cualquiera —Me miró con desconcierto y luego tomó sus cosas.

—Lo siento, señor —dijo para luego irse del lugar.

No suelo ser tan duro con las mujeres, pero sé que ella se lo merecía, pues no era nada más que una cualquiera que tenía más de cien cirugías para verse como si fuera una modelo. Aunque todos sabemos que no lo es.

En Búsqueda Del Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora