Capitulo 7: Mala jugada

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— No acepto, quiero un trabajo, no limosnas.

Intentó nuevamente salir pero Isabella no se lo permitió. Anabel comenzaba a exasperar y le dijo que había sido un error ir hasta donde ella para pedirle trabajo. Anabel caminó hasta el escritorio de Isabella nuevamente y mirándola a los ojos comentó.

— Le aseguro que no voy a volver a esta empresa y tampoco la molestaré más. Abra la puerta, fue una estupidez haber venido hasta acá. Usted se cree superior a los demás, cree que puede humillarnos porque no somos de su misma clase social pero no..., no es nadie para hacerme sentir menos.

Isabella tras quedarse callada unos segundos aclarando su garganta vuelve a proponerle a la joven intentando de alguna manera hacer que esta cambiara de opinión.

— Más bien creo que eres arrogante. Te estoy ofreciendo un trabajo ganando el doble y lo desprecias.

Sonriendo con sarcasmo, Anabel se cruzó de brazos 

— No es arrogancia, es dignidad. Pero le voy a demostrar no solo a usted; sino a todo el mundo de lo que soy capaz de lograr. Acepto su trabajo licenciada, cuando quiera comienzo a trabajar.

Isabella se quedó descolocada. Aquella niña lograba dejarla sin palabras por más que lo negara. En el fondo ella sabía que Anabel tenía mucho más potencial de que podría aceptar.

— Pasa por el departamento de personal. Pregunta por Rosalía Rivadeneira, ella sabrá cómo acomodarte. Ahora sal, tengo trabajo por hacer.

Anabel salió del despacho de Isabella y si, se sentía feliz porque de algún modo tendría un mejor trabajo y logró poner en su lugar a esa señora tan amargada y falta de modales. Todos la miraban como si fuera menos. Llevaba puesto unos trapos algos desgastados y su apariencia para nada encajaba con la empresa de Isabella. Algo nerviosa se dirigió al departamento de personal y no tuvo que preguntar por Rosalía, tropezó con ella disculpándose rápidamente.

— Discúlpeme, venía distraída que pena con usted.

Rosalia sonrió con amabilidad

— Tranquila, todo está bien. ¿Que se te ofrece?

— Me llamo Anabel Palacios. La licenciada McCarthy me ha enviado para acá. Me dijo que usted me va a decir que hacer y todo eso. Ella me contrató como su mensajera o algo así.

— ¿Mensajera? ¿Estás segura? No existe tal plaza en la empresa.

— ¿Ah no? Pues no se eso me dijo ella.

Rosalía le pidió unos minutos para investigar qué era lo que Isabella se traía entre manos con aquella joven. Tocó la puerta del despacho de su sobrina y con tono áspero Isabella la hizo pasar.

— ¿Que quieres Rosalia? Estoy ocupada

— ¿Quién es Anabel Palacios? ¿Mensajera? Es en serio Isabella. Realmente cada vez te desconozco más.

Poniendo los ojos en blanco refutó

— Anabel es mi obra de caridad. ¿Acaso eso es malo?

— Si, lo es. Crees que todos estamos por debajo de ti pero no Isabella, no eres Dios y pronto la vida te lo va hacer entender por las malas.

Enojada volvió con Anabel y aprovechando que ese puesto de mensajera no existía para darle una lección a su sobrina se acercó a Anabel y preguntó.

— ¿Cariño qué es lo que sabes hacer? ¿Estudias?

Asintió alegre

— Si, derecho comercial pero la licenciada me dijo que no puedo trabajar con nada referente a eso porque no me he graduado.

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