CAPÍTULO 18

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ALAN

Evito a costa cualquier que se me acerque, y entro a la oficina, furioso. Cada vez que recuerdo la última noche con Emma me dan ganas de explotar, ir por ella y traerla aquí a las malas sin importar lo que piense, pero le haría daño. ¿Cómo puede dejarme de esa manera? Me rompió el alma verla bajarse del auto apenas sin ánimos como si no quiera hacerlo, parecía como si estuviera obligada, si, obligada por mi mente.

Sus curvas se ajustaban a mi pecho cuando la besaba y la tocaba haciendo que su cuerpo soltara dulces melodías. Sus gemidos me decían a gritos lo mucho que me amaba y después de esa ausencia no la quería soltar, la quiero de nuevo para mí. Me siento más por tratarla así, pero el peso de mis culpas me hace más sensible envolviendo mi ego en una capa de metal. No puedo tomar la muerte de Jaime como un error, porque me siento digno de hacerlo. Me da tanta rabia que se coma sus discursos como si tuviera la razón de todo y ni se tome la molestia de ponerse en mi lugar para entender que lo hago por ella. Esa despedida debió de ser emocionante y linda para los dos, pero que va, eso de lindo no tiene nada; lindo hubiera sido traerla de nuevo a casa con una mayor sonrisa.

Tiro una copa de vino contra la pared seguido de un jarrón. Necesito golpear, descargar mi ira por su culpa. Si lo que quiere es olvidarse de mí, no la puedo obligar amar. Me siento la peor escoria que pudo conocer hasta el punto, que en ocasiones siento que me estoy volviendo como su padre de basura, en el sentido contrario por querer protegerla. Dejo que los cristales hagan añicos, la pared y al alfombra se manche. La trate como no debí de hacerlo pero su brutalidad me cegó haciendo que le dijera lo que no pensaba escuchar.

-¡Emma, te amo maldita sea! – grito soltándome del impacto que tengo en el pecho.

Grito pateando las cosas. Jamás he llorado por una mujer, pero Emma sabe darme en el punto más débil y me enoja. Ya no tengo sus labios y sus ganas estarán ausentes hasta que me olvide. Cuando la vi a punto de partirse conectada a muchos aparatos jure amarla para siempre dándole mi corazón y mi alma, y si alcanza a olvidarme nunca la dejare de amar y siempre tendrá la corona en mi vida. Junto a ella puedo respirar más tranquilo y solo en mis manos estará bien.

Me quedo feliz por haberla convertido en una mujer más fuerte y segura. La saque de esos pensamientos que la atormentaban sujetándola con una camisa de fuerza para que fuera lo que es ahora. Su vida cambio mucho y por cada sonrisa que soltaba sus labios, eran como una luz intensa llena de amor. Ella me lo estará agradeciendo y yo, contento.

La puerta se abre y entra la nana con las manos en la cabeza inspeccionando el lugar y luego a mi sorprendida. Camino hacia la estantería y me sirvo licor, el único que me acompaña. Me quita la botella de las manos y me giro con ceño fruncido enojado.

-Esa chica te va volver loco ¿verdad?

-La loca es ella por volverme así.

Deja la botella aun lado cruzándose de brazos con un aspecto tristón y a la vez, ofendida.

-¿Qué sucede entre ustedes? – pregunta.

Sus gestos cambios al verme decaído con los ojos emparamados. Tomo asiento a su lado con una pierna cruzada, haciendo círculos al borde de la copa. Lo que necesito es soltar lo que siento con la persona correspondida. La nana ha sido como mi madre por más hijo de puta que sea, nunca me abandona.

-Me siento un farsante por querer ser bueno. Mis actos fueron un fracaso. – alza la vista a la mujer de cabello gris con una mirada maternal. – Es muy testaruda y me pone furioso que no me comprenda.

ESTOY CONTIGO #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora