3.

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3.

Lux

Abro la puerta de mi habitación, y me despojo de mi camisa negra mientras enciendo mi reproductor y la música comienza a salir por los parlantes. Nunca me ha gustado la música animada, prefiero lo triste, la lluvia, la niebla y mi rostro relajado frente a cualquier situación.

Tomo el florero que yacía en mi cuarto, adornándolo, pero no sirve de una mierda adornar algo tan gris cómo mi estancia, y me desquito por lo que hice, en cierta manera me siento culpable, me siento desesperado porque no puedo dejar de ver sus ojos sin alma, los ojos de la chica están matándome, por lo que, lanzo el florero de cristal hacia la pared, junto con todas las orquídeas que lo llenaban y se estrella quebrándose en mil pedazos y provocando un ruido estrepitoso.

El agua se riega rozando mis pies y no hago más que darle la espalda.

Observo la herida en mi dedo pulgar y, con mi otra mano ejerzo presión  en mi dedo lastimado, constatando que éste aun expulsa un poco de sangre. De nuevo, la lluvia se hace presente afuera de mi casa, y puedo verla a través de la enorme ventana a mi lado. Tomo asiento en la cama, la cual rechina debido a su antigüedad y me recuesto sobre ésta, con mi brazo debajo de mi cabeza.

Cierro los ojos y apago la música. Sólo escuchando la manera en la que las gotas de agua explotan en el suelo del patio, en el ventanal y en el techo sobre mí.

El chillido de la puerta abriéndose llena mis oídos ahora, sin embargo, no abro los ojos. Sé quién es.

El colchón se hunde a mi lado y puedo sentir cómo absorbe mi aroma de forma desesperada, mientras yo me deleito con el olor a canela fresca que desprende su perfume. Luego acaricia mi cabello, haciendo a un lado con sus suaves dedos los cabellos que se han caído en mi frente.

― Luxi...― susurra. Desde que era un niño, he pensado que su voz era lo mejor que podía escuchar en todo el mundo.

Doy vuelta sobre la almohada, y abro los ojos observando su perfil, su pequeña y muy, realmente muy respingada nariz igual a la mía, su piel aceituna, sus inconfundibles labios en color vino, sus largas pestañas y sobre todo, su cabello blanco y ondulado esparcido en la almohada contigua  a la mía. Y no, no está vieja, ella sólo está a la moda.

― ¿Mm? ― murmuro observando sus ojos negros.

― ¿Qué has hecho, cariño? ― le echa un vistazo a los pedazos del florero.

Bajo la mirada y me acurruco en su pecho sintiendo aun sus caricias despeinando mi cabello gris.

― Ya, ya...mami está aquí.

Observo a la nada, recordando cómo apreté el gatillo y la manera en la que la sangre de aquella chica se regaba por su rostro. Pero a Amelia Nervous parece no interesarle mi tensión.

Besa mi coronilla antes de levantarse y decir―: Amor, he traído la cena―entonces enciende un cigarrillo y sale de mi habitación.

Pongo mis pies en el suelo, y me encamino hacia el comedor de la diminuta casa, donde ya está un humeante plato de comida china dispuesto para mí mientras mi madre se sitúa a un lado de la mesa expulsando el humo de su cigarrillo.

Separo una de las sillas.

Tomo el tenedor y envuelvo la comida en él para dar mi primer bocado.

― ¿Lux? ― dice, yo centro mi vista en sus ojos negros ― ¿Conocías a Leida Méndez?

Niego. Aunque la sangre por dentro se me hiela, me mantengo igual de indiferente que todos los días.

Amelia hala una silla y sienta su elegante presencia frente a mí, ahoga su cigarro en mi vaso de agua y coloca su rostro sobre sus manos para observarme con devoción.

LUXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora