Capítulo 5

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[Jennie]

Burkhard era un entrometido.

Aquella herida no era nada para mi, era insignificante.

Suelo caer con fiebre y me pongo con mala cara, pero es el procedimiento que siempre me había pasado desde pequeña.

Quizás era una característica de mi madre o lo he heredado de ella.

Realmente no sé qué es esto ni porqué me puedo curar tan rápido aunque presente síntomas de malestar en unos minutos.

Mi padre me decía que tenía que volverme fuerte y que no dependiera de esta "habilidad", me prometió que una vez terminara mi entrenamiento me hablaría de mi madre.

Pero antes de que pudiera, las Brujas, lo habían estropeado todo.

Recuerdo con claridad aquel día.

Estaba con mi padre entrenando en casa, en el patio trasero como siempre, y de repente una serie de cuervos empezaron a rondar encima de nosotros.

Mi padre lo había entendido, pero yo no le presté demasiada atención, aquello era un mal presagio.

Algo iba a pasar.

Y así fue, al cabo de unos segundos, unos wesen de la Verrat, entraron estropeando la cerca de madera que separaba nuestra casa de las otras.

— ¡A casa! — me gritó mi padre.

En ese momento me había quedado en shock, no sabía lo que estaba pasando, ni cómo me afectaría todo aquello.

Vi a mi padre enfrentarse a los Wesen y luchaba con todas sus fuerzas pero cada vez había más y más. No sabía de donde aparecían.

Entré lo más rápido posible a casa, pero un sentimiento de ira invadió mi cuerpo al ver cómo mi padre era torturado.

Las brujas habían aparecido, una chica rubia con pelo largo y su madre, supongo. Ella, a pesar de su aspecto juvenil, era más vieja que su hija, lo sabía, simplemente con mirarla.

En ese momento nuestros ojos se cruzaron, yo estaba observando todo desde la ventana de mi habitación.

De repente un fuerte dolor de cabeza invadió mi cerebro, no sabía que ella, la chica rubia, pudiera hacer algo como aquello.

Mi padre, me miró asustado, yo gritaba de dolor, era como si la cabeza fuera a estallar.

— ¡Papá! ¿Qué está pasando?— le grité cuando levemente salí volando hacia su dirección.

Eso también fue obra suya.

— Oh, hola cariño — me susurró aquella mujer mientras me cogía del cuello.

— No le hagas nada — dijo mi padre con voz amenazadora — No la toques.

Ellas dos empezaron a reírse como si no hubiera un mañana.

— ¿Sabes que ella es especial, no? — dijo la bruja mientras me miraba a los ojos.

— ¿Qué es lo que quieres? — gritó — No te voy a dar a mi hija.

— Oh claro que si — con un gesto de mano hizo que el brazo de mi padre, se torciera hasta hacer un ruído. Estaba roto, se lo habían roto y el gritaba de dolor.

Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, y un fuerte odio emanó de mi interior.

La rubia, que intentaba estallar mi cabeza, había bajado la guardia y yo aproveché para lanzarme encima suya.

La tiré al suelo, y le pegué tres puñetazos en la cara antes de que su madre me lanzara contra la pared de la casa.

Mi cuerpo estampó contra ella y al caer al suelo, escupí sangre.

— ¡Dejadla en paz! ¡No le hagáis daño, por favor! — suplicaba mi padre.

— Acaba de romperle la cara a mi hija, ¿y me dices que la deje salirse con la suya? — gritó la mujer.

— Te doy mi vida a cambio de que la dejéis en paz— me miró con lágrimas en los ojos.

— No, no, no me hagas eso papá — dije mientras intentaba levantarme del suelo, pero no podía, el dolor era insoportable. Me habían roto unas costillas.

— Oh — en su cara se le dibujó una sonrisa — perfecto — sus ojos desprendían un brillo que no olvidaré. Era el brillo de la satisfacción y la victoria.

Habían conseguido lo que querían.

En mi interior, notaba cómo mis costillas volvían a su sitio y cómo la sangre que tenía en la cabeza y en la boca desaparecía. Mi padre me miró con súplica de que me marchara de allí.

Yo seguía en el suelo, para que no sospecharan.

— Lo siento — dijo con los labios — lo siento — volvió a repetir.

— Adalind, cariño, mátala de una vez — le dijo a la rubia mientras se levantaba del suelo.

— No, matadme a mi, soy más que suficiente para vosotras...

— Es verdad— Adalind se acercó a mi padre y con sus poderes hizo que aquel cuerpo, cayera sin vida al suelo.

Mi ira era insoportable, el odio seguía creciendo y la impotencia aún más. No tenía la suficiente fuerza para plantarles cara y mi padre yacía en el suelo sin vida.

Mis lágrimas y gritos no paraban de cesar. Ellas sonreían victoriosas. Cómo si aquello fuera lo más gratificante que habían hecho.

Me levanté del suelo y salí corriendo a la casa, estás me vieron pero creo que decidieron dejarme escapar. Cogí las armas que pude, y con fuerza y odio, salí de aquella casa.

Aquel día se quedó grabado en mi corazón. No las olvidé.

Después de todo, ha sido la razón por la que me volví fuerte por mi misma.

Vengaría a mi padre.

Poco a poco fui descubriendo que las heridas de cuando luchaba con Wesens, se me curaban al cabo de unos minutos.

Presentaba malestar, pero tardaba muy poco en recuperarme, eso lo descubrí aquel día, tanto que me he acostumbrado a soportar el dolor que siento al hacerme daño, fingir que estoy bien, y en unos minutos recuperarme y estar en perfecto estado.

Una cosa tenía clara y es que si me encuentro a las Brujas, averiguaré que era mi madre, y porqué aquel día me dijeron que era "especial".

Una GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora