14.
Lux.
―Un whisky ―las palabras raspan en mi garganta cómo si de ácido se tratase, como si de un delito me estuviese confesando.
El hombre de la barra levanta la mirada hasta mí. Sus ojos marrones me examinan de pies a cabeza, se detienen en el nudo malhecho de mi corbata, mi mente se tuerce en dos nudos, usualmente, prefiero pensar mis actos antes que hablarlos.
Levanta una de sus cejas con cicatrices.
―Identificación ―extiende su mano, exigiendo de mala manera mi documento, el cual tomo de mis bolsillos, y se lo entrego con aburrimiento.
La observa por contados segundos, y finalmente, asiente, retirándose a elaborar mi pedido.
Me detengo a mirar mi "identificación", recordando que Huxley falsificó tres para nosotros.
Tomo asiento, esperando.
Jugueteo con uno de mis cigarros hasta prenderlo, o hacer alguna manía con el humo que expulso, tortuosamente lento.
―No sabía que dejaban entrar a mocosos acosadores aquí ―la voz proviene de un hombre a mi lado, en quien, no había reparado hasta este momento.
Giro mi cabeza para observarlo con determinación.
Es el maldito oficial.
Finjo una sonrisa, y alzo mis hombros.
Encuentro uno de los periódicos sobre la barra, muy entretenido, en su portada, lleva impresa la fotografía de las personas desaparecidas de la ciudad, también veo la foto de la chica a quien destrozó Boomer en aquella fiesta.
―¡¿Lo dejaste entrar?! ―el oficial interroga al hombre de la barra, pero él, solo levanta sus manos, en una de ellas trae mi pedido y supongo, que va a ser difícil obtenerlo.
―Si, yo, es decir, no ―se defiende.
―¡Este infeliz ha estado acosando a mi compañera! ―me señala, tan alterado, que siento que uno de sus ojos se va a salir en cualquier momento.
Suelto un bufido.
―Atrévete a burlarte de mí otra vez ―extrae de sus bolsillos su arma. Sin embargo, no me sorprendo en cuanto la veo, sabía que iba a hacerlo, es un tipo tan predecible. Lo diviso con aburrimiento.
Me apunta, frente a la mirada atónita de todos los ebrios en el lugar de mala muerte.
―Atrévete ―escucho la voz de Amelia a mis espaldas, y ruedo los ojos ―. Anda, atrévete ―anima la zorra de mi madre.
Hundo mi cigarrillo en el cenicero más próximo, mientras observo con detenimiento al hombre con su arma, en cambio, él, mira a mi madre, sus ojos bailan en miedo, temor, no tengo idea.
Entonces baja su arma.
Amelia me toma del brazo.
―Vamos, amor ―luego de sacarme de aquel lugar, caminamos hasta su auto, un viejo mercedes al cual le rechinan hasta los espejos retrovisores.
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LUX
Misteri / ThrillerAmnesia, es lo que me define, aburrimiento, es lo que me reina, y muerte, es lo que grito cuando salgo de caza.