Capítulo 24

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[Demon]

Tras un viaje largo en tren, ya que la única manera de pasar desapercibido era ir de esa manera, llamé al número que no llevo marcando desde hace mucho tiempo.

Sandra aparecía en el último número de mi lista de contactos. Si bien le tenia mucho aprecio, a veces resultaba ser muy muy peligrosa.

De camino por un valle que conducía hacia un castillo que solo se podía acceder andando, me encontré con viejos amigos, Kix y Drey.

Hace como siglos que no los veo, teóricamente hablando. Llevábamos muchísimo tiempo sin mantener el contacto para que no nos dieran caza.

Jennie no era la única a la que quieren cazar, sino nosotros también.

Puede que parezca raro, o que me consideréis un maldito mentiroso, pero hay una parte de la historia que deberíais saber, o por lo menos, entender ese significado.

Vine a Rumania no solo para que Sandra me quitase la maldición, que también, sino para volver a reencontrarme con los viejos amigos, Kix y Drey.

— ¡Hey! ¿Qué pasa compadre? ¡Cuánto tiempo! — saludó cómo siempre Drey dándome un abrazo de bienvenida.

— Buenas Demonio, ¿qué tal llevas la misión de encontrar al padre de Jennie? — mencionó el muchacho de cabello rojo como el fuego, Kix.

— Bueno, ahí va— hice una pausa para empezar a sonreír de lado — no sospecha de nada, no sabe nada, ni dónde está su padre, ni de su muerte o paradero, es torpe como para darse cuenta de que lo que realmente somos.

— ¡Jé! ¡Así me gusta Sherlock! — me rodeó con el brazo por los hombros — Es nuestra única pista para poder desencadenar lo que nosotros llamamos "El Infierno" — dijo Drey.

— Pues claro, no pienso dejar que esa chica escape — le guiñé un ojo — nadie se resiste a mis encantos — sonreí enseñando los colmillos de demonio.

— ¡Uy que ligón te has vuelo! — se rio Kix.

— Hombre, pues con decirte que ya la he besado, y que le ha gustado... te lo digo todo — me apoyé en el tronco de un árbol.

— ¿Qué? ¿No me digas? ¿Esa herramienta, teniendo sentimientos por alguien? — sonrieron los dos con picardía — Qué habrás hecho para tenerla a tus pies... — meneaban la cabeza de un lado hacia otro.

— Lo típico — hice una pausa para coger aire — sólo mentir, qué es lo que mejor se me da — les señalé el castillo— ¿sigue Sandra por ahí? — cuestioné cambiando de tema.

— Claro, y sigue igual de bella como siempre — dijo Drey — si te llegas a tardar más, te la habría quitado ya — sonrió maliciosamente.

— Tocas a mi prometida, y te mato — le sonreí igual de malicioso.

Como veis, no soy un santo, soy un Demonio, y los demonios mentimos. Todo lo que os he contado tiene tantas partes de verdad como mentira. Es cierto que conozco a Jennie desde pequeño, pero no a sus padres, ni éramos amigos de la infancia ni nada, solo nos conocimos cuando DarkFox se manifestó en su interior.

Es curioso, porque yo y Jonás, Kix y Drey, no somos demonios normales, sino que pertenecemos a las Doce Lunas Sombrías, es como una secta que ha sido hecha solo para proteger a aquel que albergue en su interior al Zorro Guerrero DarkFox, que alberga la sangre del Rey Demonio.

Pero no solo eso, sino que además, tenemos esa obligación, aunque nosotros cinco, contando con mi chica, vamos a romperla. No queremos seguir bajo órdenes de nadie, y parece ser que el padre de Jennie tiene información valiosa que puede servirnos de ayuda para poder acabar con la secta, con DarkFox y nosotros seremos los reyes que crearemos "El infierno" en el mundo humano y wesen.

Como dije antes, nos quieren dar caza, y os preguntaréis el porqué, pues porque ya que queremos acabar con la secta, los restantes quieren impedirlo y dejar el mundo viva bajo La Paz que tanto desean.

Pues genial, porque nosotros acabaremos con ellos a través de Jennie. Ella es solo una herramienta, solo un peón en este juego macabro.

Y como jugador que soy, la convertiré en mi pieza favorita, en La Reina del tablero de ajedrez. Podré hacer los movimientos que quiera al tenerla bajo mi control, podré jugar con ella, y podré saciarme al tener dos mujeres. Vaya que si. Solo de pensarlo se me pone la piel de gallina.

Pero Burkhardt es un grano en el culo, no se despega de ella ni un segundo, y además tiene sentimientos encontrados hacia ella, cosa que la niñita no se da cuenta, porque claro, sólo es un arma sin sentimientos...

Y cómo desaparezca cómo por arte de magia, Jennie no parará de buscarlo, hasta que, algún día de con la verdad y sea entonces cuando seremos cazados y estaremos muertos, siendo alimento para gusanos de tierra. Qué festín se pegarían.

Pero bueno, al cuento, no amo a Jennie, ni la quiero, todo era una farsa, ¿te la creíste? Qué fácil ha sido engañarte...

Pues imagínate qué tan inocente ha sido Jennie al confiar en mí, en Demon, en su querido demonio.

Quizás quieras matarme, quizás me empieces a odiar, pero igual que tiene Jennie una razón para vivir, la tengo yo y mis amigos. Cada cual busca sus ideales y preferencias, sus comodidades y beneficios, ¿no? Aunque eso complique las cosas y hagan que Jennie no vuelva a abrir los ojos nunca más, sería una pena, porque menudo cuerpazo que tiene...

— ¿Vamos a por Sandra? — mencionó Kix al darse la vuelta y andar por la pequeña vereda que conducía hasta el paradero de Sandra.

— Claro, el que llegue el último es un gallina — nos retó Drey.

— Adelante, a la de una, a la de dos, y... — hice una pausa — a la de ¡tres! — todos empezamos a recorrer el bosque a una velocidad impresionante. Ya no sabía lo que era divertirse con los amigos después de que me encomendaran la búsqueda del paradero del padre de Jennie.

Las hojas caían para nosotros a cámara lenta, el color verde de la hierba y su olor a fresco inundaba mis fosas nasales. Era agradable volver a recorrer los campos de mi niñez. Jonás estaría igual de complacido.

¿Se habrá quedado a vigilar tal y como le dije? Espero que si, porque cuando vuelva, quiero que me informe de todo lo que haya pasado. Para así poder seguir jugando.

Cuando llegué al castillo, siendo el primero, los otros dos reprochaban tras la derrota.

— Puede que me haya ido durante un tiempo, pero mis cualidades siguen intactas — alardee de ello.

— Eso no vale, has hecho trampa — rechinaban los dientes como unos críos.

Les di la espalda y entré con paso firme por la gran puerta de metal que dividía el castillo y el patio lleno de flores, hierbas medicinales y todo aquello que a Sandra le gusta.

— ¡Sandra! ¡Tú chico ha vuelto! — gritó Kix a todo pulmón.

Por la ventana, se asomó una melena violeta y tras unos pasos se lanzó a mis brazos.

— Bienvenido — me sonrió y me miró con aquellos ojos azules que llevo perdiéndome desde que la conocí.

— Ya estoy en casa — acerqué su rostro al mío para poder besarla. Añoraba sus labios dulces y su calidez.

— Veo que aún no has podido encontrar al padre de Jennie sino que además vienes con una maldición — colocó su mano entre mi cabello.

— Ya ves, no sería divertido volver a casa solo, así que he traído una maldición conmigo — le sonreí.

— Que idiota la que te la puso, no debe tener casi poder mágico... — sonrió con arrogancia.

Con un movimiento de mano, y con una palabra en hebreo, me miró y sonrió con picardía.

— Ya está, no tienes nada — me rodeó con los brazos la cintura — pero esta noche, tendrás de recompensarme — me guiñó un ojo y depositó un beso sobre mis labios.

— Encantado— la miré deseoso.

Los otros dos carraspearon a nuestra espalda y solo les hice unas señas para que nos dejaran a solas. Iba a volver a Portland dentro de tres días, así que tengo que aprovecharlos con Sandra y con mis amigos.

Una GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora