Capítulo 27

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Burckhardt.

— Buenos días — le susurré al oído mientras ella se movía y se estiraba. 

— Buenos días— sonrió cuando se enderezaba sobre la cama. 

— ¿Cómo has dormido? — le pregunté. 

— Mejor gracias a ti — me miró y se fijó en mi torso desnudo. 

No pude evitarlo, así que ¿porqué no agregar una pizca de humor y picante al tema? 

— Veo que disfrutas de lo que tienes delante — la miré levantando una ceja y sonriéndole con picardía. 

— Bueno, las vistas no son tan malas — se levantó de la cama pero se lo impedí cogiéndola de la mano y al tirar de ella, hice que se quedara debajo mía. 

— ¿Con que, no son malas no?— mis manos descendieron lentamente por su cintura, jugueteando con las tiras de su camiseta. 

Me miraba fijamente con aquellos ojos hermosos y encarnó una ceja.

— Ajam — asintió y se mordió el labio para después empujarme suavemente y levantarse —hay que desayunar y yo tengo que entrenar.

— ¿Entrenar?— cuestioné un poco impresionado. Creía que a ella eso no le importaba mucho, pero ahora que recuerdo....prometí entrenarla. 

— Sí— se puso en pie y se vistió— ¿vienes?— me preguntó mientras se hacía una coleta perfecta a pesar de haberse terminado de despertar. 

— Claro — me enderecé y procedí a vestirme. 

Jennie había bajado a la cocina, y yo mientras me vestía empezaba a preguntarme el cómo había llegado hasta aquí. ¿Mis sentimientos son verdaderos? ¿No es como dice ella, qué solo siento que me falta algo y necesito rellenarlo con algo? 

¿Cuándo estos sentimientos hacia ella empezaron a crecer? ¿Será porque al ser una grimm, he sentido que era la persona correcta que quería tener a  mi lado? ¿Será eso? No lo sé, pero no quiero cagarla esta vez. 

Sé que ella es la primera vez que da una oportunidad a algo, no es de las que abre su corazón así como así. Su vida ha estado llena de odio, de sufrimiento y de venganza, pero no ha tenido el amor a su lado... 

Me puse unos pantalones de deporte azules oscuro, con unas nike de color blanco, una camisa del mismo color y busqué en el armario una chaqueta que combinara para después ponérmela cuando terminásemos de entrenar. 

Bajé las escaleras y un olor a tortitas inundó mis fosas nasales.

— Qué rico huele— mencioné. 

— Siéntate y desayuna, ¿qué quieres para beber? — me miró con la espátula en la mano. 

— Tranquila, ya cojo yo el café— me dirigí hacia ella y le coloqué la mano en la cabeza— recuerda que no tienes que hacerlo tu todo, yo también puedo ayudarte— le acaricié el cabello. 

— Vale — dijo un poco a regañadientes. 

Le está costando acostumbrarse a las muestras de afecto, es normal. 

Una ver terminado el desayuno y lavado los cubiertos y platos, le dije que me siguiera para ir al patio que había detrás de la casa, allí podríamos entrenar sin que nadie molestase. 

Empezamos a estirar y a relajar el cuerpo para proceder a un uno contra uno. 

Ella se puso en guardia y yo también. 

Una GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora