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"Hola, ¿Te llamas suicidio? porque no he dejado de pensarte"










21.






Lux.





















―Lux ―la voz de Amelia se riega en mis oídos al terminar de cerrar la puerta en la madrugada.

Recupero el aire después de pasar el cerrojo.

―Es tarde, son las tres de la madrugada ¿Qué hacías afuera a ésta hora? ―giro mi cuerpo, para verla sentada sobre el sillón principal, peinando su ondeado y largo cabello blanco. La luz del pasillo me permite apreciar su belleza en totalidad―. Tienes escuela mañana.

Le dedico una mirada aburrida antes de cruzar a la cocina.

―¡Te estoy hablando, jovencito! ―escucho sus pasos descalzos despegarse del suelo entablonado mientras tomo el frasco de cerezas, en almíbar, de la mesa―. ¡Lux! ―veo su silueta acercarse a mí. Es cuando llevo una de las cerezas a mi boca y chupo mis dedos enrojecidos, que Amelia arrancha el frasco de mis manos y lo avienta al suelo con tal ira, que el cristal revienta en todas las direcciones, y una de esas direcciones es mi mandíbula.

El ardor visita mi mandíbula por un micro segundo en el que la sangre no tarda en brotar.

―¡¿En dónde estabas, Lux?!

―¡Qué te impor... ―mi tajante respuesta es neutralizada por una bofetada estrellada encima del ardor en mi mandíbula.

―¡Maldito insolent... ―apenas termina de golpearme, mi mano reacciona instintivamente. La mejilla de Amelia recibe el fuerte impacto que la hace desplomarse al suelo, donde su pijama se mancha con el almíbar rojizo de las cerezas.

Me observa indignada desde su postura de sumisión en el suelo, y yo, trato de tranquilizar mi respiración agitada, moviendo los dedos que aún duelen después de tocarle la piel.

―¿Cómo te atreves? ―pone sus manos en el suelo, impulsándose para levantarse, echando espuma por la boca y con los ojos envueltos en llamas, dispuesta a, una vez q se pone de pies, propinarme otra bofetada pero mi mano detiene su delgada muñeca a centímetros de mi rostro. La respiración de Amelia choca fuerte, como la de un toro furioso dispuesto a matarme de una cornada, contra mis labios y sus ojos brillantes me observan.

Mis labios se tensan al sentir el toque de sus suaves dedos. Su otra mano acaricia sutilmente mis labios, resbalando hasta mi mandíbula.

―Ha sido un día muy pesado, amor... lo mejor será que vayamos a descansar ―habla en medio de un suspiro que se escapa por sus labios pálidos sin su habitual labial.

Sin más, junta sus labios a mi mentón, incluso un poco más arriba, y recita "buenas noches" para luego desaparecer en el pasillo.

Revuelvo mi cabello con fuerza, refunfuñando, acuclillándome para recoger los pedazos grandes de cristal y algunas de las cerezas desparramadas en el suelo. Una vez que termino, la sombra de Jax se hace presente en la entrada de la cocina, sus jadeos llenan mis oídos por lo cual, levanto la vista, encontrándolo agitado, sucio, lleno de barro hasta las orejas, sin su placa.

LUXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora