Capítulo 3

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[Jennie]

Todo no podía ir más a peor. Había entrado en una tienda para ver qué ropa había para en un posible futuro quitarme estas cosas feas y comprarme algo más cómodo.

Había pasado por un vestuario y observé cómo una chica, más o menos de mi edad, se puso la ropa y salió corriendo.

No le hice caso, pero al salir chocó conmigo, cosa que le hizo Wogear. Era una Balam.

Maldita sea.

— ¡Una Grimm! — Gritó con fuerza.

— No quiero problemas — le advertí.

Pero no me hizo caso y empezó a correr detrás mía con ganas de sangre.

Corrí hacia una callejuela y me paré en seco. Esperándola. Esa cosa quería matarme y si no lo hago primero, no podré matar a las Brujas.

Su pelaje azulado y morado hace que sea diferente a otros Wesen. Tenía muchas manchas como un jaguar y los dientes se le agrandaron para matar mejor a su presa.

Son criaturas rápidas, ágiles y tienen mucha fuerza, siendo capaces de dar grandes giros saltando. Pueden acabar muy fácil con muchos hombres gracias a sus colmillos y a sus garras que las utilizan para defenderse.

Y aunque presenten bastante resistencia y durabilidad al recibir varios golpes. Los Grimms somos más fuertes.

— Oh chica, tú te lo has buscado — me posicioné para empezar lo que ella quería, una batalla.

— No te creas tan buena, pienso acabar contigo Grimm— me decía furiosa mientras corría hacia mí.

— Que mal por ti, porque no voy a darte esa satisfacción — la miré a los ojos y los suyos se posaron en mi brazo.

Seguí el movimiento de sus ojos y antes de que me mordiera, le di una patada el la mandíbula. Ella gritaba de dolor. Se la había desencajado.

— Si es que te lo advertí — con mi mano derecha, la cerré formando un puño que acabó en su estómago.

Pero lo que no vi venir fueron sus garras en el brazo izquierdo.

Sus garras penetraron mi piel, la sangre corría y el dolor era soportable. Me habían hecho cosas peores y me han entrenado para ello.

Sin más amabilidad, la cogí por su brazo, de un salto me coloqué sobre su cabeza rodeándola con mis piernas, y aunque su garra seguía en mi brazo, conseguí quitarla con mucha fuerza aun cuando me había hecho una gran herida a lo largo de él. Sin más paciencia. Hice girar su cuello hasta que un sonido indicó que todo había acabado.

El cuerpo había caído al suelo. Y la sangre emanaba de mi brazo.

— Tú lo has querido — me senté en el suelo, a unos metros del cadáver que volvía a su forma original.

Me quité la camiseta roja y rasgué con los dientes las dos mangas de ella y puse la de mi brazo derecho, que estaba mejor que la otra, alrededor de mi brazo izquierdo, arriba desde donde comenzaba la herida, para cortar la hemorragia.

Una GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora