CAPÍTULO 20

118 6 0
                                    



UN MES DESPUÉS...

EMMA

Estoy tan frustrada como mi trasero aplastado contra la madera. Me arrepiento de haberme ofrecido a limpiar los frijoles. Llevo una hora lavando frijol por frijol para esta misma tarde, la espalda me duele y los dedos los tengo tan arrugados como las manos del abuelo. La abuela me mira desde lo lejos mientras enciende la leña y le ordena al abuelo que hacer. Sigo pendiente de los frijoles con el cuidado que no se vaya uno a la olla sin lavar con una taza de café y panecillos. La noche se me fue eterna, no pude dormir por la incomodidad de la cama y el sonido de los grillos por miedo a que uno se me subiera mientras dormía. Claro, como también pensando en todo lo que paso últimamente. ¿Qué pasara por la mente de Alan? ¿Qué sucederá si Scott lo busca? Deseo que cuando llegue, ese hombre este en la cárcel. Por el hecho de que este aquí pasándola bien, disfrutando de lo hermoso que es este lugar y con la expectativa de encontrarme conmigo misma para saber enfrentarme en los problemas, no me deja en paz la realidad, el no saber de él y lo que pueda pasar por Alan. Él me importa, lo amo con locura y temo que algo le llegue a pasar.

Suspiro cansada, con las ganas de irme a dormir ahora que no hay grillos que me fastidien. Dejo caer la mitad de los frijoles al suelo. Maldigo. Me levanto malgeniada y los meto con grosería a la olla.

-Así aprenderás cuando llegues anciana. – dice el abuelo, sorprendiéndome.

-Mmm... - lo miro de soslayo.

Me quita la olla de las manos y se la pone la cintura con una mano.

-Te espera ese bulto de plátanos. – Señala a lo lejos unos plátanos más grandes que mi cara.- Acostúmbrate

Me giro hacia él con cautela lentamente matándolo con una mirada risueña.

-Tus dedos son gruesos, la abuela te preferiría.

-No jovencita, has llegado aquí para ayudar. – anuncia con un gesto tan efusivo. Es predecible que intenta forzarme para que no le toque los bultos de plátanos

Me rio. Me levanto y me inclino para que no nos escuche, aunque no haya nadie cerca.

-La abuela se encargara de malcriarme.

Suelta una carcajada ruidosa llenando todo el espacio. Su sonrisa me llena por completo y estoy segura que trabajare en sus bultos para verlo sonreír, aunque mis dedos se quiebren.

-Tu abuela- me da un toque en la punta de la nariz. – es una desubicada que todos los días me pelea en las mañanas porque me la paso pintando y dañando lo perfecto. Todos los días quería dejarla, pero pensaba "mañana terminare con esto" y ya llevo más de sesenta años diciendo lo mismo. ¿Crees que me ama? – pregunta con una chispa de gracia.

Me tiro el cabello detrás de los hombros sonriéndole con ternura.

-Eso nunca lo dudes. – le devuelvo el toque en la nariz. – Además se con que la puedes conquistar como cuando eran jóvenes de la era de los dinosaurios; sorpréndela pelando los plátanos. -abro los ojos. – Amara tus dedos gruesos.

Entrecierra los ojos negando lentamente.

-Respeta a tus abuelos, que no estamos tan viejos. Por si no lo sabias, mis dedos están hinchados por la retención de líquidos, jovencita risueña. – dice elevando la comisura de los labios.

Suelto una carcajada tapándome la boca, pero al ponerse serio, me controlo.

-Como tú digas, esta bella princesa de la abuela se ira a descansar. – susurro.

ESTOY CONTIGO #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora