28.

611 52 10
                                    


"Desbocados, aislados de nuestros sentimientos, y torturados por los mismos"

-Alex.






28.





Lux.







Mi espalda resbala en la fría pared manchada de sangre.

No quiero ser esto, ya no quiero ser esto.

Mis párpados, llenos de sangre ajena, se cierran mientras flexiono mis piernas.

Quiero ver a Amelia, quiero ver a mamá.

Mi respiración acelerada hace que mis pulmones se llenen tanto que mi espalda duele. Mis manos, rojizas, tiemblan mientras hago a un lado la pierna de uno de los enfermeros que descansa en el suelo detrás de la camilla volteada.

Ambos enfermeros yacen muertos en cada extremo de la habitación, con el pecho abierto por la fuerza de mi ataque y los minúsculos restos de sus corazones están pegados alrededor de mis labios. Las venas más gruesas que fueron arrancadas se han quedado en medio de mis dientes cómo las hilachas de la carne de una res, y un extraño pitido es captado por mis oídos. Levanto la vista, vapor azulado comienza a regarse desde las esquinas de la estancia, cayendo sobre mi cuerpo tembloroso embarrado de babosa sangre y cierro los ojos, cayendo en un sueño profundo.

No soy un chico muy típico, a mí no vas a poder encontrarme caminando en los pasillos de tu escuela, no voy a presentarte con mis amigos y menos con mi madre, no voy a tomarte la mano, yo voy a tomarte del corazón.

La mitad de mi vida son sueños sin sentido.

La mitad de mi vida es falsedad.

Abriendo los ojos, observo mis manos, malas, las uñas sucias, mis dedos, recuperando su color natural, su color pálido en lugar de aquel color negruzco que rompió mis sentidos. A mi alrededor, no hay más que espejos empañados, un par de tenis rojos y un mesón con un lavamanos al cual me acerco con bastante esfuerzo luego de ponerme de pies. Hago lo propio, el agua fría, que me supongo llega aquí desde el torrentoso río, baña mis manos manchadas de sangre hasta dejarlas suaves de nuevo.

Acerco mi rostro para lavarlo, para despertarme sintiendo el frío líquido chocando con mis poros. El agua se encaja en mis pestañas, bloqueando parcialmente mi vista en el momento que trato de verme en el reflejo. Limpio con una de mis manos el vidrio empañado y de un respingo, doy dos pasos atrás casi saltando. El agua cae de mis manos, resbala en mi rostro cuando veo mi reflejo en el pequeño lugar que he limpiado. No estaba mi rostro, detrás del espejo yo estaba de pies, no lavándome el rostro, pero ahora... ahora es normal.

Limpio mis ojos, volteando mi cabeza, constatando que en los espejos de los costados, mi reflejo está relativamente normal.

Pestañeo un par de veces, acercándome lentamente de nuevo al lavamanos, colocando mi mano, despacio, sobre el cristal, moviendo mi palma de un lado a otro, descubriendo mi propio reflejo que, hasta el cuello, parece ser yo, pero en cuanto desempaño la parte superior, un Lux totalmente angustiado me devuelve la mirada.

LUXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora