BLOODY LOVE ; JUGHEAD JONES [2] ✅

Capítulo 35

CAPÍTULO 35

    Por primera vez en mucho tiempo me desperté calmada. Ninguna pesadilla había decidido atormentarme por la noche, no me había levantado de repente pensando en Jason, en mi familia o incluso en Capucha Negra. Con Jughead al lado todos mis malos sueños se desvanecían con una facilidad impresionante.

    Rodé en mi cama y palpé mi izquierda en busca del cuerpo de Jug. En su lugar encontré un hueco, lo que me puso en alerta enseguida. Me erguí y escaneé mi dormitorio, aunque no me costó demasiado dar con él. Se encontraba al lado de la mesilla, donde se dedicaba a vestirse. Comprobé mi despertador, el cual ni siquiera había sonado todavía.

    ―¿Qué ocurre? ―gruñí, aún medio dormida.

    ―Blaze, esto ha sido un error.

    Sentí un nudo en mi estómago.

    ―¿A qué te refieres? ―pregunté asustada.

    Me senté sobre la cama y formé un gran y largo bostezo.

    ―No tendría que haber venido, no sé en qué estaba pensado ―respondió a la vez que daba vueltas por la habitación en busca de algo―. Y no deberíamos habernos acostado.

    ―Juggie...

    Él abrió los cajones de mi mesilla y de ellos sacó un gorro. Lo analizó unos segundos y se dio cuenta de que no se trataba del suyo. Era el que me había regalado por el amigo invisible. Nunca había llegado a ponérmelo, pues por aquel entonces estábamos enfadados.

     ―Mira debajo de la cama ―sugerí.

     Jug depositó mi gorro sobre la mesilla y se agachó para seguir buscando donde le había indicado. Me mordí el labio; sabía que nuestra conversación no acababa aquí. Finalmente, salió de debajo de la cama con su prenda favorita. Se la colocó y lo siguiente que hizo fue ponerse la chaqueta.

    ―Nada de esto tendría que haber pasado.

     Hacía frío, por lo que me cubrí con las sábanas antes de ponerme en pie. Acto seguido, me acerqué a él.

     ―¿Por qué? ―pregunté con un tono de voz apagado―. Dime que no te arrepientes.

     La forma en la que me miró me provocó un escalofrío hasta en la punta de los dedos. Una de sus manos acarició mi mejilla. Fue un roce leve, apenas duradero, pero el tacto de Jughead hacía que saltaran chispas en mi piel.

    ―Jamás podría arrepentirme de estar contigo.

    Suspiré. No necesitaba ser muy lista para entender que había una objeción.

    ―¿Pero...?

    ―Pero no debería pasar de nuevo. Las cosas están mejor así ―finalizó por mí.

    Y así, sin más, abandonó mi cuarto y volvió a escapárseme la oportunidad de ser feliz. Observé el gorro sobre la mejilla. Batallaba para que las lágrimas no se me saltaran y mis sollozos no me delataran. Seguro que Cheryl y mi madre se habían enterado de que Jughead había pasado la noche en casa. Con la garganta ardiendo, inicié mi rutina matutina.

    Si bien pude aguantar sin llorar una hora, al entrar en el instituto se me hizo prácticamente imposible. Cheryl caminaba a mi lado y fue la primera en percatarse. Me dio un golpecito en el hombro para señalar que la gente me miraba. A veces todavía me observaban y cuchicheaban sobre Jason o incluso sobre Jughead, pero en esta ocasión era distinto.