CAPÍTULO 15

134 4 0
                                        


ALAN

Un trago más es saboreado y me pasa por la garganta quemándome. El deseo de querer sacarme el corazón me da dolor de cabeza y siento unas ansias de salir de esta maldita oficina e ir tras ella. Al ver su pequeña figura esbelta moverse con lentitud saliendo de este lugar me quemo dejándome el corazón con quemaduras de tercer grado. Soy un monstruo, un hijo de puta por querer protegerla, quede el malo de la historia, de su historia.

La deje ir al no obtener la manera de hacerla permanecer aquí, sabía lo que decía y la razón se la di. Las consecuencias se vendrán ahora en adelante y cuando pienso en ella, ella hace lo mismo queriéndome alejar. El resultado de todo fue convertirme en el viejo Alan, sintiendo la necesidad de matar, ver a esos hijos de puta morirse y reír de orgullo, cuando prometí no volverlo hacer. Se lo oculte por miedo a lo que sucedió hoy. ¿Qué sucederá después? No puedo vivir sin ella, no puedo dormir sin darme cuenta que está bien y abrazarla por las noches para verla en las mañanas con su cabello alborotado, y orgulloso detener a la mujer más hermosa. Decirle cuando la amo y perderme en su mirada cuando le hago el amor. ¿Qué pasara con ella? no quiero perderla de vista, no puedo con esto. Me entran las ganas de secuestrarla y obligarla a estar conmigo, pero le haría más daño y terminara de odiarme.

Le doy un golpe a la mesa provocando que la botella de vino se haga añicos al caer el suelo, y el color oscuro manche la alfombra. Dos veces la vida intento quitármela, jugando con mis sentimientos como si no pudiera sentir nada. Tiro los pedazos de cristal al basurero, y mis cosas. Salgo de la oficina en trotes y con cara de pocos amigos reluciendo un aspecto asqueroso y ebrio. Los trabajadores se quedan mirándome con disimulo y antes de salir del hotel me acerco a recepción y ordeno que cancelen las reuniones hasta nueva orden. La mujer asiente tomando el teléfono. Los escoltas esperan afuera y cuando los veo relajados apoyados contra los autos mirando a toda mujer que pasa, exploto. Se acomodan cuando me ven y caminando hacia sus lugares mostrando un aspecto temible.

-¿Qué ha sucedido? – les pregunto mirándolos. Los hombres niegan.

-Señor, no hay nada que reportar. – dice uno con despreocupación.

Asiento.

-Están despedidos, imbéciles – los hombres arrugan la frente sin entender.- Scott apareció en mi oficina y ustedes no tienen ni puta idea de lo sucedió.

-Señor, no lo hemos visto entrar por la puerta principal. Es, es... inaudito.

-Su trabajo es hacer ronda por todo el lugar. Son unos malditos imbéciles que no saben hacer su trabajo, agradezcan que no le paso nada a Emma, porque serian hombres muertos. – doy un paso hacia adelante para subir. - ¡Vamos!

No tengo ánimos para discutir con estos idiotas. Quiero llegar a casa y desahogarme, solo.

Abren la puerta y entro. El recorrido se me hace rápido. Las calles tan despejadas y las luces de los faroles empiezan a encenderse recibiendo la oscuridad, y las personas corren por las escaleras del metro para tomar el autobús. Es tan aburrida la cuidad, que no logro buscar algo que me haga pensar en otra cosa que no sea su rostro.

Al salir del auto me recibe el Ramírez, entregándome una carpeta sin ninguna novedad y le informo lo que paso. Despido a los hombres y le pide que me consiga otros con más experiencia y dos más que sean encubiertos para que cuiden los alrededores de la casa de Emma Independiente de lo que sea, no dejare que nada le pase porque su seguridad es mi prioridad. Ramírez, asiente tomando apuntes y al terminar de hablar se va. Cuando entro a la grande casa el vacío me ahoga, sintiendo una presión en el pecho y las ganas de gritar su nombre. La nana aparece por el lumbral cuando siente la puerta abrirse y al verme demacrado camina hacia mí, preocupada.

ESTOY CONTIGO #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora